lunes, octubre 16, 2006

Zetas, poder en veinte estados

ricardo ravelo

México, D.F., 16 de octubre (apro).- Además del refuerzo de exmilitares guatemaltecos, conocidos como kaibiles –quienes al igual que los Mara Salvatrucha también degüellan a sus víctimas--, el cártel del Golfo apuntaló su estructura militar con la incorporación de francotiradores y otros grupos adiestrados en asaltar edificios y realizar operaciones aeromóviles, según establece un informe de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) en poder de Apro.

Este equipo sofisticado de expertos –cuyo origen la propia SIEDO establece como de extracción militar– cobra fuerza al interior del cártel del Golfo, organización que ya tiene presencia en una veintena de entidades, donde disputa el control con Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, quien hace menos de un mes estuvo a punto de ser detenido en la ciudad de Durango cuando iba a bordo de una motocicleta de cuatro llantas.

Con una visible cirugía plástica que le redujo las mejillas y sin bigote, “El Chapo” Guzmán paseaba como cualquier otro turista por el centro de esa ciudad del norte, cuando agentes de inteligencia militar –quienes ya disponen de fotografías de su nuevo rostro– lo ubicaron. Según explicó el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos, “El Chapo “aceleró y logró huir.

Con esta es la tercera ocasión que Joaquín Guzmán Loera logra escapar, después de su fuga, en enero de 2001, del penal de Puente Grande, Jalisco. La primera fue en la comunidad de La Tuna, en Sinaloa; la segunda, en Monterrey, Nuevo León –durante una “cumbre de narcos”, en que planearon ejecutar a Rodolfo Carrillo Fuentes– y la tercera fue hace poco menos de un mes, cuando “turisteaba” muy quitado de la pena por la ciudad de Durango.



Los refuerzos del cártel del Golfo

De acuerdo con el informe de la SIEDO, los refuerzos del cártel del Golfo tienen una alta especialización. Así los describe en su estudio: “Este equipo está capacitado para búsqueda y rescate de rehenes, como lo han hecho en varios penales del país”.

Y agrega: “Se considera que este grupo armado no ha desplegado (aún) todo su potencial, aunque ya existen evidencias de su capacidad operativa: uso de armas militares (granadas y lanzacohetes), secuestros masivos, uso de tecnología de punta y estratégica para usar la información a su favor”.

Enfocado a la estructura del cártel del Golfo, el análisis de la SIEDO –que contiene datos proporcionados por la DEA-- establece que, tal como ocurre en Acapulco, Guerreo, Tijuana, Baja California, Michoacán o Nuevo León –entre otros estados violentados por el narcotráfico–, en Tamaulipas “se ha detectado que los policías municipales y estatales trabajan abiertamente para Los Zetas.

“Los policías locales –refuerza el informe– son quienes alertan por radio o celular a los Zetas cuando en la ciudad existen personas o vehículos desconocidos o sospechosos”.

Y añade: “De acuerdo con las investigaciones que ha realizado la SIEDO en esta zona, los Zetas les pagan a los municipales de 300 a 500 dólares por levantón. El trabajo de los policías consiste en detener a quienes les debían dinero a Los Zetas o tenían otros pendientes con ellos, y ponerlos en casas de seguridad que tienen en colonias de esa ciudad o en la periferia”.



Los Halcones

Según el informe de la SIEDO, no sólo Los Zetas y el equipo de francotiradores forman parte de esa organización criminal. La PGR detectó que otros cuatro grupos armados, bien entrenados, se incorporaron al “cerco protector” del cártel del Golfo, el cual parece seguir dirigiendo Osiel Cárdenas desde el penal de La Palma, en el Estado de México.

El primero de esos grupos, señala la investigación de la SIEDO, es conocido como Los Halcones y, entre otras actividades, se dedica a “rastrear” y seguir los pasos de los enemigos de la organización. (Un grupo similar, bajo las órdenes de Edgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, opera en Acapulco y Zihuatanejo y forma parte del cártel de Sinaloa).

