Denise Dresser
El PRI como aliado indispensable. El PRI como comparsa necesaria. El PRI como enemigo con el cual hay que dormir, aunque sea con un cuchillo debajo de la cama. El PRI convertido en oposición leal, que le levanta el brazo a Felipe Calderón pero le tuerce el otro detrás de la espalda. Una relación incómoda que los panistas tendrán que aceptar para poder sobrevivir. Una alianza estratégica que los panistas tendrán que forjar para poder gobernar.
Una negociación difícil a la cual Calderón arriba arrinconado por AMLO y se verá obligado a pactar con los priistas para marginarlo. Y eso podría llevar a las reformas que el PAN tanto pregona, pero a un precio cada vez más alto. Porque el PRI prometerá colaborar con el PAN al mismo tiempo que coquetea con el PRD. Se dirá leal pero si surge una oportunidad mejor, dejará de serlo.
Curioso cambio de papeles. Curioso revés de roles. Durante décadas el PAN -no el PRI- fue aquello que el politólogo Juan Linz definió como "la oposición leal"; la fuerza política que actuaba conforme a las reglas del juego aunque no estuviera de acuerdo con ellas. El partido cuya existencia legitimaba la democracia al estilo PRI, aunque no fuera su principal beneficiaria. La organización electoral dispuesta a contender, aunque estuviera lejos de poder ganar. Una oposición institucional, legal, dispuesta a quedarse con una porción pequeña del poder con tal de compartirlo. Siempre promoviendo la negociación, siempre aceptando la concertacesión, siempre empujando los límites del sistema pero -al mismo tiempo- manteniéndose dentro de él.
El PRI como fuerza predominante pero no mayoritaria necesitaba esa ayuda desde 1988 y estaba dispuesto a pagar por ella. Con gubernaturas; con reformas electorales; con reformas constitucionales; con todo aquello que los panistas necesitaban y que los priistas estaban dispuestos a conceder. Pero actualmente el balance de fuerzas ha cambiado y el papel estabilizador que antes cumplía el PAN, ahora le toca al PRI. Declarando presidente electo a Felipe Calderón y reconociéndolo. Exhortando a todos los partidos a respetar el fallo del Tribunal Electoral federal e insistiendo en que es inapelable. Comportándose como un partido de centro responsable ante una izquierda que ha dejado de serlo. El PRI convertido en king maker, jurándole lealtad al rey mientras exige cogobernar con él.
Pero esa lealtad costará cara, y los priistas lo saben. Esa lealtad se concederá a un precio muy alto y los priistas lo entienden. Y por eso su doble mensaje, su doble discurso, su uso constante de zanahorias y garrotes. Un papel dual, evidenciado lo largo del posicionamiento priista durante la ceremonia fallida del Informe. La patada a Vicente Fox y la recriminación constante a su gobierno. La crítica al cerco alrededor del Congreso y su condena vehemente a él. La condena constante al primer sexenio panista y cómo se desperdició. La declaración de Emilio Gamboa sugiriendo que la decisión del Tribunal en favor de Felipe Calderón es tan inatacable como lo fue la designación de Victoriano Huerta. El PRI tácitamente acepta la alianza con el PAN pero hará todo lo posible para cobrarla. El PRI se posiciona como oposición "leal" pero, al mismo tiempo, sugiere que en cualquier momento podría dejar de actuar así.
Porque quiere inmunidad, quiere protección, quiere recuperar a través de negociaciones tras bambalinas parte del poder que perdió en las urnas. Quiere seguir jugando el viejo juego de pactos entre las élites porque eso es lo que sabe hacer mejor. Quiere -en ciertos casos- empujar hacia adelante leyes o reformas estructurales con las cuales algunos de sus líderes obtendrían un claro beneficio. Quiere pararse del lado de las instituciones porque para el PRI, tal y como están, han funcionado. Eso es lo que revela la grabación del intercambio entre Emilio Gamboa y Kamel Nacif: "Vamos a hacer la reforma del hipódromo para hacer juego desde allí... 'Dale pa'trás papá...' 'Pos entonces va pa'trás... Esa chingadera no pasa en el Senado'". Evidencia fehaciente del partido corrompido al frente de las instituciones capturadas. Evidencia incontrovertible del priismo rapaz que equipara la tarea de gobernar con el derecho de acumular.
