jorge carrasco araizaga
México, D.F., 6 de octubre (apro).- El 5 de octubre de 1988, una coalición de partidos derrotó al dictador Augusto Pinochet en un plebiscito en el que la mayoría de los chilenos le dijo “no” al general golpista.
Justo 18 años después, el pasado jueves, Felipe Calderón fue a decirle “sí” a los pinochetistas.
En su viaje a Chile como parte de la gira que hizo la semana pasada a nueve países de América Latina para construir su legitimidad internacional como presidente electo, Calderón tendió los puentes con el pinochetismo.
Su obligada reunión con la presidenta socialista Michelle Bachelet fue seguida de encuentros con la cogobernante Democracia Cristiana, y de reuniones con los partidos herederos del pinochetismo, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI).
Resultado de esos encuentros está el compromiso del empresario y político Sebastián Piñera, para asistir a la anunciada toma de posesión de Calderón como presidente el 1 de diciembre.
Hermano de José Piñera, el creador del sistema privado de pensiones de Chile, pionero en el mundo, el político y empresario chileno –que le compitió a Bachelet la presidencia y se mantiene como el más fuerte aspirante de la derecha para las elecciones de 2009– será uno de los puentes de Calderón con la derecha chilena.
Pero no el único. En su viaje relámpago, Calderón se reunió también con la dirigencia del partido más fiel al pinochetismo, la UDI, un partido que durante años deploró la política exterior que desplegó México hacia Chile después del golpe de estado.
Ahora, durante el proceso electoral, la UDI envío en varias ocasiones a uno de sus diputados para encontrarse con la dirigencia del PAN y su candidato.
Los movimientos de Calderón en Santiago de Chile descolocaron a la Democracia Cristiana, la derecha moderada que se creía el contacto natural de Chile con el PAN.
A Bachelet, Calderón le dijo que aspiraba a un gobierno de coalición como el que desde hace 16 años gobierna en Chile.
Pero sus encuentros con el pinochetismo revelaron que su pretendida coalición no pasa de la retórica, pues demostró que, ideológicamente, es más afín a la derecha chilena que tiene a la coalición gobernante como una amalgama de partidos unida sólo por el poder.
Lo mismo pensaba el dictador. Convencido por sus asesores de que ganaría aquella consulta, realizada bajo las reglas impuestas por la dictadura que instauró en 1973, pretendía, mediante un plebiscito, prolongar por ocho años más su permanencia en el poder y abandonarlo hasta 1998.
“Compitió sólo y llegó segundo”, se burló la prensa opositora al día siguiente del “no”.
La derrota de la dictadura fue posible por la alianza de partidos opositores que durante años estuvo desarticulada no sólo por la proscripción que sufrieron durante la dictadura, sino por las diferencias históricas que los separaban.
Atomizados, un total de 17 partidos integraron la Concertación de Partidos por el No, que después de su triunfo compitieron como Concertación de Partidos por la Democracia en 1989 en las primeras elecciones presidenciales realizadas en Chile después de 16 años.
Sus componentes más importantes son el Partido Socialista, su escisión el Partido por la Democracia –del expresidente Ricardo Lagos– y la Democracia Cristiana. Ese es el núcleo de la coalición de gobierno que Calderón dice querer imitar.
Retórica. Y Calderón lo sabe, pues si en el algún momento era posible intentar esa experiencia en México, fue con una eventual alianza entre el PAN y el PRD para derrotar al régimen autoritario del PRI.
Pero el PAN optó por el cogobierno con el PRI desde la época de Carlos Salinas de Gortari. Sólo con esa alianza formalizada es posible el gobierno de coalición que supuestamente ofrece Calderón y no una concertación como la chilena, pues las condiciones son radicalmente distintas.
Durante años, socialistas y demócrata-cristianos estuvieron enfrentados en Chile, debido al apoyo que la Democracia Cristiana le dio al golpe militar contra el gobierno del presidente Salvador Allende, que después de cuatro intentos había ganado la presidencia en 1970 con una alianza de partidos de izquierda, moderada y radical.
Tras vanos y sangrientos intentos de la izquierda radical por matar al dictador, socialistas y demócrata-cristianos hicieron a un lado sus mutuos agravios en aras de acabar con la dictadura valiéndose de las reglas que el propio Pinochet había impuesto en la Constitución promulgada en 1980.
Derrotado el dictador, la Concertación de Partidos por la Democracia ganó la presidencia y desde 1990 ha mantenido a cuatro presidentes en el Palacio de La Moneda. Los dos primeros de la Democracia Cristiana, Patricio Aylwin y Santiago Frei. Los otros dos, socialistas: Ricardo Lagos y Bachelet.
