La enésima gira del presidente Vicente Fox Quesada por Veracruz fue el marco para que el panista asumiera una actitud frontal en contra de la resistencia civil que lleva a cabo en el Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador, y dejó ver cómo planteará el cierre de su gestión ante la cada vez más evidente intención de la oposición pejista: conseguir la desaparición de poderes.
De entrada, Fox insistió en la defensa histórica –igualito que lo hacían los gobiernos priistas durante la época del presidencialismo hegemónico– de las instituciones y de los avances de todos los mexicanos –¿pues no que el PRI era lo peor que le había pasado al país?–, en una actitud francamente oportunista y que evidencia la pobreza discursiva del panismo.
Pero el guanajuatense fue más allá, y como lo hiciera en su anterior visita al estado, cuando reivindicó el pensamiento juarista, ahora hizo lo mismo con Lázaro Cárdenas, a quien puso como ejemplo de su patriotismo, pues recordó que hace setenta años el presidente convocó a la nación a defender “unidos” el patrimonio de los mexicanos, mensaje sin dudas dirigido a López Obrador y sus huestes.
Fox buscó contrastar la actitud “rebelde” y convenenciera del Peje con lo que supone una actitud patriótica, la de Cárdenas, al requisar el petróleo, y volvió a convocar a la unidad nacional “para privilegiar los intereses de México por encima de los particulares o de un solo grupo”.
El plan foxista de recuperar referentes históricos para deslegitimar la movilización perredista es una clara señal de que las cosas se le están saliendo de control y pueden descomponerse aún más, desde el momento en que ya hubo el primer enfrentamiento entre las fuerzas federales de seguridad y manifestantes perredistas cuando éstos intentaban sitiar ayer el palacio de San Lázaro.
Por supuesto que de haberse logrado plantar alrededor de la sede de la legislatura federal, la situación política del país habría empeorado de tal manera que hubiera sido imposible que la nueva camada de legisladores tomara posesión de sus curules, creando un gran vacío y una falta de legitimación del Poder Legislativo al ni siquiera poder entrar al recinto, pues el propósito está claro: si no hay ese equilibrio de poderes, y el Ejecutivo está siendo torpedeado, la presión política alcanzaría su meta final: declarar la desaparición de poderes, algo que ya dejó entrever López Obrador en varias ocasiones.
Por lo pronto, al único caballo que le hace falta subirse al panista es al del nacionalismo de Jesús Reyes Heroles, o al revolucionario de Fidel Castro, en busca del discurso de coyuntura, lo que da cuenta de la carencia de argumentación histórica propia del PAN para defender sus causas, en este caso, su eventual triunfo electoral.
De entrada, Fox insistió en la defensa histórica –igualito que lo hacían los gobiernos priistas durante la época del presidencialismo hegemónico– de las instituciones y de los avances de todos los mexicanos –¿pues no que el PRI era lo peor que le había pasado al país?–, en una actitud francamente oportunista y que evidencia la pobreza discursiva del panismo.
Pero el guanajuatense fue más allá, y como lo hiciera en su anterior visita al estado, cuando reivindicó el pensamiento juarista, ahora hizo lo mismo con Lázaro Cárdenas, a quien puso como ejemplo de su patriotismo, pues recordó que hace setenta años el presidente convocó a la nación a defender “unidos” el patrimonio de los mexicanos, mensaje sin dudas dirigido a López Obrador y sus huestes.
Fox buscó contrastar la actitud “rebelde” y convenenciera del Peje con lo que supone una actitud patriótica, la de Cárdenas, al requisar el petróleo, y volvió a convocar a la unidad nacional “para privilegiar los intereses de México por encima de los particulares o de un solo grupo”.
El plan foxista de recuperar referentes históricos para deslegitimar la movilización perredista es una clara señal de que las cosas se le están saliendo de control y pueden descomponerse aún más, desde el momento en que ya hubo el primer enfrentamiento entre las fuerzas federales de seguridad y manifestantes perredistas cuando éstos intentaban sitiar ayer el palacio de San Lázaro.
Por supuesto que de haberse logrado plantar alrededor de la sede de la legislatura federal, la situación política del país habría empeorado de tal manera que hubiera sido imposible que la nueva camada de legisladores tomara posesión de sus curules, creando un gran vacío y una falta de legitimación del Poder Legislativo al ni siquiera poder entrar al recinto, pues el propósito está claro: si no hay ese equilibrio de poderes, y el Ejecutivo está siendo torpedeado, la presión política alcanzaría su meta final: declarar la desaparición de poderes, algo que ya dejó entrever López Obrador en varias ocasiones.
Por lo pronto, al único caballo que le hace falta subirse al panista es al del nacionalismo de Jesús Reyes Heroles, o al revolucionario de Fidel Castro, en busca del discurso de coyuntura, lo que da cuenta de la carencia de argumentación histórica propia del PAN para defender sus causas, en este caso, su eventual triunfo electoral.
1 comentario:
El camaleónico PAN. Calderón es un Tartufo.
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