viernes, julio 07, 2006

"Venceréis pero no convenceréis". / Voto a voto Miguel de Unamuno


EPIGMENIO IBARRA

¿A qué tanta prisa? ¿Si ganaron a qué le temen? El país resiste y necesita que se despeje toda sombra de duda. Nadie puede sentarse en la silla si lo cubre el más ligero manto de sospecha. Ya no. Que una de las partes impugne el proceso no sólo es natural en una elección tan cerrada; es también necesario, saludable. Así es la democracia y hay que respetar sus reglas. Que cesen pues sus diatribas los panistas. Debe acabarse ya, por el bien de la República, la campaña del miedo. López Obrador, al convocar a sus seguidores al Zócalo, al utilizar los recursos legales que la Constitución establece, no hace sino lo que debe hacer, lo que la ley le permite, lo que una parte muy importante de la nación demanda. Nos lo debe a cada uno de los 14 millones que votamos por él y que queremos que nuestro voto cuente.


Yo, habrán de disculparme, me siento personalmente agraviado. Escribo pues con rabia, con esa rabia ciudadana de un hombre de 54 años que ha vivido sometido a 48 años de régimen autoritario y a 6 más de la simulación foxista. De un hombre que sintió, que respiró como nunca la posibilidad de un cambio verdadero y al que otros 6 años de lo mismo le pesan en el alma. Impugnar, no nos equivoquemos, no es llamar al levantamiento. Al contrario. Sólo yendo a fondo, con la ley en la mano, en este país que hoy, como nunca, se muestra dolorosamente dividido, puede este evitarse.

Felipe Calderón, desde mi punto de vista y para decirlo claro, no ha ganado, si es que efectivamente consiguió la victoria, con las manos limpias. Qué va. Se ha impuesto a punta de mentiras, del brazo de los barones del dinero que, otra vez y en defensa de sus privilegios, han torcido, manipulado, doblegado la voluntad popular. Lo han hecho a billetazo limpio saltándose las reglas, burlándose de un árbitro que no ha sabido actuar con la valentía que el momento histórico exige.

La gente votó coercionada, atemorizada, engañada, como si tuviera un revólver en la sien. Con el mayor descaro y un brutal despilfarro de recursos se impuso, gracias a los asesores extranjeros, la peor de las costumbres de la política norteamericana. Se denigró sistemáticamente al oponente, se le calumnió, se le convirtió, a punta de mentiras y spots, y sin justificación alguna, en un peligro para México. En esta infame tarea contribuyó incluso el Presidente de la República quien, superando incluso a sus antecesores priistas, se ensució las manos y ensució el proceso al convertirse en jefe de campaña de Calderón.

Pero no sólo en las tareas de difamación trabajaron el gobierno federal y el Presidente. Fueron más allá. Haciendo de nuevo y como en el desafuero uso indebido de sus atribuciones y de las instituciones del Estado llegaron incluso a comprometer la seguridad de la nación. Como siempre Fox y los suyos, verdaderos expertos en esto de la impunidad, apuestan a la fragilidad de la memoria colectiva y al bombardeo mediático, hoy concentrado —por eso su prisa— en celebrar la victoria, para establecer su coartada.

Sin embargo, los trazos de esta operación de apoyo a Calderón están todavía visibles. Fox y los suyos actuaron para crear un componente político que diera contundencia a las afirmaciones propagandísticas. Pusieron para eso a la nación en vilo. Lo hicieron para darle un rostro preciso al peligro que anunciaban. Balazos, toletes, torpezas y omisiones tenían por propósito crear un clima general de desasosiego. Lo que con Obrador vendría —según los spots— estaba ya, para presionar al votante, todos los días en las calles y sobre todo en la pantalla de la TV.

El conflicto minero, la represión ampliamente televisada de Atenco, la tribuna mediática para el Subcomandante Marcos, su inusitada libertad de movimiento, la aparente torpeza con que se enfrentó el conflicto magisterial en Oaxaca, la mano suave con el narco que decapita a uno tras otro en Guerrero fueron los componentes de este plan. Los publicistas hicieron su tarea. También la Presidencia.

No ha sido pues limpia la campaña ni equitativa la contienda. ¿Por qué creer a ciegas en la limpieza del proceso electoral? Que se cuenten y recuenten los votos las veces que la ley lo permita. Sólo así, con certezas, se construye la democracia. Podrá Calderón, como dice Unamuno, vencer pero no convencer. No así

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