viernes, septiembre 22, 2006

Intolerables ataques a la libertad de expresión

colspan="2">Dos recientes ataques a la libertad de expresión, uno en Pasadena, California, y el otro en Ratisbona, Baviera, me han hecho recordar el prefacio que el escritor y periodista George Orwell escribió en su alegoría contra el totalitarismo stalinista, La Granja de los Animales: "Libertad significa tener el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír"


Todo empezó en Pasadena dos días antes de la elección presidencial de 2004, cuando en su sermón el antiguo pastor de la iglesia de Todos los Santos planteó un debate entre Jesucristo, el Presidente George W. Bush y el candidato demócrata John Kerry.

El reverendo Regas se abstuvo de apoyar a cualquiera de los candidatos pero no escatimó críticas al concepto de la guerra preventiva ante una entusiasta feligresía cuyo historial incluye su oposición al internamiento de los ciudadanos americanos/japoneses durante la Segunda Guerra Mundial; a la guerra en Vietnam; una visión compasiva y generosa de la inmigración, y el apoyo total a la inclusión de las mujeres en la jerarquía eclesiástica episcopal.
Sergio Muñoz Bata
www.elnorte.com.mx

Acudiendo al viejo expediente que le permitiera a las autoridades encarcelar al notorio gángster Al Capone, las autoridades fiscales le han ordenado a la Iglesia que entregue todos los documentos, expedientes y correos electrónicos que contengan cualquier referencia a cualquier candidato político durante el 2004.

La amenaza es transparente. Entre las condiciones que se les imponen a las iglesias, eximirlas de pagar impuestos es abstenerse de participar en actividades de campañas políticas. Prohibición insostenible en un país en guerra que tiene elecciones cada seis meses.

Pero hay además una cuestión de principios. ¿Cómo puede una iglesia no hablar sobre los muertos, la destrucción, los gastos y el impacto general de la guerra en el país? ¿Quién podría imaginar a un reverendo Martin Luther King silenciado por temor a las represalias que las autoridades de la época tomaron contra él por expresar desde y fuera del púlpito su rechazo a la segregación racial en Estados Unidos?

La iglesia anunció que contempla entablar un pleito legal contra la orden del Servicio de Rentas Internas (IRS) estadounidense, pues la considera un ataque a la libertad de religión y de expresión. Y si bien es evidente que la libertad de expresión tiene ciertas restricciones, por ejemplo cuando promueve el odio o incita una acción ilegal, la pregunta sería si oponerse a la guerra cabría en esta clasificación.

Y aquí es donde entra el reciente discurso del Papa Benedicto XVI que tanta conmoción ha creado en el mundo musulmán. El tema de la conferencia que el Papa dictó en su antigua alma mater fue la relación entre la religión y la violencia. Lo que el Pontífice defendió en su texto es la racionalidad de una religión que surge de la convergencia entre la fe religiosa cristiana y la razón que le viene de la filosofía griega. Su conclusión es un rechazo radical a valerse de la motivación religiosa para ejercer la violencia.

La mención al profeta del islam proviene de una cita de un Emperador bizantino y ocupa, si acaso, una de las diez cuartillas del texto. La reacción que se desató al hacerse público el discurso ha sido desproporcionada.

Así como sucedió cuando se publicaron las caricaturas danesas y cuando un fanático religioso musulmán, que confesó haber actuado por sus convicciones religiosas, asesinó al cineasta holandés Theo van Gogh, en represalia por su película denunciando el abuso a las mujeres musulmanas.

Entre los comentarios a la conferencia de Benedicto XVI, unos dicen que el Papa resultó ser un buen teólogo pero un pésimo político; otros dicen que es un político extraordinario y perverso empeñado en ahondar el conflicto entre dos civilizaciones. No ha faltado quien le reclame por ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio al hablar del uso de la violencia para inducir la religión. Otros más dicen que está pagando el noviciado y que esto debería servirle de lección para entender que lo que dice el Papa pesa.

Tanto en Pasadena como en Ratisbona lo evidente es que con ese tipo de reacciones en contra de la libertad de expresión lo que se busca es provocar la autocensura. La iglesia de Pasadena lo sabe y por ello se defenderá en las cortes. Espero que la disculpa que el Papa ha ofrecido a quienes se hayan sentido ofendidos con la cita no sirva para introducir más factores atemorizantes cada vez que alguien quiere hacer un comentario sobre las aberrantes conductas de quienes se amparan en su religión para cometer crímenes imperdonables.

sergio.munoz@latimes.com

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