Y ése es el PRI con el cual al PAN no le queda más remedio que invitar. Seducir. Negociar. Pactar. Un Felipe Calderón asediado a la merced de un priismo envalentonado. Un Felipe Calderón asolado a la merced de un priismo exigente, ante el cual tiene que ceder porque no le queda más remedio. Promoviendo la permanencia de Ulises Ruiz; aceptando una alianza electoral en Chiapas; prometiendo puestos para el PRI en el gabinete y porciones importantes de poder a quienes formen parte de él. Porque AMLO sigue y seguirá allí. Porque AMLO amenaza con crear un gobierno itinerante para confrontar -a cada paso y en toda ocasión- al gobierno legal. Porque AMLO quiere tumbar al gobierno y el PAN requiere el apoyo del PRI para impedir que lo haga.
El PAN necesita que el PRI defienda las instituciones aunque muchas sean indefendibles. Necesita que el PRI le ayude a emprender reformas políticas y electorales que le den capital político a Felipe Calderón, porque llega a la presidencia con poco entre las manos. Necesita que el PRI se pare del lado del sistema, porque AMLO paseará por toda la República hablando sobre la necesidad de refundarlo. Necesita que el PRI le jure lealtad, porque la segunda fuerza política del país ha declarado que jamás lo hará. Necesita que el PRI cogobierne desde el Congreso, porque López Obrador ha anunciado que buscará gobernar desde las calles. Sin la ayuda del PRI, Felipe Calderón simplemente no podrá sentarse en la silla presidencial y sobrevivir el sexenio aferrado a ella.
Y precisamente esa urgencia panista explica el jugueteo priista. El vaivén de sus líderes. La declaración de Manlio Fabio Beltrones sobre la necesidad de "iniciativas incluyentes" porque la política de exclusión no conduce más que a la crispación de ánimos y a la destrucción". La postura ambigua de Emilio Gamboa, declarando que "no hay agenda, no hay acuerdos", mientras los produce y en su beneficio. Anunciando que el PRI no ayudará al PAN a sacar las reformas estructurales como lo intentó hacer Elba Esther Gordillo, mientras mueve sus piezas para que eso ocurra bajo su control. Gamboa está consciente de que si no obtiene lo que quiere, para el PRI siempre estará la opción del éxodo. La tentación de la traición. La posibilidad de ser oposición leal que se vuelve desleal si López Obrador le hace una oferta mejor.
Porque la atracción para los priistas está allí en la retórica del nacionalismo revolucionario que AMLO insiste en desempolvar. No a las reformas estructurales. No a la privatización del petróleo. No a la participación del sector privado. No a la globalización. No a la liberalización comercial. No al modelo económico de los últimos veinte años. Una posición retomada y reflejada por el dirigente de la Confederación Nacional Campesina, brazo corporativo del PRI: "Los cenecistas estamos cansados de votar contra la pobreza y seguir siendo pobres, y cansados de votar para abrazar a un gobierno que apoya una política neoliberal que mucho nos ha perjudicado". Una posición compartida por miles de priistas que se declaran cansados del "travestismo ideológico", de las "ideas modernizadoras", de las posturas de centro-derecha que el PRI ofrece asumir otra vez. Una posición empujada por miles de priistas para quienes el PAN es el adversario histórico de la Revolución Mexicana y no un partido con el cual sea deseable pactar.
Todas estas son malas noticias para Felipe Calderón y su equipo. Todas estas son perspectivas peligrosas para el PAN y la colaboración que quiere concretar en el Congreso. Porque quizás obtenga las reformas que busca, pero fortaleciendo a un partido al que tendrá que pagarle con sangre. Porque quizás logre los acuerdos que necesita, pero concediendo ventajas a una oposición semileal que, en cualquier momento, podría darle la espalda. El PAN enfrenta la tarea de reformar rápidamente al sistema político para evitar su destrucción, pero su único aliado ha demostrado ser poco confiable. Está obligado, por las circunstancias de la crisis poselectoral, a negociar con una fuerza política cuya lealtad necesita pero está lejos de obtener. Y no tiene otra opción. Ante esa realidad sólo cabe -parafraseando a Voltaire- desearle a Calderón que Dios lo defienda de sus "amigos". ?
