GRACIAS A LA COLABORACION DE Gabriel Avila nosferatu
Jean Meyer: sobre un venero político, popular, católico, derechista
En El sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia. 1937-1947, el historiador franco-mexicano analiza el sinarquismo, el papel que jugó la jerarquía católica en este gran movimiento político confesional, la coyuntura política y social de México, campesino, subdesarrollado, junto con los gobiernos del naciente Partido Revolucionario Institucional (PRI). Un cruce de caminos en que comenzó a perfilarse el coágulo corporativista y la búsqueda democrática de izquierdas y de derechas estilo mexicano. En entrevista advierte también sobre cierta derecha radical, actual, potencialmente peligrosa y no visible.
Eduardo Castañeda H.
Su objetivo era salvar a la Patria de la Revolución, confabulada con los gringos para “protestantizarla” y entregarla, pero también era salvarla de los bolcheviques, de los masones y de los judíos. Era un movimiento arraigado en el campo mexicano que fundado sobre los pilares de la fe católica y un nacionalismo recalcitrante, se propuso, allá en la primera mitad del siglo XX mexicano, transformar el país. A caballo entre la Cristiada y el nacimiento del Partido Acción Nacional, el sinarquismo, para muchos el fascismo mexicano, simpatizante de Franco y que rechazaba la toma del poder y no aceptaba las prácticas democráticas que comenzaban a nacer, el movimiento de cientos de miles, fue una esférica que se desinfló en la tranquilidad, al ver girar al país a la derecha.
El historiador franco-mexicano, Jean Meyer, especialista en la historia político religiosa del México del joven siglo XX, acaba de publicar una nueva entrega sobre el sinarquismo. La primera fue en Francia, en 1977, se llamó Le sinarquisme: Un fascisme mexicain? (El sinarquismo, ¿un fascismo mexicano?). En el reciente volumen, de Tusquets, analiza el papel que jugó la jerarquía católica en este gran movimiento político confesional, la coyuntura política y social de México, campesino, subdesarrollado, y los gobiernos del naciente Partido Revolucionario Institucional (PRI). Un cruce de caminos en que comenzó a perfilarse el coágulo corporativista y la búsqueda democrática de izquierdas y de derechas.
Autor de libros como La Cristiada, Historia de los cristianos de América Latina, Rusia y sus imperios y Samuel Ruiz en San Cristóbal, habla en esta entrevista sobre El sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia. 1937-1947 y, por consiguiente, de la derecha actual en México, sobre la cual presiente, hay que poner atención de manera especial a aquella poderosa, que presiona a los medios de comunicación y a la extrema, anti semita, no católica, que no es del todo visible y sí potencialmente peligrosa.
El sinarquismo es un “dilatado campo de reflexión”, dice en el libro, ¿cuál es en el momento actual de México la reflexión que habría que hacer a partir de este movimiento?
El sinarquismo es un capítulo cerrado de la historia de México, que corresponde al parteaguas entre la presidencia de Cárdenas y la de Miguel Alemán. Entonces, en ese sentido, no hay aplicación de lecciones históricas a la situación presente, ya que el país es radicalmente diferente. Ese país de 1940 tenía apenas 20 millones de habitantes, la ciudad de México apenas alcanzaba el medio millón. Era un país rural en setenta por ciento, donde la gente se desplazaba en ferrocarril, la revolución del coche y la carretera apenas se anunciaba. En ese sentido es que podemos decir que es un tema de archivo, lo que no deja de ser interesante.
Hay tanta diferencia entre el gobierno de (Vicente) Fox, que es un presidente católico, apoyado, pero no elegido únicamente por el PAN, y el sinarquismo, como la hay entre el presidente (Lázaro) Cárdenas y su nieto Lázaro (Cárdenas), el actual gobernador de Michoacán. Sigue siendo un hombre de izquierda, como de la misma manera podemos decir que nuestro gobierno actual es de derecha, pero las diferencias son mayores que las semejanzas. No podemos decir que haya continuidad, sino que cada época, cada generación está inventando su México y no podemos decir que la presencia del Carlos Abascal (actual secretario del Trabajo), hijo de Salvador Abascal (el líder sinarquista) significa que triunfó el sinarquismo y que estamos bajo un gobierno de extrema derecha nacional católica. Eso no, definitivamente no.
