Gabriel Guerra Castellanos
Mientras se preparan las conmemoraciones luctuosas en EU y Bush busca la manera de sacar de ellas capital político, Al-Qaeda se da el lujo de proponer a los estadounidenses convertirse
al islam
Mientras se preparan las conmemoraciones luctuosas en EU y Bush busca la manera de sacar de ellas capital político, Al-Qaeda se da el lujo de proponer a los estadounidenses convertirse
al islam
El video difundido este fin de semana por la organización terrorista de Osama bin Laden es una obra de propaganda que muchos envidiarían.
En vez de explayarse en una larga perorata acerca de las virtudes de la "guerra santa", el más reciente mensaje muestra a un vocero particularmente eficaz, capaz de transmitir su mensaje al público occidental en un idioma fácil de entender: el inglés. Y es que este vocero, además de articulado y hábil, es un estadounidense, californiano para más señas, de nombre Adam Gahnan.
Conocido como "Azzam el Americano", Gahnan tiene apenas 28 años y ya es todo un maestro en el arte de la propaganda religioso-militar. En el video hace un llamado a los soldados estadounidenses a cambiarse de bando y aceptar el islam como la religión verdadera, manejando conceptos sencillos en un lenguaje llano, aderezado con americanismos que garantizan su fácil comprensión.
Se refiere a Bush con su localísimo apelativo "dubya", una suerte de contracción de la manera en que se pronuncia la W abreviada de su nombre; hace referencia a la manera en que están siendo tratados los veteranos heridos de la guerra en Iraq; a las cartas de machote que reciben las familias de los soldados muertos en combate; alude a temas que son actualmente motivo de debate en EU.
En resumen, es la voz americanizada y en inglés de un movimiento que hasta hace poco estaba totalmente alejado de la manera de pensar y de expresarse de su enemigo máximo.
La habilidad mediática de Al-Qaeda y Bin Laden es de todos conocida. A partir de un movimiento relativamente oscuro y clandestino en Afganistán ha surgido todo un fenómeno internacional, tanto por las simpatías que genera en el entorno musulmán, como por la incertidumbre e impotencia que provoca a los estadounidenses y a sus principales aliados. Más que una agrupación terrorista, ésta es una fuente de diseminación doctrinaria.
Nadie puede afirmar hoy con certeza cuál es el alcance real de Al-Qaeda. Si bien Washington y Londres le atribuyen autorías materiales e intelectuales de muchos de los atentados terroristas en el mundo, lo cierto es que es debatible si la de Bin Laden es la mano que mece la cuna o solamente la que alimenta el fervor y la inspiración de grupos autóctonos, independientes, ligados entre sí sólo por su fervor religioso y su convicción de que la única vía es la de la guerra religiosa.
Ya en Madrid o Londres, en Bagdad o Kabul, en las Filipinas o Turquía, los ataques terroristas despiertan de inmediato el grito de sospecha, de denuncia, de intuición: ¡Al-Qaeda! Como si del lobo feroz se tratara, se le atribuyen todos los males, pero no se sabe a ciencia cierta cuál es su verdadera infraestructura, cuál su alcance mortífero.
Una semana sí y otra también, los mandos militares estadounidenses nos presumen de un enfrentamiento en el que resultan muertos o capturados miembros o dirigentes de la organización. Apenas ayer se difundió la aprehensión del "número 2" de Al-Qaeda en Iraq, probablemente uno de centenares de mandos medios de una organización fantasmal que se les aparece a sus enemigos por doquier, pero que no es asible y por lo tanto no es combatible.
Tras numerosas declaraciones de triunfo de parte del gobierno estadounidense, sus enemigos en la guerra contra el terrorismo parecen gozar de cabal salud. Osama bin Laden y su verdadero lugarteniente, Ayman al Zawahiri, producen videos a placer y no parecen demasiado amedrentados por las victorias estadounidenses.
Los liderazgos tribales en Afganistán y lo que queda del Talibán son suficientes para hacerles la vida harto difícil a los integrantes de la fuerza multinacional que se encuentra en ese país y a su endeble gobierno. Lo que parecía un capituló concluido está todavía escribiéndose.
De Iraq no hace falta decir más. No hay día en que no mueran decenas o centenares de personas en algo que va mucho más allá que una ola de atentados: ese país se encuentra ya al borde de la guerra civil, con cuando menos tres -si no es que más- bandos participando activamente en la destrucción nacional.
Están también las numerosas organizaciones locales que utilizan las ideas de Al-Qaeda para justificar su activismo violento contra adversarios religiosos o emisarios del opresor, sean estos soldados o turistas occidentales. En Gran Bretaña, las escuelas islámicas son cada vez más numerosas y más radicales en sus enseñanzas.
La del convencimiento es una parte toral de la estrategia militar estadounidense en Iraq. Así como lo fue en Vietnam, la consigna de "Hearts and Minds", de ganarse el ánimo y la opinión de los locales, resulta central para cualquier expectativa de victoria militar.
Al igual que en Vietnam, esa parte de la guerra la está perdiendo el Pentágono. No sólo no fueron recibidos como héroes libertarios en Afganistán e Iraq, sino que su presencia irrita y ofende, su conducta escandaliza y radicaliza. Cada día que pasa hay nuevos adeptos para la causa del enemigo.
