sábado, mayo 27, 2006

Espartaco era todo lo que los romanos no eran

Los testimonios sobre Espartaco, las historias de su mujer Varinia, los relatos de las hazañas rebeldes, etc. «(Roma) estaba obsesionada con Espartaco, porque Espartaco era todo lo que los romanos no eran».

En efecto, durante los últimos años de la República la corrupción ha penetrado todos los hilos que tejen Roma, las distintas clases sociales (patricios, caballeros, comerciantes, etc.) se relacionan entre sí mediante la violencia y el desprecio recíproco, la única significación que mantiene unida a la sociedad es el objetivo de acumular poder y dinero, los valores dominantes están troquelados en el molde de una sociedad del espectáculo: presente perpetuo, imagen y superficie.

El circo, el cinismo hiper-sofisticado, el poderío militar, la libertad de las costumbres no colman de satisfacción a nadie: la angustia roe por dentro el corazón de la bárbara grandeza de Roma. La organización social es una pantalla que no deja contemplar de frente y medirse al hecho decisivo que fundamenta todo el andamiaje colectivo: Roma es un gigantesco parásito que absorbe la fuerza y la vida entera de los esclavos, verdaderos productores del mundo.

Desde la educación hasta la economía, la vida de Roma entera está cimentada sobre la sangre y los huesos de los esclavos, la «herramienta que habla». Por eso, como explica Cicerón, «un levantamiento de los esclavos implica más guerras que todas nuestras conquistas».

Roma se basa en la producción masiva de miedo, desconfianza y resignación entre quienes la sustentan materialmente. Pero cuando un día los gladiadores desobedecen la máxima que se les tatúa diariamente en el alma, «gladiador, no hagas amistad con gladiadores», todo el edificio social salta por los aires.

Los romanos (y son los más grandes de entre ellos quienes hablan) se descubren patéticos hombres huecos frente a la afirmación práctica y rebelde de dignidad, libertad, igualdad, fraternidad.

PRESENTACION

"Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de lucha de clases."

Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos, dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos...."

El Manifiesto Comunista, K. Marx y F. Engels
El Estado del Sol

"Necesitamos una ciudad, -dijo Espartaco- pero no sólo una ciudad, sino muchas, una fraternidad de ciudad de esclavos, en las que no habrá esclavos.

-¿Por qué los fuertes deben servir a los débiles? ¿Por qué los duros deben servir a los blandos, por qué la mayoría debe servir a unos pocos? Custodiamos su ganado y sacamos al ternero sangrante de las entrañas de su madre, aunque no se trate de nuestro rebaño. Construimos estanques donde nunca podremos bañarnos. Nosotros somos la mayoría y estamos obligados a servir a unos pocos. Explicadme porqué.

Somos la mayoría -dijo Espar-taco- y si les hemos servido es porque estábamos ciegos y no buscábamos razones, pero ahora que empezamos a hacernos preguntas, han dejado de tener poder sobre nosotros. Os lo aseguro, en cuanto nosotros comencemos a buscar razones, ellos estarán acabados y se pudrirán como el cuerpo de un hombre a quien han arrancado los brazos y las piernas.

Os lo repito, necesitamos esas ciudades amuralladas, cuyos muros nos protejan... no tenemos máquinas de sitio y las murallas no caen por sí solas. Sin embargo, acamparemos frente a ellas y a través de todas sus puertas o rendijas, enviaremos mensajes a los siervos del interior, repitiendo nuestro mensaje una y otra vez hasta que llegue a sus oídos: ‘Los gladiadores quieren preguntaros por qué los fuertes deben servir a los débiles, por qué la mayoría debe servir a unos pocos’. Estas palabras caerán sobre ellos como una lluvia de piedras de las más poderosas catapultas, los siervos de la ciudad las oirán y alzarán sus voces para unir su fuerza a la nuestra. Entonces ya no habrá murallas".