Una negociación difícil a la cual Calderón arriba arrinconado por AMLO y se verá obligado a pactar con los priistas para marginarlo. Y eso podría llevar a las reformas que el PAN tanto pregona, pero a un precio cada vez más alto. Porque el PRI prometerá colaborar con el PAN al mismo tiempo que coquetea con el PRD. Se dirá leal pero si surge una oportunidad mejor, dejará de serlo.
Curioso cambio de papeles. Curioso revés de roles. Durante décadas el PAN -no el PRI- fue aquello que el politólogo Juan Linz definió como "la oposición leal"; la fuerza política que actuaba conforme a las reglas del juego aunque no estuviera de acuerdo con ellas. El partido cuya existencia legitimaba la democracia al estilo PRI, aunque no fuera su principal beneficiaria. La organización electoral dispuesta a contender, aunque estuviera lejos de poder ganar. Una oposición institucional, legal, dispuesta a quedarse con una porción pequeña del poder con tal de compartirlo. Siempre promoviendo la negociación, siempre aceptando la concertacesión, siempre empujando los límites del sistema pero -al mismo tiempo- manteniéndose dentro de él.
El PRI como fuerza predominante pero no mayoritaria necesitaba esa ayuda desde 1988 y estaba dispuesto a pagar por ella. Con gubernaturas; con reformas electorales; con reformas constitucionales; con todo aquello que los panistas necesitaban y que los priistas estaban dispuestos a conceder. Pero actualmente el balance de fuerzas ha cambiado y el papel estabilizador que antes cumplía el PAN, ahora le toca al PRI. Declarando presidente electo a Felipe Calderón y reconociéndolo. Exhortando a todos los partidos a respetar el fallo del Tribunal Electoral federal e insistiendo en que es inapelable. Comportándose como un partido de centro responsable ante una izquierda que ha dejado de serlo. El PRI convertido en king maker, jurándole lealtad al rey mientras exige cogobernar con él.
Pero esa lealtad costará cara, y los priistas lo saben. Esa lealtad se concederá a un precio muy alto y los priistas lo entienden. Y por eso su doble mensaje, su doble discurso, su uso constante de zanahorias y garrotes. Un papel dual, evidenciado lo largo del posicionamiento priista durante la ceremonia fallida del Informe. La patada a Vicente Fox y la recriminación constante a su gobierno. La crítica al cerco alrededor del Congreso y su condena vehemente a él. La condena constante al primer sexenio panista y cómo se desperdició. La declaración de Emilio Gamboa sugiriendo que la decisión del Tribunal en favor de Felipe Calderón es tan inatacable como lo fue la designación de Victoriano Huerta. El PRI tácitamente acepta la alianza con el PAN pero hará todo lo posible para cobrarla. El PRI se posiciona como oposición "leal" pero, al mismo tiempo, sugiere que en cualquier momento podría dejar de actuar así.
Porque quiere inmunidad, quiere protección, quiere recuperar a través de negociaciones tras bambalinas parte del poder que perdió en las urnas. Quiere seguir jugando el viejo juego de pactos entre las élites porque eso es lo que sabe hacer mejor. Quiere -en ciertos casos- empujar hacia adelante leyes o reformas estructurales con las cuales algunos de sus líderes obtendrían un claro beneficio. Quiere pararse del lado de las instituciones porque para el PRI, tal y como están, han funcionado. Eso es lo que revela la grabación del intercambio entre Emilio Gamboa y Kamel Nacif: "Vamos a hacer la reforma del hipódromo para hacer juego desde allí... 'Dale pa'trás papá...' 'Pos entonces va pa'trás... Esa chingadera no pasa en el Senado'". Evidencia fehaciente del partido corrompido al frente de las instituciones capturadas. Evidencia incontrovertible del priismo rapaz que equipara la tarea de gobernar con el derecho de acumular.
