Hubo una noche en que Felipe Calderón se durmió siendo Felipe Calderón y despertó siendo, al menos legalmente, el futuro Presidente de la República. Aunque el proceso de su transformación se inició desde el momento en que amarró su candidatura, se aceleró a partir del primero que le dijo: "Sí, señor presidente". En ese momento su narcisismo sufrió un impulso decisivo, de consecuencias que quizá él sea el primero en ignorar; una semilla de infalibilidad empezó a crecer en su interior y, también sin que lo advierta, una extraña niebla empezó a nublar sus sentidos: a la larga o a la corta, sólo verá, oirá y entenderá lo que le interese ver, oír y entender.
No es extraño ni sorprendente que a Felipe Calderón le vayan a pasar estas cosas puesto que les han sucedido, sin excepción conocida, a todos nuestros presidentes. La pérdida de la realidad es en ellos un hecho inevitable y de ahí que todos, también sin excepción, lleguen al final de su mandato negando fracasos, delirando triunfos imaginarios y convencidos no sólo de que hicieron más de lo que cualquiera podría haber hecho, sino que lo hicieron mejor. La prueba más reciente y dolorosa -véalo en internet-, es el informe que Fox no pudo leer en el Congreso.
Importa adelantar el diagnóstico porque el presidente electo tiene ahora una perspectiva de los problemas nacionales más abierta, más fresca, que la que se le irá formando cuando empiece a gobernar. Hoy sabe que su sexenio será estéril, e incluso perjudicial, si no consigue reunificar al país y no le impone a su administración un rumbo más comprometido con las necesidades populares, más decidido a reducir pobrezas e inequidades. Cuando entre él y la realidad exista el colchón del gabinete le resultará muchísimo más difícil verlo y entenderlo. Calderón tiene que decidir, antes de hacer la primera promesa de nombramiento, si quiere parchar el barco nada más para que flote o quiere repararlo para que flote y ande.
López Obrador, atento a los defectos de la nave institucional, ya señaló que hay motín cuando no se reparte bien el botín, y mencionó a Elba Esther Gordillo como dueña de una tajada muy seria del pastel. El problema es decididamente mayor: Calderón no podrá lograr que la chinampa nacional permanezca a flote si no consigue establecer alguna suerte de maridaje con el PRI o, para precisar, con lo que quedó de ese naufragio. Establecer el PRIAN tan anunciado por AMLO, es para Calderón un imperativo tan categórico como la flotabilidad de su sexenio: o constituye un frente común, de base, con lo que queda del PRI o el país se le hunde. La urgencia es de la misma dimensión que la intolerancia de los adictos a López Obrador. Aclaro: del círculo de hueso colorado que ya está empezando a decidir por él.
Es obvio que la unidad nacional no será alcanzable intentando recorrer el camino del diálogo con el PRD y sus demás coalicionados. Esa ruta termina en una muralla de piedra absolutamente intransigente. Todas las solicitudes de plática que intente Calderón serán respondidas con la palabra espurio o bastardo. Para los pejistas el mero hecho de sentarse a conversar con el presidente electo sería reconocerle más de lo que merece. Al igual que Fox con el conflicto de Chiapas, Calderón tampoco podrá superar ese problema en quince minutos.
Lo que sí debe establecer es las bases para llegar a superarlo. Y esto implica, dando por supuestos los amoríos del PAN con el PRI -o de la administración calderonista con el tricolor-, que el presidente electo tendrá el tino de constituir un gabinete que no esté formado por conservadores del status quo, por reaccionarios del ala derecha panista -o sea El Yunque y anexas, como el Opus Dei y el Opus Night-, sino por personas dispuestas al cambio y abiertas a la modernidad. Lo que fue sugerencia se transforma en deber: si Calderón quiere que el barco de su gobierno no sólo flote, sino camine, tiene que rebasar a los de la coalición por la izquierda. Conseguirlo depende de un truco: lograr que su gabinete represente más al país que a sus convicciones.
No hago el señalamiento entre sombras: los nombres que me han llegado como posible secretario de Salud, como probable procurador, como candidato a Educación, confirman exactamente lo contrario de lo que apunto. Es idiota nombrar a un procurador de mano dura, a un secretario de Salud convencido que su deber es prohibir la píldora -la de antes y la del día siguiente-, o a uno de Educación que impida que la palabra sexo y sus derivados figuren en un libro de texto para adolescentes.
No, no es cerrando las filas del PAN como Calderón logrará poner en movimiento al país. Es abriéndolas. Es procediendo como si el diálogo con López O., se hubiera realizado y hubiera acuerdos suscritos y firmados. Es entendiendo que ahora y sólo ahora puede ver la realidad y supiera que mañana se lo impedirá su gente, su cargo y sus propias decisiones. Si con lo que ha ocurrido ya floreció en Felipe Calderón la semilla de la infalibilidad; si cree que basta con ser presidente legalmente para llegar a serlo en la práctica, el barquito que somos va a seguir flotando otros seis años en el mar de la nada sin llegar a ninguna parte.