En todo caso, ¿hay algunos campos en los que podamos encontrar ecos de este movimiento en la actualidad?
Yo no lo encontraría, porque uno se sorprendería al descubrir que las únicas prolongaciones del sinarquismo serían en esos movimientos de agricultores y campesinos inconformes, que teóricamente se encuentran abrigados, manipulados a veces por el PRI, el PRD o grupos que se encuentran a la izquierda. Así que yo no lo buscaría del lado del gobierno, sino más bien del lado de la oposición y exclusivamente en el medio rural, no en el medio urbano. El sinarquismo fue un movimiento de masas, de masas campesinas, pobres y con pegamento muy fuerte de la ideología católica. Y eso hoy en día no lo encontramos porque los católicos se dividen entre los tres grandes partidos. Muchos católicos votan por el PRD, votan por el PRI, por el PAN. Hoy en día hay gobernadores del PRD que manifiestan públicamente que son católicos practicantes, y hay gobernadores del PRI, antes inimaginable, que manifiestan y hacen saber que van a misa el domingo y que comulgan. Entonces, ya no hay ese bloque católico reaccionario, totalmente opuesto a la Revolución Mexicana, con la obsesión nacionalista anti gringa, de que la Revolución es un títere de Estados Unidos que quiere acabar con el México católico para poder tragárselo después de ‘protestantizarlo’ y anexarlo. Eso desapareció y eso era lo más fuerte del sinarquismo.
¿Esta visión de los sinarquistas fue un espejismo? ¿cómo fue que construyeron ese discurso que con el tiempo puede parecer un alucine?
Parece un alucine, pero fíjese que ahorita que es estamos hablando, estamos tratando de hablar con la pura razón, y sin embargo somos seres mucho más complicados que eso. Así como presenté el alucine sinarquista, en su lectura de la Revolución Mexicana en ese mismo momento, entre el cardenismo, había mucha gente que alucinaba, pensando y creyendo sinceramente, con una convicción absoluta y religiosa tan fuerte como la de los sinarquistas, de que el sinarquismo había sido una creación de los nazis, financiado por ellos; que cuando Salvador Abascal se va a su aventura franciscana, loca casi de kibbutzs, a fundar su colonia de Baja California, ellos creían que esta preparando una base para los submarinos japoneses. Hay artículos de la época, un libro escrito que lo dice y al grado que los servicios de seguridad de Estados Unidos se preocupan e investigan para ver qué tal si es cierto. Igual y este movimiento sinarquista es una quinta columna nazi o japonesa en México y eso sería peligrosísimo para nosotros, decían. Ya aclararon que no era cierto, de la misma manera que lo hicieron con que la Revolución Mexicana fuese títere de los intereses de Wall Street o de la banca judía norteamericana, como lo creía sinceramente Salvador Abascal.
Jean Meyer: sobre un venero político, popular, católico, derechista
¿De dónde nace su interés por el sinarquismo?
Nació de forma paralela a una investigación sobre la Cristiada, porque quise aclarar algo que mucha gente me decía, más bien gente del lado anti cristero. Me decían, como para descalificar a los cristeros, que los cristeros y los sinarquistas son lo mismo, para que entienda que fue un movimiento fascista. Sus queridos cristeros, me decían, fueron, quizá inocentemente, pero fueron agentes fascistas. El sinarquismo brotó directamente de la Cristiada. Y me di cuenta, investigando, de que no, era una generación siguiente, con una mentalidad diferente. Los cristeros sí pertenecen al folclor ?y cuando digo folclor no descalifico? de la Revolución Mexicana como Villa, Zapata, es decir, la gente del campo que se levantó en armas, que se monta al caballo, que agarra el rifle, la carabina 30-30, las cananas, las soldaderas y nos vamos al monte... entonces, un viejo México arcaico, violento. Y el sinarquismo rechaza todo esto, intenta otra cosa. En ese sentido pertenece a la modernización de México, desde la derecha, desde un discurso nacional católico, pero queriéndolo o no, participa en la modernización de México.
