La hipótesis según la cual la "mano invisible del mercado" conduce Providencialmente el accionar espontáneo de los agentes económicos privados, de modo que el mercado libre -sin intromisiones del Estado- es la mejor garantía del desarrollo económico y del pasaje al primer mundo, está siendo cada vez más reconocida como una hipótesis inexacta y anticuada.
Así, en su Informe sobre el desarrollo mundial 2006, el Banco Mundial reconoce: "Los mercados de los países en desarrollo presentan muchas deficiencias, en particular los mercados de crédito, seguros, tierra y capital humano. Por este motivo, es fácil que los recursos no se destinen adonde se puede obtener el máximo rendimiento". "La respuesta idónea sería corregir las deficiencias del mercado".
Previamente, el mismo mellizo de Bretton Woods había señalado: "Un Estado eficaz es imprescindible para poder contar con los bienes y servicios -y las normas e instituciones- que hacen posible que los mercados prosperen y que las personas tengan una vida más saludable y feliz. En su ausencia, no puede alcanzarse el desarrollo sostenible ni en el plano económico ni en el social". (Banco Mundial, El Estado en un mundo de transformación, Informe sobre el desarrollo mundial 1997). En general, desde fines de los años 80 -y sobre todo desde los 90- se ha venido conformando un renovado consenso entre los economistas del desarrollo sobre las funciones primordiales del Estado.
Entre estas funciones destacan: 1) resguardar y desarrollar el marco jurídico e institucional que asegure la convivencia social pacífica, los derechos civiles, el cumplimiento de los contratos, la protección de los derechos de propiedad, la seguridad nacional y la protección del ambiente; 2) la formación de recursos humanos, a través de la educación, el impulso a la ciencia y la tecnología y el apoyo a la capacitación laboral; 3) la provisión de la infraestructura física esencial, particularmente en obras de comunicación y servicios urbanos; 4) el despliegue de políticas sociales de salud, previsión social, vivienda, superación de la pobreza y protección de grupos vulnerables.
Además, las responsabilidades directas del Estado en el desempeño económico son también reconocidas: 1) políticas macroeconómicas contracíclicas (monetaria y fiscal), a fin de promover el crecimiento sostenido del producto nacional y del empleo; 2) creación de instituciones reguladoras y supervisoras del sistema financiero, a fin de garantizar su solidez y el cumplimiento eficiente de sus funciones de intermediación; 3) promover y cuidar la competencia económica en los mercados, así como establecer regulaciones que frenen los abusos de los poderes monopólicos o dominantes; 4) corrección o compensación de fallas de mercado subsistentes, por ejemplo, sistemas de crédito frecuentemente inaccesibles para las pequeñas empresas; 5) despliegue de políticas de fomento económico sectoriales, para impulsar el desarrollo de actividades económicas estratégicas, incluidas las industrias de alta tecnología cuyos efectos positivos sobre la innovación y el desarrollo tecnológico nacional justifican apoyos especiales.
Hoy día, hasta el Banco Mundial -en tránsito hacia el posconsenso de Washington- reconoce la importancia de las políticas públicas para superar el subdesarrollo y conseguir elevadas tasas de crecimiento económico. "Muchas de las economías con mayor tradición industrial -reconoció en su Informe sobre el desarrollo mundial 1997- se valieron de diversos mecanismos para estimular el crecimiento del mercado en sus etapas iniciales de desarrollo.
"Más recientemente, Japón, República de Corea y otros países de Asia Oriental, además de asegurar la existencia de los factores económicos, sociales e institucionales fundamentales, han utilizado toda una gama de instrumentos para la promoción del mercado. En algunos casos, las intervenciones han sido bastante complejas, por ejemplo, el uso de subvenciones en forma muy estratégica".
Hace medio siglo, el reconocido fundador de la Teoría del Desarrollo y premio Nobel de Economía 1979, Arthur Lewis, había observado: "Los gobiernos pueden ejercer una influencia notable en el crecimiento económico. Si hacen lo que deben, el crecimiento se acelera. Por el contrario, si hacen muy poco o lo hacen mal el desarrollo se retarda".
Ahora bien, puesto que los países subdesarrollados presentan mayores fallas de mercado, grandes rezagos técnicos y educativos, mayor escasez de ahorros, etcétera, debe admitirse que el Estado tiene que desempeñar un papel más activo en el desarrollo.
Ya lo había advertido Arthur Lewis: "Cuanto más atrasado sea el país tanto mayor será el campo abierto a la actuación del gobierno (.). De aquí que sea una desgracia para un país atrasado tener un gobierno que se limite al laissez-faire, ya sea por indolencia o por convicción filosófica".
Esta ha sido precisamente la desgracia de México y otros países convertidos en laboratorios de experimentación neoliberal: sus estrategias económicas tienen en común la fe supersticiosa en la mano invisible del mercado como garantía de prosperidad (como reza la célebre frase: "La mejor política industrial es no tener política industrial"), convicción que constituye la piedra filosofal del Consenso de Washington.
Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM
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