Es de noche, la plaza ha quedado casi vacía. La guardia del mausoleo abandona sus deberes por ir a consumir comida rápida y bebida de centeno. De pronto se acerca un individuo con ciertos rasgos familiares a preguntar quién está a cargo. La guardia balbucea unas palabras ininteligibles; están embrutecidos. El hombre les arrebata la botella casi vacía y pregunta nuevamente, pero en tono más enérgico: ¿quién está al mando? Un silencio ensordecedor queda como respuesta.
Una pequeñita que se había extraviado se acerca y mira fíjamente al misterioso hombre. Al reconocerlo, pierde todo miedo y dice: estoy perdida. El hombre comprende de inmediato todo lo sucedido, toma a la niña entre sus brazos y sale de la ciudad.
A la mañana siguiente llegó el cambio de guardia. Nadie se percató que la vitrina que custodiaban estaba vacía. Fue al atardecer que, quien hasta ese momento seguía al mando, descubrió el faltante. En ese instante, un millón de niños colmó la plaza. Se escuchó la voz del hombre de la vitrina cantando desde lejos. Los niños volvieron a estar al mando, esta vez fue para siempre.
Ernesto
Te la rifaste y gracias por preservar el espiritu y la esperanza de un mundo mejor..... estyo apenas inicia...
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