¿Por qué a este movimiento se le estigmatizó con los calificativos de fascistas, aunque sólo fuera por ciertos rasgos, como explica en el libro? ¿Hubo hechos que lo reafirmaran?
Hechos no, pero por ejemplo, la simpatía de los dirigentes sinarquistas, no de los militantes que ni sabían qué era España, ni sabían quién era Franco, pero la simpatía de la dirigencia nacional por Franco es evidentemente una cosa que para la izquierda mexicana, que en ese momento recibía a los republicanos españoles derrotados, era odiosa. Se quedaron con esa idea de que franquismo-sinarquismo-fascismo era la misma cosa. Ahí sí hay una razón muy buena para eso. Y luego como los sinarquistas desaparecieron de la historia, se diluyeron, se desinfló el movimiento como un globo, pues nunca tuvo como abogados para defenderlo o para rehabilitarlo o para bajar el tono de las acusaciones. Sinarquista, para mucha gente sin que sepa qué eso, queda como sinónimo de fascista o de nazi.
¿De qué murió el movimiento?
Podríamos decir que de muerte natural, porque cumplió de cierta manera con la misión que le habían asignado sus dirigentes invisibles, porque hay que recordar que es un fenómeno muy extraño en el que hay un sinarquismo visible, que es el multitudinario, de esos campesinos que marchan con banderas y que hicieron mucho ruido y ocuparon mucho espacio durante muchos años. Su líder visible: Salvador Abascal. Pero hubo unos dirigentes invisibles que no les interesa destruir a la Revolución, no les interesa tomar el poder, es La Base, sino desviar y canalizar la Revolución Mexicana, moderarla hacia el centro, y con la elección de (Manuel) Ávila Camacho y más aún con la elección de Miguel Alemán, ellos se dan por satisfechos. Ávila Camacho es la transición de la izquierda al centro y Miguel Alemán ya se va mucho más a la derecha. Con ese Partido Revolucionario Institucional nosotros no tenemos ningún problema, no pedimos más, piensan. Y entonces, después de haber liquidado a Abascal con ayuda del alto clero mexicano, con ayuda del arzobispo de México, pues el sinarquismo ya no tiene ni meta, ni jefe y sencillamente la gente ya se cansa de militar en un movimiento que no va a ningún lado. Porque los dirigentes sinarquistas no quieren transformarse en partido político, no quieren participar en la lucha política directamente al menos, entonces, poco a poco la gente se va a su casa. Que es un poco lo que está pasando en Chiapas con el EZLN, porque no se transformó en partido, no se integró al PRD como pudo haberlo hecho y entonces ya pasaron diez años y muchos militantes de base, de las comunidades campesinas de Chiapas, ya se aburrieron de esperar a que Marcos les diera una orden. Es una evolución semejante que afectó la sinarquismo y que hizo que un buen día ya no estuvieran.
¿El sinarquismo es una base para la posterior creación de partidos de derecha como el PDM o el PAN?
Bueno, el Partido Demócrata Mexicano (PDM) fue como la cola, póstuma, muchos años después del sinarquismo y ya se vio el resultado. En cuanto al PAN, nace al mismo tiempo que el sinarquismo y en ese momento es enemigo mortal del PAN, porque el sinarquismo no admite esa vida política moderna, democrática, hecha partidos, de elecciones, eso lo condena, y los sinarquistas predicaban la abstención. Uno podría decir que si los dos son católicos, por qué los sinarquistas no votan por el PAN, pero es que ellos estaban en contra de esa vida política moderna. Entonces, el sinarquismo, en nuestro mundo actual, del México de después de la transición democrática, donde la oposición pudo ganar hasta la Presidencia, no tienen ninguna posibilidad de resucitar, ni ninguna razón de ser, porque es un mundo totalmente extraño que no hubiera aceptado.
