jueves, julio 27, 2006

La oportunidad perdida Lorenzo Meyer

¿De movilización electoral a movimiento social?
Con insensatez y cortedad de miras, el gobierno de Vicente Fox parece haber desechado la posibilidad de dar un mejor cauce a la incipiente democracia política mexicana


Unas elecciones bien llevadas, y es importante subrayar este calificativo, pueden servir para congelar o, al menos, bajar la temperatura de las contradicciones sociales que amenazan con transformarse en conflicto abierto. Sin embargo, ese mismo instrumento, mal aplicado, puede conducir esas contradicciones conflictivas no al congelador sino al horno. En efecto, una pérdida de confianza en la solución electoral pudiera llevar a los agraviados a concluir que sus demandas no tienen solución institucional. Un proceso electoral deficiente o tramposamente conducido puede desembocar en la agudización del choque que pretendía desactivar. Y ése pareciera ser el caso hoy en México.

En este primer sexenio de la democracia mexicana presidido por Vicente Fox se tuvo la gran oportunidad de encauzar por la vía electoral el descontento acumulado como consecuencia de la vieja y creciente inequidad en la distribución de cargas y recompensas en la sociedad mexicana. Sin embargo, la imprudencia o voracidad de la Presidencia -la idea de que Fox fuera sucedido por la esposa de Vicente Fox- y, sobre todo, el no poner los valores democráticos por encima de los intereses de clase o grupo y la falta de visión de largo plazo del grupo gobernante -la campaña del desafuero contra el líder de la izquierda primero y la brutal campaña electoral negativa después-, parecieran haber acabado con la posibilidad de canalizar por el camino correcto a la aún embrionaria y no consolidada democracia política mexicana.

En un ambiente de crecimiento económico marcado por la mediocridad desde hace casi un cuarto de siglo y donde la concentración del ingreso sigue el patrón norteamericano -el 10 por ciento de los más afortunados se quedan con las dos quintas partes del ingreso disponible y el 10 por ciento menos afortunado con menos de dos décimos-, era fundamental darle una oportunidad electoral efectiva a los perdedores sociales de siempre para garantizar su lealtad al supuesto "nuevo orden".

Al despuntar la democracia política sí hubo la posibilidad de crear y afianzar en el "México profundo" la idea de que, a diferencia del sistema económico, el político no tenía como objetivo central el mantenerles controlados y excluidos. Un verdadero apego a las reglas y al espíritu democrático pudo haber logrado que los que han sido dejados socialmente atrás comprometieran su lealtad con el arreglo político institucional vigente, como resultado de su convencimiento de que ya no eran vistos por los poderosos como las tradicionales "clases peligrosas". Lo que ocurrió fue lo contrario: se identificó al "Primero los pobres" con "Un peligro para México".

El empeño del presidente Fox, del PAN, del PRI y muchos otros por sacar de la carrera electoral mediante el desafuero al líder de la izquierda, seguido por una campaña electoral inequitativa y abiertamente polarizante, centrada en el miedo y concluida con una presentación torpe y sospechosa del resultado del conteo de votos, está llevando a que un grupo importante de ciudadanos hayan concluido que el actual procedimiento electoral no se rigió por las reglas del "juego limpio" sino que, como en el caso de la economía o de la impartición de justicia, los dados están cargados en contra de los que menos tienen.

La sospecha sobre la forma en que se han manejado las reglas de la competencia democrática es un mal camino para conseguir que la democracia se consolide en un suelo que, como el mexicano, históricamente le ha sido hostil.

El movimiento social

Es difícil saber hacia dónde nos habrá de conducir el desenlace del actual proceso electoral porque aún está pendiente en los tribunales la decisión oficial sobre quién triunfó en la elección presidencial. Sin embargo, ya una parte de quienes apoyaron al candidato de la izquierda no considera legítima la contienda ni el resultado provisional que hoy se mantiene. Al final, si el tribunal refrenda la victoria de la derecha, una parte de estos desencantados bien pueden terminar por seguir el viejo camino de la desmovilización. Sin embargo, también podrían optar por buscar una vía distinta o adicional a la de las citas sexenales con las urnas, y esta última bien puede ser la de un movimiento social.