Estos sujetos, dice el documento, “por lo regular viajan a bordo de vehículos viejos y, cuando observan algo sospechoso, le tiran el pitazo a los jefes. Además, se dedican a cobrar derechos de piso a los narcomenudistas que operan en el municipio (de Nuevo Laredo)”.

El segundo grupo, de acuerdo con el estudio criminal de la SIEDO, es conocido como Los Ventana y, según las investigaciones oficiales, “son jóvenes de entre 14 y 16 años dedicados a informar (al cártel) sobre los movimientos efectuados en las colonias controladas por la organización”.

Sobre el perfil de estos delincuentes, la SIEDO agrega:

“Estos jóvenes se movilizan en bicicletas, se avisan a base de chiflidos cuando observan algo sospechoso. La información que proporcionan llega a otras personas de mayor jerarquía, quienes, a su vez, la transmiten a sus jefes por medio de radios de comunicación”.

El tercero grupo, el cual no es identificado en el informe con ningún nombre, es descrito por la SIEDO como “especialistas en telecomunicaciones”, y no son más de veinte sus integrantes, quienes operan así:

“Rastrean llamadas, vehículos e identidad de los adversarios de la organización de Cárdenas Guillén. Estas personas utilizan tres vehículos blindados, que se desplazan por toda la ciudad (se refieren a Nuevo Laredo) cuando es necesario”.

Más sobre su modus operandi: “Así mismo, se encargan de realizar ‘levantones’ y ejecuciones de los enemigos del cártel; tienen una forma similar de actuar del llamado Comando Negro, agrupación de sicarios vinculados con Los Zetas”.

Grupo de los Veinte

Y el cuarto grupo que apoya las tareas de guerra del cártel del Golfo está integrado, según la SIEDO, “por quienes controlan la plaza”. Estas personas –dice el informe— “siempre andan fuertemente armadas, se encargan de tomar decisiones relevantes al interior de la organización”.

El informe añade: “Se presume que entre estas personas se encuentran tres o cuatro jefes de cabezas, conocido como Grupo de los Veinte, conformado por Los Zetas y los actuales jefes de la organización, entre ellos Ezequiel Cárdenas Guillén, conocido como “Tony Tormenta”, quien es hermano de Osiel”.

Todos estos grupos armados, según la SIEDO, están enquistados en la estructura del cártel del Golfo y su supervivencia, en buena medida, depende de sus métodos de extorsión.

Al respecto, la SIEDO detalla: “Las extorsiones se extendieron a los propietarios de centros nocturnos, discotecas y bares. Varios dueños de esos negocios fueron levantados por la organización criminal. Bajo la amenaza de muerte los pusieron a dar cuotas mensuales pagaderas en dólares. Estas van desde los 3 mil a 5 mil dólares mensuales. La lista se reforzó con propietarios de estéticas, salas de masaje, bares, centros nocturnos, discotecas, farmacias, lotes de autos y refaccionarias de autopartes usadas”, quienes habrían sido obligados al pago a cambio de no ser ejecutados.

La SIEDO detectó que, “de no cumplir, significa una sentencia de muerte para la víctima”.

Tras la captura de Cárdenas Guillén, Los Zetas pusieron en práctica el cobro de cuotas, como una forma de “recapitalizarse”. La PGR detalla así la forma en que Los Zetas suelen cobrar a adversarios y no rivales: “Poco después de la aprehensión de Osiel Cárdenas, Los Zetas incrementan otras actividades alternas, como el cobro de cuotas a los narcotraficantes menores que operan en la frontera por permitirles trabajar”. El cobro se extendió a comerciantes de todos los ramos, así como a profesionistas, agentes aduanales y otros más”.

Los Zetas –según la PGR– son los responsables de la guerra que se ha desatado en todo el país, en particular en Guerrero, Michoacán, Nuevo León y Tijuana. Su objetivo es controlar el paso de drogas en todo el país e imponer su hegemonía en toda la frontera. Dentro de los sicarios “hay nuevos Zetas”, según establece la SIEDO, cuyo informe menciona a Jorge López, “El Chuta”, y a Jesús Enrique Rejón Aguilar “como los principales instructores de los nuevos Zetas que se incorporaron a las filas del cártel del Golfo desde el año 2002

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