Urge darle una salida al conflicto de Oaxaca, pero hay circunstancias que complican su solución; por un lado, el gobernante local no gobierna ni en su casa, y por otro el gobierno federal en funciones, simplemente no funciona. Para colmo de males y para terminar de enredar la madeja, se ha comprobado científicamente que los problemas que se han gestado en el lapso de tres o cuatro siglos, difícilmente se pueden resolver en menos de quince minutos, que es, minutos más minutos menos, lo que le queda de vida a la presente administración. Para coadyuvar con la coyuntura propongo una serie de alternativas al conflicto, que conjuntan varios factores socialmente deseables y aceptados como: a) el ingenio del mexicano, b) paz, civilidad y creatividad, c) respeto a los usos, costumbres y c) entendimiento de la idiosincrasia regional.
Solución radical.
La solución más radical al conflicto que tiene paralizada a la ciudad de Oaxaca sería sacar de allí inmediatamente a la ciudad misma y trasladarla a otro sitio menos conflictivo. Una locación adecuada para su refundación podría ser el estado de California, en donde habitan ya oaxaqueños suficientes para repoblar la nueva Antequera, con la ventaja de que estos paisanos ya son ciudadanos de primer mundo-o sea, finos y civilizados- y ganan en dólares. Además, con la desinteresada cooperación de Disney coropration, cerca de la ciudad se podrían reconstruir las ruinas de Monte Albán y de Mitla, en la modalidad de parques de diversiones temático-guelaguétzicos, con ilegales mexicanos disfrazados de indios zapotecos y toda la cosa. No hay duda de que en muy poco tiempo se podría recuperar la afluencia del turismo internacional.
American Way
No son pocos los gobernadores que han expresado su preocupación de que el conflicto oaxaqueño pudiera extenderse a otros estados de la república; de la misma manera, supongo que el gobernador de Oaxaca debe estar preocupado de que los conflictos de otros estados de la república pudieran extenderse a Oaxaca. Si a esta simple lógica aplicamos el razonamiento utilizado por nuestros vecinos del norte para lidiar con el asunto de la migración ilegal, que podríamos resumir en “para que perdemos el tiempo resolviendo los problemas si podemos construir una pinche bardototota”, la solución a tanta preocupación multilateral es construir un gran muro, “el muro de la tlayuda”, alrededor del estado de Oaxaca para aislarla del resto de la república y evitar así todos los problemas y molestias sociales (Bartra dixit) que genera tanto pobre, rengado y rezongón. Por respeto a su autonomía y como un detalle de auténtico federalismo, se les podría dejar cocinándose en su jugo unos... cuarenta años, transcurridos los cuales se enviaría una comisión de diputados para averiguar si: a) todavía siguen allí y, b) si lograron solucionar sus añejos problemas. De tener éxito este experimento, la fórmula se podría ir aplicando a cada poblado, ciudad municipio o estado que se salga de control y que represente un riesgo para la federación o una potencial molestia para los automovilistas de la capital de la república.
Auto solución.
A todos nos queda claro que Ulises Ruiz le haría un favor al estado y a la nación en su conjunto si renunciara al cargo; sin embargo, debemos de reconocer que ha de ser muy difícil para alguien que ganó legítimamente la gubernatura por medio de un fraude electoral, renunciar a representar a la ciudadanía y trabajar por su beneficio (el suyo, no el de la ciudadanía). Para el licenciado Ruiz Ortiz quedaría sin embargo una salida decorosa, inspirada en el ejemplo de su ilustre predecesor: la del atentado en auto ó auto atentado. Todos recordamos con nostalgia y una franca sonrisa que se transforma en carcajada- bueno, todos menos el policía que se murió y su familia- esa puesta en escena del Licenciado José Murat, quien después de hacer su numerito tuvo los arrestos, los tamaños y los redaños necesarios para presentarse en público y dar ocho o diez versiones distintas, a cuál más ingeniosa, de un hecho que todos sabíamos nunca había ocurrido. Así, para salvar cara, Ulises Ruiz podría organizar su propio auto atentado- en este caso tendría que ser letal-, hacerse el muerto en toda forma -fenecido en fiel cumplimiento de su beber- y así dejar el puesto de honrosa manera, cargado en hombros, saliendo por la puerta grande de la historia. Los ciudadanos le seguirían el juego, asistiendo a su fingido entierro y cantándole el himno nacional mientras las plañideras contratadas se desgañitarían berreando sobre su ataúd, al mismo tiempo que él y su familia volaran a Miami a comenzar una nueva vida y a gastarse los millones y millones de pesos mal habidos luego de tantos años de servicio público.
