jueves, julio 27, 2006

Dime cuándo tú, Elba Esther Jairo Calixto A. Mileño Diario

Querida Elba Esther dos puntos, no me hagas sufrir coma. Una mujer de tu categoría, sobre todo moral, no puede organizarle su altar a Jelipillo para que te de, más que sea, la Secretaría de Educación que, de por sí, ya está muy desprestigiada. Mi reina, tienes que contenerte, aguantarte las ganas de darle al michoacano trato de Tlatoani, para eso tienes a la servidumbre, ahí está Campa Cifrián. Digo, qué va a pensar la gente si en vez de guardar las formas, luego, luego le rindes pleitesía al panista que de por sí se siente la versión reloaded de Agustín de Iturbide, pero sin patillas. Ya sabes lo que dicen las abuelas: a los hombres, ni todo el amor ni todo el dinero.

Con las experiencias que has tenido, ya deberías saber que no te puedes entregar así nomás a la primera de cambios. Acuérdate de Madrazo, Elbita bonita, Esthersita del alma. Además ve tú a saber cuáles sean las intenciones del Calderón ese. A lo peor, lo único que pretende sea padrotearte con un autopréstamo o algo así, como tantos otros vivales del PRIcámbrico temprano que, a pesar de usarte vilmente, siempre terminaron oliendo a leña de otro hogar.

Querida, cada momento de mi vida, yo pienso en ti más cada día. Tienes que controlarte, no puedes decirle a Calderón que ya es Presidente electo sin previa autorización del TEPJF, de la coalición Por el Bien de Todos, del Partido Republicano, del ejército israelí y de los hermanos Zavala que tienen todos los derechos reservados. Querida, eres mucha pieza para estos arribistas recién llegados del blanquiazul. Digo, no llegaste a tan altos niveles de poder, ni vives como vives en un departamento de interés social en Polanco, con posesiones que despiertan la envidia de Arturo Montiel, nomás por obra y gracia de san Jongitud Barrios, gran valkiria del botox por botox. Tú eres quien eres y no te pareces a naiden. Y mucho menos, dear, necesitas andarle limpiando las manos sucias a Jelipillo que, aunque rima con Gordillo, sólo está de paso por estas tierras, mientras que tú siempre serás nuestra Coyolxauhqui del magisterio.

Maestra querida, piensa en mí solo un momento y ven, date cuenta de que el hijo desobediente puede ser, por su perfil psicológico como las rondas del Flaco de Oro, que no son buenas, que hacen daño, que dan pena, que se acaba por llorar.

No caigas en la tentación.

Vales chorros, nunca cambies

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