Movilizar a una parte sustantiva de la sociedad -no tiene que ser a la mayoría, una minoría motivada es suficiente para tener impacto político- en ninguna parte, ni época, ha sido tarea fácil. De hecho, la mayoría de los intentos han fracasado, pero cuando han prendido, como fue el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos, el de la mayoría negra en África del Sur y, sobre todo, el encabezado por Gandhi a favor de la independencia de India, el resultado ha sido espectacular.

Sin comparar nuestra situación con la de los movimientos "clásicos" mencionados, hoy y aquí, justamente por lo mal llevado de nuestro proceso electoral, ya está tomando forma ese elemento necesario, central, para el arranque de cualquier movilización de protesta social -movilización que ya está prefigurada en las últimas grandes concentraciones convocadas por Andrés Manuel López Obrador (AMLO)-: el agravio. Aquí y hoy esta ofensa se basa en la idea de que una clase privilegiada maniobró y continúa maniobrado para impedir que un candidato y un programa apoyado por los mexicanos menos afortunados sea excluido del acceso a esa institución que es central en la toma de las grandes decisiones relativas a la distribución de oportunidades y bienes: la Presidencia de la República.

Hasta hoy y en la práctica, el PRD ha centrado su actividad menos en la lucha social y más en la electoral; no tanto en modificar el statu quo sino en aumentar su presencia en las urnas como vía de acceso al subsidio, a la administración de gobiernos locales y a los cargos en el Legislativo. Sin embargo, esta vez la dureza e inequidad de la campaña electoral, las expectativas de triunfo de la izquierda, el mal manejo del proceso electoral y del conteo de votos, la personalidad del líder de la izquierda y la magnitud de la movilización postelectoral, abren la posibilidad de que la tensión generada durante el proceso electoral desemboque en la formación de una nueva identidad en la izquierda mexicana. Una donde la creación de valores compartidos, de un objetivo y de un enemigo común, lleve a los identificados con la izquierda a ir más allá de la mera coyuntura electoral para movilizarse y canalizar la energía generada por la elección a temas concretos que incidan en la política social y, sobre todo, a cuestionar las bases materiales y morales del orden existente al punto que obligue a "los ganadores de siempre" a aceptar la modificación de una estructura social considerada, a la vez, injusta y modificable por la acción de los movilizados.

Crear una nueva solidaridad entre los que se consideran injustamente derrotados en las elecciones no es tarea fácil en una sociedad dominada por valores conservadores como es la mexicana. Desde luego, no hay garantía de éxito sólo por el hecho de juntar en la plaza pública a 1 millón o más de personas. Una y otra vez, las estructuras dominantes han derrotado a movimientos sociales, sobre todo en su etapa inicial, pues de su lado tienen al "marco de la ley", a la fuerza pública y a los intereses creados.

En épocas recientes ya se han dado coyunturas que bien pudieron dar forma a movimientos sociales de izquierda, como fueron el neocardenismo de 1988 y el neozapatismo de 1994, pero finalmente el primero no lo quiso y el segundo no lo logró.

Obstáculos y posibilidades

Un movimiento social que partiera de la frustración e irritación frente a la inequidad con que la derecha manejó todo el proceso electoral del 2006 enfrenta como obstáculos sustantivos el conservadurismo tradicional de la sociedad mexicana, la cooptación, la acción concertada de los poderes fácticos, el apoyo internacional -en especial el norteamericano- a la derecha supuestamente democrática, las divisiones en el PRD, la vaguedad en los objetivos y muchos más. Sin embargo, también hay posibilidades: un liderazgo reconocido y decidido, la persistencia de la injusticia y la corrupción, el fracaso de la derecha en el cumplimiento de sus promesas, un ambiente de mayor libertad que en el pasado, etcétera.

Nada está escrito en relación a la actual y delicada coyuntura política, pero si la movilización electoral de hoy llegara a transformarse en un movimiento social, la causa se encontraría en el mal manejo que se hizo de un instrumento tan delicado, como es el proceso electoral democrático, en una sociedad ya muy cargada de problemas sociales sin resolver

1 comentario:

Beam dijo...

ya te linkee caon