Y ése es el PRI con el cual al PAN no le queda más remedio que invitar. Seducir. Negociar. Pactar. Un Felipe Calderón asediado a la merced de un priismo envalentonado. Un Felipe Calderón asolado a la merced de un priismo exigente, ante el cual tiene que ceder porque no le queda más remedio. Promoviendo la permanencia de Ulises Ruiz; aceptando una alianza electoral en Chiapas; prometiendo puestos para el PRI en el gabinete y porciones importantes de poder a quienes formen parte de él. Porque AMLO sigue y seguirá allí. Porque AMLO amenaza con crear un gobierno itinerante para confrontar -a cada paso y en toda ocasión- al gobierno legal. Porque AMLO quiere tumbar al gobierno y el PAN requiere el apoyo del PRI para impedir que lo haga.
El PAN necesita que el PRI defienda las instituciones aunque muchas sean indefendibles. Necesita que el PRI le ayude a emprender reformas políticas y electorales que le den capital político a Felipe Calderón, porque llega a la presidencia con poco entre las manos. Necesita que el PRI se pare del lado del sistema, porque AMLO paseará por toda la República hablando sobre la necesidad de refundarlo. Necesita que el PRI le jure lealtad, porque la segunda fuerza política del país ha declarado que jamás lo hará. Necesita que el PRI cogobierne desde el Congreso, porque López Obrador ha anunciado que buscará gobernar desde las calles. Sin la ayuda del PRI, Felipe Calderón simplemente no podrá sentarse en la silla presidencial y sobrevivir el sexenio aferrado a ella.
Y precisamente esa urgencia panista explica el jugueteo priista. El vaivén de sus líderes. La declaración de Manlio Fabio Beltrones sobre la necesidad de "iniciativas incluyentes" porque la política de exclusión no conduce más que a la crispación de ánimos y a la destrucción". La postura ambigua de Emilio Gamboa, declarando que "no hay agenda, no hay acuerdos", mientras los produce y en su beneficio. Anunciando que el PRI no ayudará al PAN a sacar las reformas estructurales como lo intentó hacer Elba Esther Gordillo, mientras mueve sus piezas para que eso ocurra bajo su control. Gamboa está consciente de que si no obtiene lo que quiere, para el PRI siempre estará la opción del éxodo. La tentación de la traición. La posibilidad de ser oposición leal que se vuelve desleal si López Obrador le hace una oferta mejor.
Porque la atracción para los priistas está allí en la retórica del nacionalismo revolucionario que AMLO insiste en desempolvar. No a las reformas estructurales. No a la privatización del petróleo. No a la participación del sector privado. No a la globalización. No a la liberalización comercial. No al modelo económico de los últimos veinte años. Una posición retomada y reflejada por el dirigente de la Confederación Nacional Campesina, brazo corporativo del PRI: "Los cenecistas estamos cansados de votar contra la pobreza y seguir siendo pobres, y cansados de votar para abrazar a un gobierno que apoya una política neoliberal que mucho nos ha perjudicado". Una posición compartida por miles de priistas que se declaran cansados del "travestismo ideológico", de las "ideas modernizadoras", de las posturas de centro-derecha que el PRI ofrece asumir otra vez. Una posición empujada por miles de priistas para quienes el PAN es el adversario histórico de la Revolución Mexicana y no un partido con el cual sea deseable pactar.
Todas estas son malas noticias para Felipe Calderón y su equipo. Todas estas son perspectivas peligrosas para el PAN y la colaboración que quiere concretar en el Congreso. Porque quizás obtenga las reformas que busca, pero fortaleciendo a un partido al que tendrá que pagarle con sangre. Porque quizás logre los acuerdos que necesita, pero concediendo ventajas a una oposición semileal que, en cualquier momento, podría darle la espalda. El PAN enfrenta la tarea de reformar rápidamente al sistema político para evitar su destrucción, pero su único aliado ha demostrado ser poco confiable. Está obligado, por las circunstancias de la crisis poselectoral, a negociar con una fuerza política cuya lealtad necesita pero está lejos de obtener. Y no tiene otra opción. Ante esa realidad sólo cabe -parafraseando a Voltaire- desearle a Calderón que Dios lo defienda de sus "amigos". ?
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