¿En México existió o existe la ultraderecha?
Seguramente existen elementos de ultraderecha, pero que como organizaciones visibles no son gran cosa, y más bien hay una ultraderecha que es más difícil de localizar, porque se sitúa alrededor de grupos empresariales, de intereses económicos o de cierto sector de la iglesia (católica) o de cierto sector que ya ni siquiera es católico y que es tranquilamente neonazi y que es en algunos casos anti católico. Estos últimos, que gravitan alrededor de algunos grupos ultranacionalistas, antisemitas, que se llaman, por ejemplo, Águilas Aztecas, que preocupan a la comunidad judía de México, que yo sepa no son una amenaza porque no tienen conexión política, ni con grupos fuertes de empresarios. Y mientras en México el juego político se de manera ordenada, institucional entre los tres grandes partidos, no hay amenaza.
En México no ha surgido la ultraderecha como en otros países porque se necesita un gobierno débil, crisis institucional, para que gente tipo Mussolini, tipo Hitler, puedan treparse sobre un gran descontento popular y eso aquí no se ha dado.
¿Decir que el gobierno actual es de ultraderecha es un despropósito?
Obviamente, Fox no es la ultraderecha, sería un insulto, un absurdo, que se puede entender y aceptar solamente como guerra política y entonces la adversario se le endilga cualquier cosa, pero obviamente no se trata de un hombre de ultraderecha.
¿Ahora mismo cuáles serían las ideas de la derecha “más hacia la derecha”, en las que hay que poner atención por su evolución?
Creo que denunciamos siempre y satanizamos el movimiento Provida, y tenemos razón. Y eso no asusta a su dirigente, que le encanta tener el papel de recibir los golpes, se siente como héroe. Yo creo que la amenaza no viene por ahí, aunque sea gente de ese tipo de mentalidad, gente muy inconforme y asustada por el mundo moderno y su evolución, gente puritana frente a la revolución sexual, al consumismo, todo eso... Ellos son los más visibles y no creo que sean los más peligrosos, porque lo que es visible no es tan peligroso.
No soy especialista, no conozco la realidad de ciertos grupos de intereses económicos, que se están apoderando o que están ejerciendo presiones muy fuertes sobre los medios masivos de comunicación, yo tendría más miedo de ese lado, pero insisto, no tengo datos.
¿Usted se considera un hombre de derechas o de izquierdas?
¿Yo? (se sorprende) Bueno, no soy hombre de derecha, tengo mi corazón a la izquierda y soy un hombre de izquierda que critica a la izquierda, y eso me da fama de ser un hombre de derecha. Soy no conformista. Como decía el gran pintor jalisciense Clemente Orozco, cuando todo el mundo dice sí, hay que decir no y cuando todo mundo dice no, hay que decir sí. Entonces intento ir a contracorriente para no perder la distancia y la lucidez.
el 02 de julio del 2006.
<a href="http://www.puntog.com.mx/2003/20030221/ENA210203.htm"nofollow">DESDEAKIRafael Segovia
No hay nada como darse baños de legalidad. Un voto decide el porvenir de un país, así lo quiere la regla democrática. Lo que sucede fuera de ella, está precisamente fuera, si se quiere, todo lo demás, no cuenta. De ahí las sabias propuestas que se ofrecen y se olvidan en la medida que nos favorezcan o nos dañen. Tales son las reglas de la política y es necesario obedecerlas, al menos formalmente. Conviene añadir que quienes no quieren obedecerlas, les parezcan demasiado duras o injustas, no deben participar en política. No vale, por consiguiente, llamar a la participación electoral, convertirla en un acto obligatorio, idea siempre presente en quienes se saben vencedores de antemano, pero desean ampliar su legitimidad.