Acepto que estas soluciones son descabelladas, completamente imprácticas y totalmente inaplicables, pero son mucho más viables que las que en este momento se están considerando en la secretaría de gobernación, por lo que creo que hay que darles una oportunidad.
Solución radical.
La solución más radical al conflicto que tiene paralizada a la ciudad de Oaxaca sería sacar de allí inmediatamente a la ciudad misma y trasladarla a otro sitio menos conflictivo. Una locación adecuada para su refundación podría ser el estado de California, en donde habitan ya oaxaqueños suficientes para repoblar la nueva Antequera, con la ventaja de que estos paisanos ya son ciudadanos de primer mundo-o sea, finos y civilizados- y ganan en dólares. Además, con la desinteresada cooperación de Disney coropration, cerca de la ciudad se podrían reconstruir las ruinas de Monte Albán y de Mitla, en la modalidad de parques de diversiones temático-guelaguétzicos, con ilegales mexicanos disfrazados de indios zapotecos y toda la cosa. No hay duda de que en muy poco tiempo se podría recuperar la afluencia del turismo internacional.
American Way
No son pocos los gobernadores que han expresado su preocupación de que el conflicto oaxaqueño pudiera extenderse a otros estados de la república; de la misma manera, supongo que el gobernador de Oaxaca debe estar preocupado de que los conflictos de otros estados de la república pudieran extenderse a Oaxaca. Si a esta simple lógica aplicamos el razonamiento utilizado por nuestros vecinos del norte para lidiar con el asunto de la migración ilegal, que podríamos resumir en “para que perdemos el tiempo resolviendo los problemas si podemos construir una pinche bardototota”, la solución a tanta preocupación multilateral es construir un gran muro, “el muro de la tlayuda”, alrededor del estado de Oaxaca para aislarla del resto de la república y evitar así todos los problemas y molestias sociales (Bartra dixit) que genera tanto pobre, rengado y rezongón. Por respeto a su autonomía y como un detalle de auténtico federalismo, se les podría dejar cocinándose en su jugo unos... cuarenta años, transcurridos los cuales se enviaría una comisión de diputados para averiguar si: a) todavía siguen allí y, b) si lograron solucionar sus añejos problemas. De tener éxito este experimento, la fórmula se podría ir aplicando a cada poblado, ciudad municipio o estado que se salga de control y que represente un riesgo para la federación o una potencial molestia para los automovilistas de la capital de la república.
Auto solución.
A todos nos queda claro que Ulises Ruiz le haría un favor al estado y a la nación en su conjunto si renunciara al cargo; sin embargo, debemos de reconocer que ha de ser muy difícil para alguien que ganó legítimamente la gubernatura por medio de un fraude electoral, renunciar a representar a la ciudadanía y trabajar por su beneficio (el suyo, no el de la ciudadanía). Para el licenciado Ruiz Ortiz quedaría sin embargo una salida decorosa, inspirada en el ejemplo de su ilustre predecesor: la del atentado en auto ó auto atentado. Todos recordamos con nostalgia y una franca sonrisa que se transforma en carcajada- bueno, todos menos el policía que se murió y su familia- esa puesta en escena del Licenciado José Murat, quien después de hacer su numerito tuvo los arrestos, los tamaños y los redaños necesarios para presentarse en público y dar ocho o diez versiones distintas, a cuál más ingeniosa, de un hecho que todos sabíamos nunca había ocurrido. Así, para salvar cara, Ulises Ruiz podría organizar su propio auto atentado- en este caso tendría que ser letal-, hacerse el muerto en toda forma -fenecido en fiel cumplimiento de su beber- y así dejar el puesto de honrosa manera, cargado en hombros, saliendo por la puerta grande de la historia. Los ciudadanos le seguirían el juego, asistiendo a su fingido entierro y cantándole el himno nacional mientras las plañideras contratadas se desgañitarían berreando sobre su ataúd, al mismo tiempo que él y su familia volaran a Miami a comenzar una nueva vida y a gastarse los millones y millones de pesos mal habidos luego de tantos años de servicio público.
Acepto que estas soluciones son descabelladas, completamente imprácticas y totalmente inaplicables, pero son mucho más viables que las que en este momento se están considerando en la secretaría de gobernación, por lo que creo que hay que darles una oportunidad.
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