PANISTAS DE VISION ESTRECHA Y LIMITADA.
La triste imagen del PAN.
Benedicto Ruiz Vargas.
Para empezar por una obviedad, el centro de la campaña electoral impulsada por el PAN, por su candidato y el poder federal, ha consistido en tratar de ganar votos no a partir de una propuesta consistente de gobierno, sino a partir de generar temor hacia un adversario en particular. Su estrategia es ganar votos alimentado el rechazo y el miedo hacia el candidato que considera más competitivo y con posibilidades de conquistar la presidencia.En ese afán por construir una imagen negativa del adversario, los panistas no dudaron en desatar una campaña denigrante, llena de mentiras y difamaciones, con ingredientes de odio e imágenes apocalípticas de Andrés Manuel López Obrador.
Con esas mentiras han esparcido rumores y han llenado las pantallas de la televisión, buscando crear una atmósfera de pánico ante la eventualidad de que un candidato llegue a la Presidencia y los ciudadanos pierdan sus propiedades, sus empleos, etcétera. Ni el anticomunismo más primitivo había recurrido en años recientes a esta estrategia.La campaña del miedo dio resultados en algunas capas de la población, pero de manera simultánea y quizá con mayor profundidad, ayudó a construir en otros sectores de la sociedad una imagen del PAN que antes no tenía, o que era desconocida en México.
Buscando generar pánico y horror en algunos grupos, el PAN y su candidato horrorizaron a una gran parte de la sociedad al ver cómo un partido que había defendido la dignidad de las personas, pasaba sin escrúpulo alguno a la mentira y la difamación como eje de su campaña.Hoy, pase lo que pase en la elección, esta imagen quedará indeleblemente ligada al panismo, lo mismo que otras imágenes que hemos visto a lo largo de esta campaña.
Entre éstas vale anotar las siguientes. El PAN es un partido que gana la presidencia en el 2000 arrastrado principalmente por el ímpetu de Fox y una circunstancia política que cristaliza en el deseo colectivo de terminar con más de setenta años de gobierno priista. Pero una vez en el gobierno, Fox y el panismo no entienden el significado de la alternancia y la metamorfosis cultural y política que vive el País.
Con una visión estrecha y limitada de lo que está cambiando en la base de la sociedad, Fox al igual que le sucede al panismo que gobierna en los estados y municipios, mediatiza todo proceso de transformación, sosteniendo la misma estructura jurídica y política del viejo sistema y adoptando las mismas pautas de las políticas económicas y sociales del priismo conservador.
El cambio para el panismo está simplemente en la esfera del gobierno (en la alternancia), pero no en las visiones o en nuevos mecanismos para gobernar y para crear una sociedad más justa.Bastaron seis años en la presidencia y tres lustros en algunos gobiernos locales, para que el PAN demostrara cuán reducida y estrecha es su noción del cambio.
Con toda la legitimidad política con la que arriba Fox a la presidencia, más el impulso generado por las expectativas de un nuevo gobierno, había como nunca las condiciones para emprender cambios profundos en el trazo de un nuevo proyecto para el País. Pero Fox, como lo sabemos ahora, estaba lejos de proponérselo o por lo menos intentarlo, desperdiciando trágicamente una oportunidad histórica e irrepetible para el País.
Los obstáculos para lograr estos cambios no están, como se dice insistentemente, en las nuevas características de una presidencia acotada o de un nuevo equilibrio de poder en México. Están en la misma visión del cambio que tiene el PAN y que antes tuvo el régimen dominado por el PRI. Es decir, su noción de cambio no pasa por la afectación de los privilegios y la acumulación de la riqueza que han hecho unos cuantos a costa de su poder económico y político.
Porque más allá de la alternancia y las nuevas reglas de la democracia, el corazón del problema en México sigue estando en su profunda desigualdad social.Tanto el PRI como el PAN han gobernado de manera preferente para las élites o para los sectores más privilegiados de la sociedad, respondiendo a sus intereses y a sus necesidades de mayores ganancias. Son estas élites las que influyen, acotan y controlan a los gobiernos y en muchos casos dirigen a los partidos, las que definen (o influyen en) las políticas económicas y la orientación del gasto social, las que establecen los parámetros de apoyo a los pobres y rigen los criterios de la gobernabilidad.
Cuando surge la posibilidad de que haya un gobierno con otra visión sobre las necesidades de las mayorías, es decir de los pobres, las élites alertan sobre el peligro del populismo, el estatismo y la demagogia. En su visión, un proyecto igualitario socava la estabilidad del Estado y subvierte el orden social, descarrila las finanzas de los gobiernos y pone en riesgo la paz y la tranquilidad social. Para las élites, las mayorías son el hoyo negro para los que no alcanzan los recursos del Estado. Esta es la visión que el PAN y las élites mexicanas han trasmitido con fuerza en esta campaña política. Su temor es que sean éstas mayorías las que puedan tener un gobierno que responda a sus necesidades.
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.