Irene Savio
Empeñado en su visión dogmática -que pone a la Iglesia católica como "centro" y "guardían" de la "verdadera fe"-, el Papa Benedicto XVI desdeñó el diálogo interreligioso y descuidó la maquinaria diplomática del Vaticano. Ahora -señalan expertos- el Papa poco puede hacer para atenuar los efectos de la crisis provocada por sus desafortunadas declaraciones sobre el Islam.
ROMA.- El Papa Benedicto XVI quizo imprimir en la Iglesia católica una visión centrista del cristianismo. Relegó así a un segundo plano el diálogo con otras religiones -incluida el Islam- y limitó el papel de la diplomacia del Vaticano, afirman expertos vaticanistas.
Ahora -dicen- el Papa paga las consecuencias: no ha podido evitar los daños provocados por la crisis con el mundo musulmán -airadas reacciones, masivas protestas, incidentes violentos, tensiones diplomáticas con gobiernos árabes-, surgida a raíz de sus declaraciones sobre el Islam del pasado 14 de septiembre durante una conferencia en la universidad alemana de Ratisbona.
Allí, citando un libro del profesor alemán Theodore Khoury sobre el diálogo que en 1391 entablaron el emperador Ma-nuel II Paleólogo y un "persiano culto", Benedicto XVI dijo que "en modo sorprendentemente brusco", el emperador dijo a su interlocutor: "Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás sólo cosas malas y deshumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predica".
El desdén
Concentrado en imponer una visión centrista del catolicismo, Benedicto XVI desestimó el diálogo con otras religiones que su antecesor, Juan Pablo II, se había empeñado en construir: en 1986, Karol Wojtyla impulsó el encuentro interreligioso en la ciudad de Asís, en el norte de Italia.
Más aún, Juan Pablo II lanzó gestos diplomáticos hacia los países con población musulmana: se opuso públicamente a la guerra en Irak y envió emisarios a países árabes que mantuvieron contacto con sus autoridades políticas y religiosas.
Benedicto XVI hizo lo contrario: en febrero pasado, suprimió la Congregación del Diálogo Interreligioso, la principal institución del Vaticano que desde el encuentro de Asís se encargaba de mantener relaciones con otras religiones. Su titular, el arzobispo Michael Fitzgerald -experto en el Islam y quien "no era compatible con Joseph Ratzinger"- fue enviado como nuncio a El Cairo "sin ser recibido por el Papa", recuerda Sandro Magister, especialista en temas de religión y periodista del semanario Italiano L'Expresso.
En entrevista con Proceso, Magister apunta: "El Papa no busca dialogar con las demás religiones a través de elementos en común. Por el contrario: quiere acentuar las diferencias. Desea hablar con otros dirigentes religiosos a partir de la cultura de sus pueblos, no de sus religiones". Por ello, considera, Benedicto XVI ordenó al cardenal Paul Poupard, prefecto de la Congregación de Cultura, "absorber" las tareas y al grupo de trabajo de la "difunta" Congregación para el Diálogo Interreligioso.
"Fitzgerald era un interlocutor válido para mantener el diálogo con el mundo musulmán debido a sus conocimientos y su experiencia", dice Massimo Campanini, pro-
fesor de historia contemporánea de los países árabes de la Universidad Oriental de Nápoles.
Sostiene que el Papa Benedicto XVI tiene "una evidente intención de restringir el diálogo con el Islam".
De hecho, existen algunos antecedentes sobre esa "intención" de Benedicto XVI:
En septiembre de 2000, Joseph Ratzin-ger, entonces prefecto de la Doctrina de la Fe, emitió la declaración Dominus Iesus, que habla de "Iglesia verdadera" (la católica) frente a las "iglesias particulares" (ortodoxas) y las "comunidades eclesiales" (protestantes y anglicanas) "que no son Iglesia en sentido proprio".
Tal declaración provocó que 31 teólogos e intelectuales firmaran un documento de protesta. En él acusaron al Vaticano de dañar el diálogo ecuménico.
