miércoles, octubre 04, 2006

Se me olvidó que olvidé el que no se olvida

jcalixto@milenio.com


Lo memorable del 2 de octubre que no se olvida no fue el apañón de tan roja efeméride por parte de la APPO –que ve consignas y se les antoja viaje– sino la tormenta que disolvió sus manifestaciones renegadas con mayor eficacia que cualquier operativo de la PFP. De hecho, ante la nada lejana posibilidad de que Tlaloc sea panista como afirma en su crónica de QRR Juan Alberto Vázquez (¿veremos al dios de la lluvia en el equipo de transición blanquiazul con el triunvirato cachunesco y nerd de Mouriño, Nava y Martínez?), habría que proponer que el 2 de octubre se pase para abril o para mayo y así asegurar que ningún exceso de precipitación pluvial impida el desarrollo de las causas justas.

Si algo queda claro es que las luchas sociales cuyas formas de acción política sean fundamentalmente al aire libre, necesariamente tienen que llevarse a cabo en primavera cuando el clima es mucho más solidario con el lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar. Habida cuenta de la serie de infames chubascos, tormentas y chaparrones (gorditos, peloncitos de lentes) que han caído, quizá sea tiempo de mudar las rebeliones a temporadas climatológicas más benévolas.

En esta y otras cosa más la izquierda mexicana tiene que ponerse muy trucha has de sus santorales, que lo haga antes de que le coman el mandado. Ya les pasó que el PRI se apropió de consignas como el “!Duro, duro, duro!”, luego Fox se amarchantó la V de la victoria mientras y hasta Jelipillo ya se preocupó por los pobres (bueno sólo por 20 millones pues a los otros 23 millones no se los han presentado). Cómo estará la cosa que ahora Slim, oráculo de Delfos en la patria mexica afirmó que para salir del atraso hay que invertir en educación y abatir la pobreza a través de la creación de empleos.

O sea, tesis por las que la izquierda ha sido perseguida de manera tradicional y generó máximas como la de “Educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués”, son retomadas por el presidente del grupo Carso que se puso marxista-leninista para salvar al país del subdesarrollo.

Lo kafkiano, no quita lo capitalista. O viceversa.

Si Slim se pone conciente y se une al contingente mientras Monsi y Luismi pelean por la Belisario Domínguez, por qué no la izquierda, como Lupita D’Alessio, puede cantar Hoy voy a cambiar. Sobre todo antes de que el PRI le agandalle hasta la comisión de Jugos gringos y botulismo

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