jueves, octubre 05, 2006

La guerra libanesa no es un "juego" - Yehezkel Dror - JPost


Las interacciones estratégicas son de dos tipos principales. Ellas se parecen a un "juego", cuando cada contrincante hace movimientos según unas reglas de desarrollo tácitamente concordadas, o bien constituyen un conflicto "a vida-o-muerte", "matar o morir".

Así, la guerra fría evolucionó rápidamente en un "juego", a excepción de la crisis de misiles de Cuba, cuando las medidas extremas americanas fueron necesarias para restablecer unas reglas relativamente estables de interacción.En contraste, la confrontación con Hitler fue del tipo "a vida-o-muerte". La lectura incorrecta occidental de un Hitler como un jugador que seguiría las reglas - o al menos dócil a convertirse nuevamente en tal jugador después de satisfacer algunas "demandas razonables" - causó enormes daños.Esos enormes daños podrían haber sido evitados por otros daños relativamente limitados sí la verdadera naturaleza de la confrontación hubiera sido reconocido antes.

Para trabajar con una estrategia eficaz, en primer lugar se deben evaluar y contestar tres difíciles preguntas:
- ¿Es una situación más del "juego", o se trata de un enfrentamiento a vida-o-muerte?
- ¿Es un enfrentamiento "a vida-o-muerte" que puede transformarse en una situación de "juego"?
- ¿Es una interacción parecida a un "juego" pero que corre el peligro de descomponerse en una lucha "a vida-o-muerte"?

A menudo, estas preguntas no son fáciles de contestar. La realidad no habla por sí y tiene que ser interpretada, con la aceptación de poder depender, en gran parte, de supuestos, esperanzas y miedos.Los errores son sobre todo probables cuando las situaciones son intrínsecamente ambiguas y cambian rápidamente, como es propio en nuestra época caracterizada por sus rápidas transformaciones. Aún así, y pese a los posibles elevados daños propiciados por una lectura incorrecta, se debe hacer el máximo esfuerzo para obtener un correcto entendimiento del imperativo de las interacciones estratégicas.

Los valores occidentales contemporáneos, la cultura, la economía, la política ..., son factores que deforman la realidad, haciendo esta tarea crítica aun más difícil. Entre ellos está la creencia infundada de que los seres humanos prefieren, sin dudarlo, vivir en una democracia liberal, y que los intereses materiales necesariamente reducen el fanatismo.Otras deficiencias occidentales son la carencia de preparación para "matar y morir", aun cuando haciéndolo, probablemente, se salven muchas vidas en el futuro; una confianza injustificada en las reglas y las leyes, en parte anticuadas, internacionales; los esfuerzos por conseguir un consenso tan amplio que hagan imposible una acción eficaz; y la preocupación por los mercados y las fuentes de energía.Sin embargo, algún aprendizaje de los errores se ha realizado, sobre todo en los EE.UU e Inglaterra, aunque sufran el duro camino de ser golpeados por el terrorismo y tener que afrontar a los países que lo financian. De todos modos, la tendencia dominante, sobre todo en Europa, es enclaustrase en imágenes optimistas de la realidad que se acercan a un modelo optimista, a pesar de la persistencia de hechos y situaciones que obstinadamente lo contradicen.

Aplicado a la crisis libanesa, el modo "animoso/optimista" de percibir el conflicto ha sido adoptado por la mayor parte de occidente, las Naciones Unidas y algunos otros países. Esta percepción requiere que Israel interprete el ataque inicial de Hizbullah como un incidente local limitado y reaccione con alguna medida "proporcional", como un contraataque limitado seguido de un acuerdo de intercambio de presos.Cuando Israel, por contra, adopta una interpretación sistemática del incidente como un conflicto "a vida-o-muerte" cada vez más siniestro y reacciona con medidas preventivas a gran escala, para reducir considerablemente la amenaza total, es condenado por "reaccionar de manera exagerada", "y una utilización desproporcionada de la fuerza." Un alto el fuego inmediato es exigido, no importando las consecuencias a largo plazo.

Israel, sin embargo, no puede permitirse una visión tan miope de la situación. Hizbullah y Hamas, apoyados por Siria e Irán, probablemente, son enemigos "a vida-o-muerte", y, con el tiempo, más bien se harán más peligrosos que perderán su naturaleza fanática. Por lo tanto, la reacción israelí debe conseguir la capacidad destructiva necesaria para reducir drásticamente una amenaza creciente; motivar el combate contra los fanáticos y con ello desalentar a sus partidarios.En particular, a la vista de la naturaleza declarada del régimen iraní actual, como la de un enemigo total y de su poder de crecimiento (su búsqueda de capacidades nucleares), Israel debe construir (para ser más exacto, reconstruir) una disuasión creíble, basada en parte en "la irracionalidad de la racionalidad."

Esto requiere que reaccione no como fuera de esperar según algunos y sí con una violencia extrema a los peligros de una situación "a vida-o-muerte", hasta infringir elevados daños. Las medidas ásperas y duras contra Hizbullah y Hamas son un modo de construir tal imagen, además de estar justificadas - tanto más cuando el ataque inicial de Hizbullah fue probablemente diseñado para probar la determinación israelí.

En términos morales, Israel encara la opción trágica de o bien emprender ahora una acción a gran escala, a pesar de generar significativos daños, o bien esperar hasta que una guerra mucho más costosa se vuelva inevitable.El menor de los males está claro, pero este impone una carga pesada a Israel - a saber, persistir y escalar sus ataques, a pesar de todas las críticas, hasta conseguir una masa crítica donde la incapacitación y la disuasión son obtenidas, hasta que Siria e Irán aprendan que Israel no vacilará en morder la cabeza de la serpiente, usando la metáfora de Nietzsche, antes de que esta pueda causar daños irreparables.

Paradójicamente, una acción a gran escala y eficaz contra Hizbullah y Hamas y una disuasión eficaz con Siria e Irán es también esencial para moverse hacia la paz. Es una quimera asumir que una paz, más o menos estable, en el Oriente Medio puede estar basada principalmente, dentro de los próximos 30 a 50 años, en la democratización, los intereses económicos, la confianza mutua y un sentimiento de colaboración.En cambio, los requisitos previos esenciales para la paz son una combinación de la preparación israelí para afrontar compromisos dolorosos - como han demostrado todos los gobiernos recientes -, la frustración de la capacidad de los grupos fanáticos y contrarios a la paz, y la disuasión radical de los enemigos "a vida-o-muerte".

Las guerras presentes en el norte y sur son así también necesarias para tratar de moverse hacia una paz con los palestinos sin poner en peligro a Israel.Si las lecturas incorrectas occidentales de la realidad, su miopía y preocupación contraproducente por unas preocupaciones humanitarias poco definidas - sin embargo, honorables y compartidas por Israel - obligarán a Israel a desistir de obtener una masa crítica necesaria de logros, el futuro coste para Israel será alto.Y occidente, estén seguros, con el tiempo, pagará un precio aún más doloroso.

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