martes, octubre 31, 2006

Acaxao (Oaxaca al revés)


rmonreal@milenio.com
Oaxaca ha vivido su inserción en el desarrollo de México al revés. Es uno de los estados con mayor riqueza cultural, pero menor desarrollo educativo. Con mayor disponibilidad de recursos naturales, pero menor crecimiento económico. Con crecientes presupuestos sociales, pero decrecientes índices de bienestar.

Las formas tradicionales de hacer política han contribuido al arraigo de estos contrastes. Cacicazgos, corporativismos y patrimonialismo forman un andamiaje político refractario a cualquier intento de reformas “modernizadoras”, tales como la electoral, la económica o la de participación social. Por ello, la violencia tiende a ser el recurso político inverso al que acuden por igual los grupos dominados, en su desesperación social, y los dominantes, en su aferramiento al poder.

Este camino al revés (o “enredado” para quienes gustan aludir al simil del queso oaxaqueño) es el mismo curso que ha seguido el actual conflicto que transitó a otra fase con la intervención de la PFP el pasado domingo.

El primero de los enredos es haber dado una lectura de poder eminentemente nacional a un problema básicamente local. Una demanda salarial que el magisterio de Oaxaca plantea cada año, en función de tiempos y formas de su lucha sindical, se vio de pronto envuelta en la polarización de la pasada contienda presidencial. No es que Oaxaca haya contaminado el escenario político nacional; más bien, la contienda presidencial tomó de rehén al pueblo de Oaxaca y, de manera irresponsable, a más de un millón de niños que para fines prácticos ya perdieron el año escolar.

El gobernador vio en el movimiento una revancha de la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, y del PRD por igual, en razón de ser uno de los hombres cercanos al candidato Roberto Madrazo. “Ese movimiento no es contra mí, es contra el PRI”, fue la lógica política y, en razón de ello, quince días antes de la elección presidencial movilizó a la fuerza pública local. El castigo ciudadano a esta medida represora se reflejó de inmediato en las urnas: el PRI perdió prácticamente todas las posiciones federales en Oaxaca y vio el nacimiento de un movimiento de resistencia popular sin precedente bajo las siglas de la APPO.

Vendría después el segundo enredo o camino al revés. Equiparar a esta organización con la guerrilla del EPR y empatar la suerte del gobernador con el futuro político del recién presidente electo panista: “Este movimiento no es contra Ulises Ruiz, es contra Felipe Calderón… Si cae el gobernador de Oaxaca, seguiría el presidente recién electo por un estrecho margen”. El chantaje dio resultado. En nombre del Estado de Derecho, PAN y PRI arman una alianza para sostener el estado de ingobernabilidad en Oaxaca, cuya naturaleza contradictoria se refleja en el dictamen mismo que ambos partidos sacaron adelante en el Senado: en Oaxaca no hay gobierno, pero sí hay poderes. Algo así como el jinete sin cabeza.

El tercer enredo lo constituye la intervención de la PFP. Entre promover la renuncia del gobernador o movilizar cuatro mil efectivos de la policía federal, el gobierno federal opta por el camino más sinuoso y costoso. ¿El resultado de esta actuación del PRIAN? Al menos un joven muerto, protestas en diversas ciudades de EUA y España, una APPO fortalecida y un aliado debilitado.

Oaxaca está secuestrada no por la APPO ni por el magisterio local, sino por los intereses de grupos de poder nacionales. El SNTE ve en la tragedia local la oportunidad de deshacerse de la disidente sección 22. Los ex gobernadores de la entidad ven la oportunidad de cobrar facturas pendientes al actual mandatario. El priismo, tercera fuerza nacional, toma de rehén al panismo y al gobierno federal a cambio de un apoyo frágil y relativo, donde el PRI cobra los beneficios y el PAN se queda con los costos. Felipe Calderón exige a Vicente Fox que le entregue la casa limpia y no le herede un problema grave. Mientras el presidente Fox, ocupado más en mantener su popularidad, descuida la gobernabilidad democrática del país, aquella que se finca en al menos tres elementos: la estabilidad, la eficacia y la legitimidad, no en las tanquetas ni en los toletes policiacos. De esta forma, el presidente del cambio, que empezó como Francisco I. Madero, termina su mandato como Gustavo Díaz Ordaz.

Lo que estamos viendo en Oaxaca es el camino al revés. Es decir, la regresión. Regresa la represión. Retorna el autoritarismo. La vuelta al pasado. ¿Qué se aleja? La posibilidad de la democracia en la tierra de Benito Juárez. Nada más, pero nada menos.

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