Después de 20 años el poder, la Concertación podría perderlo frente a la derecha dentro de tres años y Calderón se prepara para apoyar a los hijos del pinochetismo.
COMENTARIOS: jcarrasco@proceso.com.mx
Justo 18 años después, el pasado jueves, Felipe Calderón fue a decirle “sí” a los pinochetistas.
En su viaje a Chile como parte de la gira que hizo la semana pasada a nueve países de América Latina para construir su legitimidad internacional como presidente electo, Calderón tendió los puentes con el pinochetismo.
Su obligada reunión con la presidenta socialista Michelle Bachelet fue seguida de encuentros con la cogobernante Democracia Cristiana, y de reuniones con los partidos herederos del pinochetismo, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI).
Resultado de esos encuentros está el compromiso del empresario y político Sebastián Piñera, para asistir a la anunciada toma de posesión de Calderón como presidente el 1 de diciembre.
Hermano de José Piñera, el creador del sistema privado de pensiones de Chile, pionero en el mundo, el político y empresario chileno –que le compitió a Bachelet la presidencia y se mantiene como el más fuerte aspirante de la derecha para las elecciones de 2009– será uno de los puentes de Calderón con la derecha chilena.
Pero no el único. En su viaje relámpago, Calderón se reunió también con la dirigencia del partido más fiel al pinochetismo, la UDI, un partido que durante años deploró la política exterior que desplegó México hacia Chile después del golpe de estado.
Ahora, durante el proceso electoral, la UDI envío en varias ocasiones a uno de sus diputados para encontrarse con la dirigencia del PAN y su candidato.
Los movimientos de Calderón en Santiago de Chile descolocaron a la Democracia Cristiana, la derecha moderada que se creía el contacto natural de Chile con el PAN.
A Bachelet, Calderón le dijo que aspiraba a un gobierno de coalición como el que desde hace 16 años gobierna en Chile.
Pero sus encuentros con el pinochetismo revelaron que su pretendida coalición no pasa de la retórica, pues demostró que, ideológicamente, es más afín a la derecha chilena que tiene a la coalición gobernante como una amalgama de partidos unida sólo por el poder.
Lo mismo pensaba el dictador. Convencido por sus asesores de que ganaría aquella consulta, realizada bajo las reglas impuestas por la dictadura que instauró en 1973, pretendía, mediante un plebiscito, prolongar por ocho años más su permanencia en el poder y abandonarlo hasta 1998.
“Compitió sólo y llegó segundo”, se burló la prensa opositora al día siguiente del “no”.
La derrota de la dictadura fue posible por la alianza de partidos opositores que durante años estuvo desarticulada no sólo por la proscripción que sufrieron durante la dictadura, sino por las diferencias históricas que los separaban.
Atomizados, un total de 17 partidos integraron la Concertación de Partidos por el No, que después de su triunfo compitieron como Concertación de Partidos por la Democracia en 1989 en las primeras elecciones presidenciales realizadas en Chile después de 16 años.
Sus componentes más importantes son el Partido Socialista, su escisión el Partido por la Democracia –del expresidente Ricardo Lagos– y la Democracia Cristiana. Ese es el núcleo de la coalición de gobierno que Calderón dice querer imitar.
Retórica. Y Calderón lo sabe, pues si en el algún momento era posible intentar esa experiencia en México, fue con una eventual alianza entre el PAN y el PRD para derrotar al régimen autoritario del PRI.
Pero el PAN optó por el cogobierno con el PRI desde la época de Carlos Salinas de Gortari. Sólo con esa alianza formalizada es posible el gobierno de coalición que supuestamente ofrece Calderón y no una concertación como la chilena, pues las condiciones son radicalmente distintas.
Durante años, socialistas y demócrata-cristianos estuvieron enfrentados en Chile, debido al apoyo que la Democracia Cristiana le dio al golpe militar contra el gobierno del presidente Salvador Allende, que después de cuatro intentos había ganado la presidencia en 1970 con una alianza de partidos de izquierda, moderada y radical.
Tras vanos y sangrientos intentos de la izquierda radical por matar al dictador, socialistas y demócrata-cristianos hicieron a un lado sus mutuos agravios en aras de acabar con la dictadura valiéndose de las reglas que el propio Pinochet había impuesto en la Constitución promulgada en 1980.
Derrotado el dictador, la Concertación de Partidos por la Democracia ganó la presidencia y desde 1990 ha mantenido a cuatro presidentes en el Palacio de La Moneda. Los dos primeros de la Democracia Cristiana, Patricio Aylwin y Santiago Frei. Los otros dos, socialistas: Ricardo Lagos y Bachelet.
Después de 20 años el poder, la Concertación podría perderlo frente a la derecha dentro de tres años y Calderón se prepara para apoyar a los hijos del pinochetismo.
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