miércoles, junio 28, 2006

Hace AMLO homenaje a Juárez

EMILIANO RUIZ Y CLAUDIA GUERRERO/AGENCIA REFORMA


MÉXICO, DF.- El penúltimo día de campaña, Andrés Manuel López Obrador prefirió realizar un homenaje a Benito Juárez antes que exponerse a un mitin masivo en Oaxaca, que vive un conflicto entre el magisterio y el Gobierno estatal.

Relajado, López Obrador interrumpió ayer su papel de candidato. Cambió las guayaberas, el sombrero y el pantalón casual por un traje oscuro, camisa blanca y el cabello cuidadosamente peinado. Del proselitismo quedó sólo la corbata amarilla.

Los manoteos, las arengas, las preguntas al público, las ironías y las alusiones a Chico Che quedaron atrás.

Con ambas manos, López Obrador sostuvo las tres páginas de su discurso, que leyó pausado, sin mucho espacio para que sus simpatizantes lo siguieran con aplausos.

Las mismas ideas e incluso idénticas frases de los 11 meses de campaña. "El próximo Presidente de México no será pelele de ningún Gobierno extranjero"; "por el bien de todos, primero los pobres". Las mismas palabras pero la sobriedad había sustituido a la emoción.

Arropado por el mármol blanco y la estatua de Juárez, López Obrador salió ayer a ser Jefe de Estado, o por lo menos así lo planeó junto con su equipo.

Ante apenas dos centenas de seguidores, el candidato habló para los micrófonos de radio -que transmitían su mensaje en vivo a Oaxaca- y para las cámaras de televisión.

En sillas de plástico, un pequeño contingente de "la Revolución Blanca", un grupo de adultos mayores. En primera fila, pero sin llamar la atención, los coordinadores regionales de campaña, asesores, publicistas, algún candidato a diputado.

Al retirarse del mitin, López Obrador pasó por alto los gritos de un puñado de jóvenes larouchistas que le pedían con mantas y gritos imitar al argentino Néstor Kirchner y facilitar la salida de George Bush y Dick Cheney del gobierno estadunidense.

Miembros del equipo de campaña habían puesto en la mesa acudir al cierre de Oaxaca o cancelarlo para evitar cualquier riesgo. Al final, se impuso la opción de no exponerse a provocaciones y realizar un acto simbólico en la Ciudad de México.

Creyente en la intimidad y defensor del Estado laico en la vida pública -al igual que Juárez- López Obrador llamó a su homenaje una "profesión de fe juarista y republicana".

Envuelto en su bolsillo izquierdo lo acompañaron, como siempre, "su guarura", un escapulario. En el derecho, las llaves de su departamento y un peine de plástico obtenido de alguno de los hoteles que ha visitado en 160 días de campaña.

Sin prisas, López Obrador se tomó ayer 90 minutos para una charla informal con los reporteros que cubrieron la campaña. Ya había recibido el reporte de las últimas encuestas.
Entre enero y junio, habló en más de 400 mítines, recorrió 75 mil kilómetros por tierra y se detuvo a comer en los pueblos y carreteras. Salvo una leve ronquera, nunca se enfermó.
En ocasiones, recordó, la fatiga estuvo a punto de vencerlo, pero lo levantó "la vitamina P".
- ¿De poder?- le preguntaron.
"No, de pueblo".

Cansado, al mirar a los cientos, miles o decenas de miles la "vitamina P" reanimaba al candidato, lo impelía a ofrecer de nuevo un mensaje de 30 o 40 minutos.

Una vitamina que volverá a probar la tarde de hoy.
En su equipo de campaña, los más entusiastas apuestan a reunir a 500 mil personas y emular la concentración contra el desafuero.
Una vez más, y quizá por última vez, volverá al papel de candidato.

Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, prometió este martes que, de ganar las elecciones, garantizará la gobernabilidad del País, sin autoritarismo

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