Otro antecedente: cuatro meses después de su elección como sumo pontífice, Benedicto XVI recibió en secreto a Oriana Fallaci, famosa periodista italiana que hasta antes de su muerte la semana antepasada había hostilizado al Islam e incluso había criticado a Juan Pablo II por ser "demasiado moderado" con dicha religión.
Por si fuera poco, Benedicto XVI ya había hecho declaraciones que afincaban una visión teológica que ponía como centro al catolicismo, deslinándolo de otras religiones.
El pasado 2 de septiembre, durante la conmemoración del XX Encuentro Interre-ligioso de Oración por la Paz, el Papa dijo que este hecho no debe prestarse "a interpretaciones de sincretismo, fundadas en una concepción relativista".
Y continuó: "Cuando se reza unidos por la paz, es necesario que la plegaria se realice según los caminos distintos que son propios de las diversas religiones. Así se ha hecho desde 1986 y esta decisión sigue siendo válida actualmente. La convergencia de la diversidad no debe dar la impresión de que se cede a aquel relativismo que niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla".
Luego, 12 días después, durante un viaje a Alemania, el Papa hizo sus desafortunadas declaraciones en la Universidad de Ratisnoba.
Magister comenta que el rechazo a esas declaraciones no sólo vinieron del mundo musulmán. Dentro del mismo Vaticano hubo prelados que reaccionaron en contra. "Algunos no lo entienden y una parte de ellos es abiertamente hostil al Papa: realizan sus labores como si él no existiera", dijo.
Y añade: "Si el Papa hubiese hecho leer ese texto a un diplomático experimentado, probablemente éste le habría aconsejado quitar ciertas palabras".
Y esa es otra de las limitantes que enfrenta Benedicto XVI: al poner énfasis en la política del adoctrinamiento, desdeñó la política exterior del Vaticano.
De entrada, nombró en la Secretaría de Estado al cardenal Tarsicio Bertone, un hombre ajeno a las filas de los diplomáticos de la Iglesia católica. Con ello rompió una tradición en los nombramientos de la Curia Romana.
"Bertone hace su trabajo pero no ha viajado mucho al exterior. No es un diplomático y no tiene experiencia en ese ámbito. Fue obispo de dos importantes diócesis en Italia y secretario de Ratzinger, cuando este último era prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Esa es su formación", explica Magister.
Luego, la crisis con el Islam tomó en mal momento al Vaticano: el nuevo secretario para las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, fue nombrado apenas la semana antepasada. Se encuentra en Sudán, donde ejerce como nuncio apostólico y se prevé que llegue a Roma en octubre. Sin tener por completo en sus manos las riendas de la diplomacia, ha tenido que trabajar desde ese país para dar instrucciones a los nuncios en la defensa del Papa.
El secretario de Estado (una especie de primer ministro) y el secretario para las Relaciones con los Estados (canciller) tienen a su cargo, por un lado, el aparato eclesiástico repartido en cinco continentes: 5 mil obispos, 450 mil sacerdotes y más de 1 millón de monjas; por el otro, se ocupan del funcionamiento de las relaciones diplomáticas con 178 Estados.
Sensibilidad musulmana
El 15 de septiembre, un día después del discurso del Papa en la Universidad de Ratis-bona, el vocero del Vaticano, Federico Lom-
bardi, incluyó en el boletín cotidiano una aclaración: "No era intención del Papa llevar a cabo un estudio sobre la Jihad ni sobre el pensamiento musulmán". No hubo, insistió, intención siquiera en ofender la sensibilidad de los musulmanes.
Ese mismo día, Mamberti, ministro de Relaciones con los Estados, explicó desde Sudán que la polémica sobre las declaraciones del Papa se debía a "una lectura rápida de una parte de su discurso".
Un día después, Bertone pidió a los nuncios en los países árabes explicar a las autoridades locales el significado intrínseco de ese discurso.
De poco sirvió: las reacciones en contra fueron inmediatas: grupos de jóvenes atacaron cuatro iglesias en la ciudad palestina de Nablús; otros ataques se registraron contra templos cristianos en Tubas, a las puertas de Jenin, y en Tulkarem, también en Palestina. El gobierno de Marruecos retiró a su embajador ante la Santa Sede. Hombres armados asesinaron a una religiosa de 66 años que trabajaba en un hospital psiquiátrico en Mogadiscio, capital del Somalia. En Pakistán, grupos musulmanes quemaron un muñeco que representaba al Papa. En Turquía -a donde Benedicto XVI tiene programado una visita para finales de noviembre-, el ciudadano Nerettin Yenturk levantó una demanda judicial contra el Papa por haber ofendido el Islam.
Líderes religiosos como el Imán de al Azhar, Mohammed Sayed Tantawi, criticaron al pontífice y el grupo terrorista Jund al Sham insultó al Papa: lo llamó "perro de Roma" y pidió para él la pena de muerte prevista por la ley islámica.
A contracorriente, algunos dirigentes políticos y religiosos de países árabes trataron de apaciguar los ánimos. Por ejemplo, la directora del diario Al Maghribia, Squad Sbai, aseguró que "se trata de una polémica de cristianos contra cristianos" y está construida por los medios de comunicación. El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, expresó su "respeto" por el Papa Benedicto XVI, asegurando que las palabras del sumo pontífice sobre el Islam y la violencia han sido "malinterpretadas".
"La cita sobre el Islam fue completamente gratuita", dice a Proceso Campanini.
Explica: "Hay que considerar que la sociedad árabe-musulmana tuvo que hacer frente a las guerras de Afganistán, Irak y Líbano. Los pueblos musulmanes advirtieron que la hostilidad en su contra se había acentuado de la misma manera en que los europeos advirtieron un aumento de hostilidad por parte del mundo árabe-musulmán".
Campanini señala que el mundo árabe todavía tiene que recuperarse de la experiencia colonial y que, después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 a Estados Unidos, ha crecido en ellos la percepción de que son vistos como terroristas por las sociedades occidentales.
En contraparte, entre los musulmanes se identifica al Papa Benedicto XVI con el mundo occidental. La organización Al Qaeda ha remarcado tal identificación en comunicados distribuidos a través de internet.
"No han servido la polémica sobre las caricaturas sobre Mahoma publicadas el año pasada por un diario danés para comprender la sensibilidad" de las sociedades musulmanas, afirma a Proceso Ferruccio Pastore, quien desde 1994 trabaja en relaciones interétnicas entre el mundo occidental y árabe.
ROMA.- El Papa Benedicto XVI quizo imprimir en la Iglesia católica una visión centrista del cristianismo. Relegó así a un segundo plano el diálogo con otras religiones -incluida el Islam- y limitó el papel de la diplomacia del Vaticano, afirman expertos vaticanistas.
Ahora -dicen- el Papa paga las consecuencias: no ha podido evitar los daños provocados por la crisis con el mundo musulmán -airadas reacciones, masivas protestas, incidentes violentos, tensiones diplomáticas con gobiernos árabes-, surgida a raíz de sus declaraciones sobre el Islam del pasado 14 de septiembre durante una conferencia en la universidad alemana de Ratisbona.
Allí, citando un libro del profesor alemán Theodore Khoury sobre el diálogo que en 1391 entablaron el emperador Ma-nuel II Paleólogo y un "persiano culto", Benedicto XVI dijo que "en modo sorprendentemente brusco", el emperador dijo a su interlocutor: "Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás sólo cosas malas y deshumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predica".
El desdén
Concentrado en imponer una visión centrista del catolicismo, Benedicto XVI desestimó el diálogo con otras religiones que su antecesor, Juan Pablo II, se había empeñado en construir: en 1986, Karol Wojtyla impulsó el encuentro interreligioso en la ciudad de Asís, en el norte de Italia.
Más aún, Juan Pablo II lanzó gestos diplomáticos hacia los países con población musulmana: se opuso públicamente a la guerra en Irak y envió emisarios a países árabes que mantuvieron contacto con sus autoridades políticas y religiosas.
Benedicto XVI hizo lo contrario: en febrero pasado, suprimió la Congregación del Diálogo Interreligioso, la principal institución del Vaticano que desde el encuentro de Asís se encargaba de mantener relaciones con otras religiones. Su titular, el arzobispo Michael Fitzgerald -experto en el Islam y quien "no era compatible con Joseph Ratzinger"- fue enviado como nuncio a El Cairo "sin ser recibido por el Papa", recuerda Sandro Magister, especialista en temas de religión y periodista del semanario Italiano L'Expresso.
