Raymundo Riva Palacio
25 de agosto de 2006
La capital de Oaxaca se ha convertido en un centro de entrenamiento ideal para las guerrillas urbanas
P ara que una guerrilla tenga probabilidades de éxito se requieren unos 10 años de adoctrinamiento entre la población para ir construyendo una base social que los esconda, les dé alimentos y le sirvan de correo; redes de financiamiento para comprar armas, vehículos y adquirir casas de seguridad; y reclutamiento y entrenamiento de militantes para preparar la lucha armada. Una vez consolidadas esas fases, están en posibilidades, con fuerza, movilidad y capacidad logística para enfrentar al Estado que pretenden derrocar mediante una estrategia de guerra popular prolongada.
La falta de esta metodología propició el aniquilamiento de la guerrilla de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas en los 60, y el abatimiento de los movimientos armados que le sucedieron, algunos tan militarmente preparados como el Movimiento Armado Revolucionario cuyas células fueron entrenadas en Corea del Norte, o intelectualmente más sofisticados como la Liga Comunista 23 de Septiembre. Las guerrillas tuvieron un momento de esplendor con el EZLN, aunque paradójicamente, para su conceptualización de lucha armada, los zapatistas son un movimiento pequeño burgués que, en función de resultados, realmente sirvieron poco más allá de colocar en la agenda nacional el tema indígena. Hoy, vista la forma de organización y operación de grupos sin cabezas claras en Oaxaca, se puede plantear como hipótesis de trabajo que podemos estar viendo una nueva fase guerrillera en México.
Durante esta semana, lo que se ha podido apreciar en la capital de Oaxaca es una organización de lucha armada que realizó simulacros para la toma del poder: sitió la ciudad, derrocó al poder constitucional, tomó estaciones de radio y golpeó militarmente destacamentos de policía. La forma como desarrollaron sus acciones es lo suficientemente clara para entender que no se trata de una organización social a secas, ni una simple Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca que sólo pretendía enfrentar las arbitrariedades del gobernador Ulises Ruiz. La hipótesis de trabajo se alimenta con la añeja infiltración del Ejército Popular Revolucionario (EPR) en la Coordinadora magisterial que inició el conflicto en Oaxaca y que fue desplazada y rebasada por cuadros extramagisterio.
La sección 22 del SNTE, que en Oaxaca tiene la expresión mayoritaria de la Coordinadora, que es una fuerza disidente dentro del sindicato, también está en control de la sección 9, que se encuentra en el Distrito Federal, con lazos viejos con el PROCUP-Partido de los Pobres, nacido en Oaxaca y Guerrero.
El EPR nació en sociedad en 1996, un año después de la matanza en Aguas Blancas, donde leyeron un comunicado en el que proponían, como tres de sus cinco puntos principales, "remover el gobierno mexicano ilegítimo y a las fuerzas externas que lo sostienen; restaurar la soberanía popular, e implementar el cambio económico, político y social". Al presentarse en público señalaron que las condiciones de "explotación y opresión" contra el pueblo eran similares a las que habían llevado a las armas a Cabañas y Vázquez Rojas, iniciando una década de acciones militares esporádicas donde nunca se enfrentaron frontalmente al Estado. Pero el EPR ya venía operando desde años atrás, y desde el 1 de mayo de 1994 formaban parte de una estructura política y militar única designada Partido Democrático Popular Revolucionario, gobernado por un comité central que agrupaba a 14 organizaciones guerrilleras, entre ellas el Procup-Partido de los Pobres, asimilado por el EPR.
Aunque desde entonces han aparecido nuevos grupos, algunos de ellos desprendidos del EPR, se calcula que esta guerrilla tiene presencia en cuando menos 11 estados. A lo largo de este tiempo han actuado con operaciones guerrilleras clásicas de golpear y replegarse contra militares y policías, y también tienen entre sus antecedentes la toma de dos estaciones de radio en Oaxaca, capital en diciembre de 1996. Sin embargo, nunca habían tenido la oportunidad de probar estrategias y a sus cuadros en un campo de batalla y tiempos reales. El gobierno de Ruiz denunció este martes la presencia guerrillera en Oaxaca capital, lo cual fue desmentido el jueves por el gobierno federal.
La realidad, sin embargo, apoya más la denuncia del gobierno de Oaxaca de que el problema que enfrentan es con la guerrilla urbana. Al EPR se le han venido añadiendo aliados tácticos, como la corriente revolucionaria trostkysta que, a través de su órgano de difusión El Militante, publicó el pasado 17 de agosto un texto sobre "La lucha contra el fraude y el camino de Oaxaca", donde denuncia "el fraude electoral" supuestamente cometido por el presidente Vicente Fox y, respaldando la resistencia emprendida por Andrés Manuel López Obrador, plantea agudizar las contradicciones y la creación, evocación guevariana, de "crear uno, dos, tres Oaxacas". Este apoyo a López Obrador no puede ser visto como viajeros en el mismo barco, sino como un planteamiento táctico de la guerrilla aprovechando la creación de condiciones políticas que les abre el candidato de la coalición Por el Bien de Todos.
El EPR no sólo tiene cuadros infiltrados dentro del megaplantón, que han estado inactivos, sino que aparentemente organizó los frustrados cierres de la circulación en torno a la Ciudad Universitaria. El Distrito Federal es su principal base de operaciones en términos de planeación, y probaron su eficiencia con el linchamiento de agentes federales en Tláhuac hace un par de años. Como guerrilla sofisticada, han ido aprovechando perfectamente los espacios políticos que les abren aliados coyunturales como López Obrador, quien también sería un pequeño burgués dentro de su concepto de lucha de masas. Aprovechar su movimiento les va a dar, parafraseando al teórico brasileño de las guerrillas latinoamericanas, Carlos Marighella, identificación con las causas populares que les darán apoyo popular.
En la medida que la estrategia de López Obrador vaya sembrando más dudas entre el electorado sobre la pertinencia de elecciones y vaya ganando mentes sobre la inutilidad de votar, más caminos abrirá a las guerrillas de reclutar carne fresca entre los convencidos de que la vía electoral no es el camino para cambiar las cosas.
La plataforma de López Obrador coincide con la del EPR en Aguas Blancas, pero pese a sus arrebatos, no son lo mismo. López Obrador se mantiene dentro de la institucionalidad, y el EPR está en la ilegalidad. El perredista no es su camarada, sino un vehículo efímeramente útil para un movimiento armado, al que contribuye inopinadamente con sus discursos insurreccionales. La guerrilla del EPR no es romántica y hueca como la del EZLN. A esta hay que tomarla en serio y actuar, políticamente, en consecuencia.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario