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En días recientes, en su noticiario de radio, Adela Micha le decía a Carlos Navarrete, recién nombrado coordinador de los senadores del PRD, que no entendía por qué López Obrador hablaba de un cerco informativo, inexistente desde su perspectiva. ¿Existe tal cerco informativo o es tan sólo una alucinación más de la mente calenturienta y paranoica del Peje y de sus seguidores?
Cuando Carmen Aristegui entrevistó a Noé Rivera en su noticiario de W Radio, creí que el conflicto poselectoral daría un vuelco, y que ante semejante evidencia de lo que había pasado en estas elecciones, los medios que habían denostado el movimiento encabezado por López Obrador moderarían sus posiciones antagónicas al candidato agraviado. Obviamente no pasó nada y me quedé con las ganas de que López-Dóriga entrevistara al ex lugarteniente de la dirigente magisterial en horario triple A y de que, ya con los pelos de la burra en la mano, hiciera confesar a Elba Esther Gordillo sus pecados electorales en vivo y en directo. Noé Rivera —primero entrevistado por la revista Proceso y después por Carmen Aristegui— fue durante años persona cercanísima a Elba Esther Gordillo; despechado por haber sido expulsado del círculo íntimo —según él, cumpliendo el deber que le dicta su conciencia—, el ex secretario de Asuntos Electorales del SNTE soltó la sopa sobre el aceitadísimo aparato electoral del magisterio, y le dijo a Carmen, entre muchas otras cosas, que en el 2000 la profesora prometió operar a favor de Francisco Labastida —inducción del voto magisterial, acarreo de votantes, operativos mapachiles el día de la elección, etcétera— mientras en corto daba la instrucción de no mover un dedo para ayudar al candidato del PRI, y festejaba desde muy temprano la victoria del candidato del PAN. Habló también de la cercana relación que hay entre el yerno de Elba Esther y Luis Carlos Ugalde, de la creación irregular del partido Nueva Alianza y su muy irregular registro permitido por el consejero presidente del IFE, y de cómo el 2 de julio de 2006 se aplicó el operativo magisterial en toda la República para favorecer a Calderón y lograr el registro de Nueva Alianza. Todo esto, desde luego, mereció la atención de una periodista de excepción como Carmen Aristegui y la entrevista completa permaneció en el sitio de internet de W Radio por semanas. Sin embargo, nada de esto despertó la curiosidad del trío Joaquín-Adela-Carlos, conductores de los tres noticiarios más vistos del país. En una emisión del programa de análisis Tercer Grado, Carlos Loret y Víctor Trujillo comentaban chacoteramente que López Obrador había llevado al noticiario de radio de Loret decenas de cajas con las copias de miles de actas que, él alegaba, probaban las inconsistencias e irregularidades en setenta mil casillas. Comentaban que El Peje se había quejado del poco caso que se hizo a sus pruebas, y de que al día siguiente, cuando el mismo Loret había entrevistado a Luis Carlos Ugalde, no le había cuestionado nada sobre esas supuestas pruebas. Sorprendido por el reclamo, en Tercer Grado Carlos Loret preguntaba al aire —¿Y por qué tendríamos que investigar? ¡No somos investigadores!—. ¿Ah no? Me pregunto yo. ¿Entonces qué chingados son? ¿Voceros de la empresa donde trabajan? ¿Lectores de noticias sin otro compromiso que leer al aire lo que les proporcionen los editores?
Otro caso interesante es el del video de Ahumada confesando el complot desde las alturas. La mañana en que, otra vez Carmen Aristegui —y otra vez me pongo de pie— presentó en su programa el video de Ahumada cantando alegremente, volví a pensar que algo gordo iba a pasar ante semejante evidencia. Pensé que, una vez transmitido el video en los grandes noticiarios, la gente tendría elementos para evaluar el conflicto electoral desde otra perspectiva y que el presidente Fox, que tanto habla ahora de diálogo, tolerancia y acuerdos, sería severamente cuestionado. Otra vez me quedé con las ganas: tanto en el noticiario de Adela Micha como en el de López-Dóriga el tratamiento de la noticia fue igual y la nota prácticamente la misma. Se presentaron sólo fragmentos del video y en amabas emisiones se editorializó concluyendo la nota con una entrevista que Ciro Gómez Leyva le hizo a Carlos Ahumada, en la que el empresario sostiene que lo que aparece en los videos cubanos es un montaje, que sus confesiones fueron ensayadas para decir lo que los cubanos querían que dijera y que lo sometieron a tortura psicológica. Eso fue todo. ¿No resulta curioso que los mismos noticiarios hayan tenido en su momento todo el tiempo del mundo, y más, para pasar completos los videos, también editados, de Bejarano, Ponce e Ímaz, grabados por un empresario acusado formalmente de corrupción y filtrados a la empresa por manos anónimas —supuestamente—, pero que no hayan tenido once minutos para pasar completo el video de Carlos Ahumada hablando del complot contra López Obrador, editado como los anteriores, filtrado también por manos anónimas, en el que no se nota por ningún lado la tortura psicológica, sino que se puede apreciar a un Carlos Ahumada cooperativo, platicador y hasta contento? Entonces, cuando los videoescándalos, no se descalificaron las evidencias — como ahora— sino que se procedió a linchar en caliente al presunto culpable de corrupción. El video de Ahumada no es la única evidencia de que tal complot existió, y cualquier periodista con el mínimo interés de hacerlo podría fácilmente poner las piezas juntas, llegar a muy interesantes conclusiones y hacer candentes entrevistas, que vayan mucho, pero mucho más allá de la chabacanería, obsequiosidad y simpleza que caracterizó, por ejemplo, a la entrevista que al respecto le hizo Adela Micha a Diego Fernández de Cevallos, uno de los mencionados por Ahumada en el video de marras. Mucho énfasis se ha hecho en los medios de comunicación a las actitudes y declaraciones de López Obrador, quien, insisten, no respeta las instituciones. ¿Una acción concertada desde el poder mismo, en la que participaran desde el Presidente de la República, hasta el líder de los senadores del partido en el poder, pasando por el secretario de Gobernación y el procurador general de la República para aplastar a un adversario político utilizando para ello los recursos públicos, no es también una escandalosa falta de respeto a las instituciones? A mí me queda claro que sí; sin embargo, esto no es materia de investigación periodística ni para Joaquín, ni para Adela ni para Carlos. Más bien es material para el que fue el programa cómico estelar del Canal de las Estrellas. Lo que es el privilegio de mandar en la opinión pública, ¿verdad? ¿Y se pregunta Adela dónde está el cerco informativo?
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