En entrevista con Proceso, Magister apunta: "El Papa no busca dialogar con las demás religiones a través de elementos en común. Por el contrario: quiere acentuar las diferencias. Desea hablar con otros dirigentes religiosos a partir de la cultura de sus pueblos, no de sus religiones". Por ello, considera, Benedicto XVI ordenó al cardenal Paul Poupard, prefecto de la Congregación de Cultura, "absorber" las tareas y al grupo de trabajo de la "difunta" Congregación para el Diálogo Interreligioso.
"Fitzgerald era un interlocutor válido para mantener el diálogo con el mundo musulmán debido a sus conocimientos y su experiencia", dice Massimo Campanini, pro-
fesor de historia contemporánea de los países árabes de la Universidad Oriental de Nápoles.
Sostiene que el Papa Benedicto XVI tiene "una evidente intención de restringir el diálogo con el Islam".
De hecho, existen algunos antecedentes sobre esa "intención" de Benedicto XVI:
En septiembre de 2000, Joseph Ratzin-ger, entonces prefecto de la Doctrina de la Fe, emitió la declaración Dominus Iesus, que habla de "Iglesia verdadera" (la católica) frente a las "iglesias particulares" (ortodoxas) y las "comunidades eclesiales" (protestantes y anglicanas) "que no son Iglesia en sentido proprio".
Tal declaración provocó que 31 teólogos e intelectuales firmaran un documento de protesta. En él acusaron al Vaticano de dañar el diálogo ecuménico.
Otro antecedente: cuatro meses después de su elección como sumo pontífice, Benedicto XVI recibió en secreto a Oriana Fallaci, famosa periodista italiana que hasta antes de su muerte la semana antepasada había hostilizado al Islam e incluso había criticado a Juan Pablo II por ser "demasiado moderado" con dicha religión.
Por si fuera poco, Benedicto XVI ya había hecho declaraciones que afincaban una visión teológica que ponía como centro al catolicismo, deslinándolo de otras religiones.
El pasado 2 de septiembre, durante la conmemoración del XX Encuentro Interre-ligioso de Oración por la Paz, el Papa dijo que este hecho no debe prestarse "a interpretaciones de sincretismo, fundadas en una concepción relativista".
Y continuó: "Cuando se reza unidos por la paz, es necesario que la plegaria se realice según los caminos distintos que son propios de las diversas religiones. Así se ha hecho desde 1986 y esta decisión sigue siendo válida actualmente. La convergencia de la diversidad no debe dar la impresión de que se cede a aquel relativismo que niega el sentido mismo de la verdad y la posibilidad de alcanzarla".
Luego, 12 días después, durante un viaje a Alemania, el Papa hizo sus desafortunadas declaraciones en la Universidad de Ratisnoba.
Magister comenta que el rechazo a esas declaraciones no sólo vinieron del mundo musulmán. Dentro del mismo Vaticano hubo prelados que reaccionaron en contra. "Algunos no lo entienden y una parte de ellos es abiertamente hostil al Papa: realizan sus labores como si él no existiera", dijo.
Y añade: "Si el Papa hubiese hecho leer ese texto a un diplomático experimentado, probablemente éste le habría aconsejado quitar ciertas palabras".
Y esa es otra de las limitantes que enfrenta Benedicto XVI: al poner énfasis en la política del adoctrinamiento, desdeñó la política exterior del Vaticano.
De entrada, nombró en la Secretaría de Estado al cardenal Tarsicio Bertone, un hombre ajeno a las filas de los diplomáticos de la Iglesia católica. Con ello rompió una tradición en los nombramientos de la Curia Romana.
"Bertone hace su trabajo pero no ha viajado mucho al exterior. No es un diplomático y no tiene experiencia en ese ámbito. Fue obispo de dos importantes diócesis en Italia y secretario de Ratzinger, cuando este último era prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Esa es su formación", explica Magister.