En cambio, Al-Qaeda crece y se multiplica. Tiene en Bin Laden a una figura casi mítica, en Azzam el Americano a un vocero por demás eficaz. Y en el poderoso ejército estadounidense y sus comandantes militares y civiles en Washington a sus mejores aliados.
gguerra@gcya.net
En vez de explayarse en una larga perorata acerca de las virtudes de la "guerra santa", el más reciente mensaje muestra a un vocero particularmente eficaz, capaz de transmitir su mensaje al público occidental en un idioma fácil de entender: el inglés. Y es que este vocero, además de articulado y hábil, es un estadounidense, californiano para más señas, de nombre Adam Gahnan.
Conocido como "Azzam el Americano", Gahnan tiene apenas 28 años y ya es todo un maestro en el arte de la propaganda religioso-militar. En el video hace un llamado a los soldados estadounidenses a cambiarse de bando y aceptar el islam como la religión verdadera, manejando conceptos sencillos en un lenguaje llano, aderezado con americanismos que garantizan su fácil comprensión.
Se refiere a Bush con su localísimo apelativo "dubya", una suerte de contracción de la manera en que se pronuncia la W abreviada de su nombre; hace referencia a la manera en que están siendo tratados los veteranos heridos de la guerra en Iraq; a las cartas de machote que reciben las familias de los soldados muertos en combate; alude a temas que son actualmente motivo de debate en EU.
En resumen, es la voz americanizada y en inglés de un movimiento que hasta hace poco estaba totalmente alejado de la manera de pensar y de expresarse de su enemigo máximo.
La habilidad mediática de Al-Qaeda y Bin Laden es de todos conocida. A partir de un movimiento relativamente oscuro y clandestino en Afganistán ha surgido todo un fenómeno internacional, tanto por las simpatías que genera en el entorno musulmán, como por la incertidumbre e impotencia que provoca a los estadounidenses y a sus principales aliados. Más que una agrupación terrorista, ésta es una fuente de diseminación doctrinaria.
Nadie puede afirmar hoy con certeza cuál es el alcance real de Al-Qaeda. Si bien Washington y Londres le atribuyen autorías materiales e intelectuales de muchos de los atentados terroristas en el mundo, lo cierto es que es debatible si la de Bin Laden es la mano que mece la cuna o solamente la que alimenta el fervor y la inspiración de grupos autóctonos, independientes, ligados entre sí sólo por su fervor religioso y su convicción de que la única vía es la de la guerra religiosa.
Ya en Madrid o Londres, en Bagdad o Kabul, en las Filipinas o Turquía, los ataques terroristas despiertan de inmediato el grito de sospecha, de denuncia, de intuición: ¡Al-Qaeda! Como si del lobo feroz se tratara, se le atribuyen todos los males, pero no se sabe a ciencia cierta cuál es su verdadera infraestructura, cuál su alcance mortífero.
Una semana sí y otra también, los mandos militares estadounidenses nos presumen de un enfrentamiento en el que resultan muertos o capturados miembros o dirigentes de la organización. Apenas ayer se difundió la aprehensión del "número 2" de Al-Qaeda en Iraq, probablemente uno de centenares de mandos medios de una organización fantasmal que se les aparece a sus enemigos por doquier, pero que no es asible y por lo tanto no es combatible.
Tras numerosas declaraciones de triunfo de parte del gobierno estadounidense, sus enemigos en la guerra contra el terrorismo parecen gozar de cabal salud. Osama bin Laden y su verdadero lugarteniente, Ayman al Zawahiri, producen videos a placer y no parecen demasiado amedrentados por las victorias estadounidenses.
Los liderazgos tribales en Afganistán y lo que queda del Talibán son suficientes para hacerles la vida harto difícil a los integrantes de la fuerza multinacional que se encuentra en ese país y a su endeble gobierno. Lo que parecía un capituló concluido está todavía escribiéndose.
De Iraq no hace falta decir más. No hay día en que no mueran decenas o centenares de personas en algo que va mucho más allá que una ola de atentados: ese país se encuentra ya al borde de la guerra civil, con cuando menos tres -si no es que más- bandos participando activamente en la destrucción nacional.
Están también las numerosas organizaciones locales que utilizan las ideas de Al-Qaeda para justificar su activismo violento contra adversarios religiosos o emisarios del opresor, sean estos soldados o turistas occidentales. En Gran Bretaña, las escuelas islámicas son cada vez más numerosas y más radicales en sus enseñanzas.
La del convencimiento es una parte toral de la estrategia militar estadounidense en Iraq. Así como lo fue en Vietnam, la consigna de "Hearts and Minds", de ganarse el ánimo y la opinión de los locales, resulta central para cualquier expectativa de victoria militar.
Al igual que en Vietnam, esa parte de la guerra la está perdiendo el Pentágono. No sólo no fueron recibidos como héroes libertarios en Afganistán e Iraq, sino que su presencia irrita y ofende, su conducta escandaliza y radicaliza. Cada día que pasa hay nuevos adeptos para la causa del enemigo.
En cambio, Al-Qaeda crece y se multiplica. Tiene en Bin Laden a una figura casi mítica, en Azzam el Americano a un vocero por demás eficaz. Y en el poderoso ejército estadounidense y sus comandantes militares y civiles en Washington a sus mejores aliados.
gguerra@gcya.net
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