Ganar con el 25 por ciento del padrón a su favor es innegablemente legal; en cuanto a la legitimidad, se presentan algunos problemas: ¿puede el 25 por ciento imponer su voluntad al 75? En principio sí, puesto que no se conoce la voluntad -si existe- de estos últimos. En lo que se refiere a las consecuencias prácticas, los del 25, amparados por su legalidad, se toparán con unas situaciones donde el apoyo puede faltarles y se encontrarán con el agua al cuello, pues en política, en el gobierno de las sociedades, hay otros factores, además de la legalidad y la legitimidad, que no se manifiestan ni se resuelven por el voto.
Algo hay que determina la duración de un partido o un hombre en este poder. En México se han lanzado infinidad de teorías sobre su duración, su formación y aplicación y de los gobiernos donde se encarnó. También se ha teorizado sobre las causas de su caída. Sobre lo que no se ha dicho una palabra es sobre cómo va a intentar gobernar el hombre, que no el partido, perfilado por ahora como el candidato vencedor. El puñado de votos decisivos va a ser bastante para conferirle la latitud indispensable para imponer, no digamos una voluntad, sino un acuerdo con quienes no son los suyos, es por ahora un misterio con un electorado dividido como con navaja. La negociación se antoja imposible ante una división tan igual del electorado.
Si los grandes políticos nacionales estuvieran dispuestos a negociar -cosa imposible-, queda todo un personal también político cuya aprobación no se conoce ni se espera; no digamos nada de las masas de votantes y abstencionistas, muchos de los cuales andan con el cuchillo entre los dientes. El gran poder estabilizador ha desaparecido, vencido por el tiempo y la liquidación de las condiciones sociales anteriores a los cambios internos del PRI: la llegada de los tecnócratas y de una derecha profundamente anclada a sus intereses, único punto de contacto con unos políticos incapaces de mantener una ideología alejada desde hace décadas de cualquier política social. Esto quedaría ilustrado por el binomio Carlos Salinas-Roberto Madrazo, cuya capacidad de actuación desapareció por la conducta política escandalosa de Madrazo y el papel de comparsa que asumió junto con los desechos del PRI. Cualquier negociación con la derecha no puede pasar por los hombres que han seguido mal que bien al frente del PRI. Éste ha quedado por ahora eliminado del juego, pese a su presencia parlamentaria. Los regateos y trampas a que se entregaron los gobernadores elegidos bajo la etiqueta de este partido, los han eliminado para siempre. A ellos y a quienes actuaron como ellos, así no hayan sido gobernadores durante la elección y la campaña.
López Obrador ha sido un candidato sin partido. De ahí su pérdida. Apostarlo todo a su persona era un atrevimiento que, en cierta manera, ha redituado: no ha ganado, pero tampoco Calderón. Gobernar en las condiciones actuales no le está dado a ninguno de los dos. La superficialidad del pensamiento de estos hombres está a la vista de todos, así como su conciencia de no tener la manera de gobernar. Podrán ceder ante las fuerzas opuestas a sus ideas y deseos, no podrán nunca llevar a cabo una construcción nacional.
El voto del miedo y, más allá, el miedo mismo se ha extendido como un reguero de pólvora. La división brutal del País plantea una situación no por esperada menos temible. Encontrarse frente a un electorado capaz de empezar a obedecer consignas de partidos y sindicatos -más de los segundos que de los primeros- puede abrirle la puerta a una intranquilidad en el mundo del trabajo que llevará a añorar al PRI y al Congreso del Trabajo, por el momento manejado no por un incompetente, sino por un ser nocivo desde cualquier punto de vista. Quisieron utilizar el miedo, sin advertir que es un mal contagioso.
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