Luego, la crisis con el Islam tomó en mal momento al Vaticano: el nuevo secretario para las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, fue nombrado apenas la semana antepasada. Se encuentra en Sudán, donde ejerce como nuncio apostólico y se prevé que llegue a Roma en octubre. Sin tener por completo en sus manos las riendas de la diplomacia, ha tenido que trabajar desde ese país para dar instrucciones a los nuncios en la defensa del Papa.
El secretario de Estado (una especie de primer ministro) y el secretario para las Relaciones con los Estados (canciller) tienen a su cargo, por un lado, el aparato eclesiástico repartido en cinco continentes: 5 mil obispos, 450 mil sacerdotes y más de 1 millón de monjas; por el otro, se ocupan del funcionamiento de las relaciones diplomáticas con 178 Estados.
Sensibilidad musulmana
El 15 de septiembre, un día después del discurso del Papa en la Universidad de Ratis-bona, el vocero del Vaticano, Federico Lom-
bardi, incluyó en el boletín cotidiano una aclaración: "No era intención del Papa llevar a cabo un estudio sobre la Jihad ni sobre el pensamiento musulmán". No hubo, insistió, intención siquiera en ofender la sensibilidad de los musulmanes.
Ese mismo día, Mamberti, ministro de Relaciones con los Estados, explicó desde Sudán que la polémica sobre las declaraciones del Papa se debía a "una lectura rápida de una parte de su discurso".
Un día después, Bertone pidió a los nuncios en los países árabes explicar a las autoridades locales el significado intrínseco de ese discurso.
De poco sirvió: las reacciones en contra fueron inmediatas: grupos de jóvenes atacaron cuatro iglesias en la ciudad palestina de Nablús; otros ataques se registraron contra templos cristianos en Tubas, a las puertas de Jenin, y en Tulkarem, también en Palestina. El gobierno de Marruecos retiró a su embajador ante la Santa Sede. Hombres armados asesinaron a una religiosa de 66 años que trabajaba en un hospital psiquiátrico en Mogadiscio, capital del Somalia. En Pakistán, grupos musulmanes quemaron un muñeco que representaba al Papa. En Turquía -a donde Benedicto XVI tiene programado una visita para finales de noviembre-, el ciudadano Nerettin Yenturk levantó una demanda judicial contra el Papa por haber ofendido el Islam.
Líderes religiosos como el Imán de al Azhar, Mohammed Sayed Tantawi, criticaron al pontífice y el grupo terrorista Jund al Sham insultó al Papa: lo llamó "perro de Roma" y pidió para él la pena de muerte prevista por la ley islámica.
A contracorriente, algunos dirigentes políticos y religiosos de países árabes trataron de apaciguar los ánimos. Por ejemplo, la directora del diario Al Maghribia, Squad Sbai, aseguró que "se trata de una polémica de cristianos contra cristianos" y está construida por los medios de comunicación. El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, expresó su "respeto" por el Papa Benedicto XVI, asegurando que las palabras del sumo pontífice sobre el Islam y la violencia han sido "malinterpretadas".
"La cita sobre el Islam fue completamente gratuita", dice a Proceso Campanini.
Explica: "Hay que considerar que la sociedad árabe-musulmana tuvo que hacer frente a las guerras de Afganistán, Irak y Líbano. Los pueblos musulmanes advirtieron que la hostilidad en su contra se había acentuado de la misma manera en que los europeos advirtieron un aumento de hostilidad por parte del mundo árabe-musulmán".
Campanini señala que el mundo árabe todavía tiene que recuperarse de la experiencia colonial y que, después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 a Estados Unidos, ha crecido en ellos la percepción de que son vistos como terroristas por las sociedades occidentales.
En contraparte, entre los musulmanes se identifica al Papa Benedicto XVI con el mundo occidental. La organización Al Qaeda ha remarcado tal identificación en comunicados distribuidos a través de internet.
"No han servido la polémica sobre las caricaturas sobre Mahoma publicadas el año pasada por un diario danés para comprender la sensibilidad" de las sociedades musulmanas, afirma a Proceso Ferruccio Pastore, quien desde 1994 trabaja en relaciones interétnicas entre el mundo occidental y árabe.
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