sábado, septiembre 09, 2006

René Delgado Las decisiones de Felipe

Un juez puede equivocarse en su fallo. Ocurre y, aun cuando es difícil justificarlo, se entiende: el error no es algo ajeno a lo humano. Lo que no puede hacer un juez es dudar de la argumentación de ese fallo. Cuando eso ocurre, el fallo no da certeza, por el contrario, profundiza la duda. Un juez imparte justicia, no la calcula o la mide y muchísimo menos cuando ni siquiera tiene la unidad de la medida.

Cuando un juez dicta un fallo pero duda de sus argumentos pone en un predicamento el valor de la justicia pero, como quiera, el juez, el fallo y el valor quedan a salvo por la estructura del edificio que los cobija. Pero cuando un colegio de jueces -que son la última instancia y tienen la última palabra sobre un asunto vertebral del Estado de derecho- duda del fundamento de su fallo, cimbra al aparato de justicia y, sin querer, vulnera en vez de fortalecer el valor de la certeza. Peor es todavía cuando ese colegio duda de manera unánime y en público.

El dictamen de los magistrados del Tribunal Electoral no ampara la declaración de validez de la elección presidencial y de Felipe Calderón como Presidente electo. No supone lo anterior -y conviene subrayarlo aun cuando parezca absurdo- alentar el desconocimiento de Felipe Calderón como próximo presidente de la República. Nada de eso. La declaratoria del Tribunal ya está y tiene fuerza legal pero no contribuye al reencuentro de los mexicanos. Esa declaración legaliza pero no legitima, dictamina pero no resuelve.

Los magistrados cayeron en la tentación -no podía ser de otro modo, en nuestra subcultura sobre la legalidad y la política- de colocar dos partes iguales en los platos de la balanza de su dictamen: medio conejo en el argumento y medio elefante en el fallo, exactamente la mitad en cada uno para decir que fue equilibrado en su juicio.

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Lo más terrible del dictamen es que establece un principio insostenible, la ley se puede violar tantito y tal práctica debe recibir, como máximo castigo, una tenue crítica, o bien, una recomendación sincera. Más no amerita.

Eso es terrible, pero todavía más es que quien recibe la crítica se burle de ella y de sus autores. El mismo día que los magistrados le hicieron el extrañamiento al mandatario, como si nada hubiera ocurrido a Vicente Fox le pareció oportuno hablar del asunto. No cupo la prudencia, la mesura, el silencio... prevaleció la ocurrencia y eso, en estos días, es de lo más inoportuno.

"La Presidencia de la República ha actuado, en todo momento -dijo Vicente Fox-, con estricto apego a la ley y ha atendido puntualmente las indicaciones de las autoridades judiciales y electorales."

La expresión revela un profundo desprecio al dictamen de los magistrados y atenta contra la urgencia de distender la atmósfera política. Grave en sí, implica además una enorme falta de sensibilidad frente su propio compañero de partido y Presidente electo, Felipe Calderón.

El martes de la declaratoria, el día era de Felipe Calderón. Siendo tan complicada la situación que afronta, era de esperarse que al menos se le dejara el foro. Fox no lo consideró así, le compitió el espacio mediático. Al pronunciamiento de Felipe Calderón siguió de inmediato el suyo.

"Hago un llamado a la candidata y los candidatos que participaron en la contienda electoral a sumarse al diálogo nacional para superar nuestras diferencias y construir una nueva etapa en la historia de nuestro país. Les reitero -dijo Fox- la voluntad de la Presidencia de la República de participar en este diálogo con total apertura."

La decisión de lanzar ese mensaje es significativa en extremo. El mandatario no ha tomado conciencia de cuatro cuestiones: el poder menguante que encabeza; la nula autoridad que tiene para llamar a remontar las diferencias, después de profundizarlas; la hora que marcan las manecillas del reloj sexenal; y el poco respeto que tiene por el próximo presidente de la República que, a la postre, es quien debe encabezar los esfuerzos para construir puentes de entendimiento y ampliar su reducido margen de maniobra.

Si a esa falta de conciencia se agrega la más reciente ocurrencia presidencial de darle un doble sentido al "des-peje" de la circunstancia política -que ha tomado como su nuevo chascarrillo-, es claro que Vicente Fox no está dispuesto a allanarle el camino a Felipe Calderón. Revela que el mandatario está decidido a darle rienda suelta a su obsesión, así sea en perjuicio del Presidente electo.
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Si, por un lado, el fallo del Poder Judicial no le facilita las cosas a Felipe Calderón y, por el otro, las fallas del Poder Ejecutivo le complican la situación, es obligado que el Presidente electo comience a tomar sus primeras decisiones.

Antes de ir a esas decisiones, es menester poner sobre la mesa un hecho contradictorio en apariencia. La fuerza de Calderón es su debilidad. La oportunidad de Calderón deriva de las bajas expectativas que suscita. No hay broma en esto. Si el Presidente electo pone en juego su inteligencia y talento y se hace cuanto antes de un auténtico equipo de operadores, cada decisión que tome le sumará puntos; cualquier resultado positivo que tenga le significará un triunfo.

Vale la pena subrayar esto porque, curiosamente, de las decisiones en puerta, la primera y, quizá, una de las más importantes será aquella que marque su deslinde frente a Vicente Fox. No se trata de hablar si repondrá entero el escudo nacional en lugar del águila mocha, ni si compartirá o no con su esposa las decisiones... Nada de eso.

Se trata de algo fundamental: sentar las bases de su relación con el presidente de la República, acordando qué tareas debe llevar a cabo el gobierno saliente y definiendo claramente el campo de acción del gobierno entrante, en el tramo que conduce al 1o. de diciembre.

Esa decisión no puede tardar mucho. Urge. Resulta absurdo pensar que el primer frente a cerrar por parte de Felipe Calderón sea el que le está abriendo Vicente Fox. Pero si no cierra ese frente y fija reglas, las iniciativas para atender el frente que le plantea Andrés Manuel López Obrador podrían quedarse en el aire por las imprudencias de Vicente Fox.

Calderón tiene que administrar y gobernar con extremo cuidado su relación con Fox. Desde la temporada ante-preelectoral, durante la precampaña electoral, a lo largo de la campaña electoral y, ahora, en la temporada postelectoral, Fox ha dejado claras dos cuestiones: la obsesión por eliminar a Andrés Manuel López Obrador y el poco aprecio que tiene por Felipe Calderón.

Esa es la primera decisión a tomar, cómo regular, cómo acotar, cómo convivir con Vicente Fox. Esa decisión es central, le puede dar impulso para tomar las decisiones que cifrarán la posibilidad de su gobierno.
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Mañana domingo, Felipe Calderón encabezará un mitin en la Plaza México y su mensaje se escuchará en Los Pinos, en el zócalo y, desde luego, en el país entero. Ojalá ese discurso salga del llamado sin sustancia, del pronunciamiento vacuo, para dar las claves de cómo piensa revestir de legitimidad su triunfo, de cómo piensa reivindicar a la política, de cómo construirá su gobierno y, desde luego, de cómo buscará reconciliar al país.

Correo: sobreaviso@latinmail.com

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