Correo electrónico: ruizharrell@gmail.com
No es extraño ni sorprendente que a Felipe Calderón le vayan a pasar estas cosas puesto que les han sucedido, sin excepción conocida, a todos nuestros presidentes. La pérdida de la realidad es en ellos un hecho inevitable y de ahí que todos, también sin excepción, lleguen al final de su mandato negando fracasos, delirando triunfos imaginarios y convencidos no sólo de que hicieron más de lo que cualquiera podría haber hecho, sino que lo hicieron mejor. La prueba más reciente y dolorosa -véalo en internet-, es el informe que Fox no pudo leer en el Congreso.
Importa adelantar el diagnóstico porque el presidente electo tiene ahora una perspectiva de los problemas nacionales más abierta, más fresca, que la que se le irá formando cuando empiece a gobernar. Hoy sabe que su sexenio será estéril, e incluso perjudicial, si no consigue reunificar al país y no le impone a su administración un rumbo más comprometido con las necesidades populares, más decidido a reducir pobrezas e inequidades. Cuando entre él y la realidad exista el colchón del gabinete le resultará muchísimo más difícil verlo y entenderlo. Calderón tiene que decidir, antes de hacer la primera promesa de nombramiento, si quiere parchar el barco nada más para que flote o quiere repararlo para que flote y ande.
López Obrador, atento a los defectos de la nave institucional, ya señaló que hay motín cuando no se reparte bien el botín, y mencionó a Elba Esther Gordillo como dueña de una tajada muy seria del pastel. El problema es decididamente mayor: Calderón no podrá lograr que la chinampa nacional permanezca a flote si no consigue establecer alguna suerte de maridaje con el PRI o, para precisar, con lo que quedó de ese naufragio. Establecer el PRIAN tan anunciado por AMLO, es para Calderón un imperativo tan categórico como la flotabilidad de su sexenio: o constituye un frente común, de base, con lo que queda del PRI o el país se le hunde. La urgencia es de la misma dimensión que la intolerancia de los adictos a López Obrador. Aclaro: del círculo de hueso colorado que ya está empezando a decidir por él.
Es obvio que la unidad nacional no será alcanzable intentando recorrer el camino del diálogo con el PRD y sus demás coalicionados. Esa ruta termina en una muralla de piedra absolutamente intransigente. Todas las solicitudes de plática que intente Calderón serán respondidas con la palabra espurio o bastardo. Para los pejistas el mero hecho de sentarse a conversar con el presidente electo sería reconocerle más de lo que merece. Al igual que Fox con el conflicto de Chiapas, Calderón tampoco podrá superar ese problema en quince minutos.
Lo que sí debe establecer es las bases para llegar a superarlo. Y esto implica, dando por supuestos los amoríos del PAN con el PRI -o de la administración calderonista con el tricolor-, que el presidente electo tendrá el tino de constituir un gabinete que no esté formado por conservadores del status quo, por reaccionarios del ala derecha panista -o sea El Yunque y anexas, como el Opus Dei y el Opus Night-, sino por personas dispuestas al cambio y abiertas a la modernidad. Lo que fue sugerencia se transforma en deber: si Calderón quiere que el barco de su gobierno no sólo flote, sino camine, tiene que rebasar a los de la coalición por la izquierda. Conseguirlo depende de un truco: lograr que su gabinete represente más al país que a sus convicciones.
No hago el señalamiento entre sombras: los nombres que me han llegado como posible secretario de Salud, como probable procurador, como candidato a Educación, confirman exactamente lo contrario de lo que apunto. Es idiota nombrar a un procurador de mano dura, a un secretario de Salud convencido que su deber es prohibir la píldora -la de antes y la del día siguiente-, o a uno de Educación que impida que la palabra sexo y sus derivados figuren en un libro de texto para adolescentes.
No, no es cerrando las filas del PAN como Calderón logrará poner en movimiento al país. Es abriéndolas. Es procediendo como si el diálogo con López O., se hubiera realizado y hubiera acuerdos suscritos y firmados. Es entendiendo que ahora y sólo ahora puede ver la realidad y supiera que mañana se lo impedirá su gente, su cargo y sus propias decisiones. Si con lo que ha ocurrido ya floreció en Felipe Calderón la semilla de la infalibilidad; si cree que basta con ser presidente legalmente para llegar a serlo en la práctica, el barquito que somos va a seguir flotando otros seis años en el mar de la nada sin llegar a ninguna parte.
Correo electrónico: ruizharrell@gmail.com
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