lunes, octubre 16, 2006

Carnaval legionario


Francisco Castellanos
COTIJA, MICH.- Al entrar a este poblado, lo primero que ve el visitante es una enorme estatua en bronce de monseñor Rafael Guízar y Valencia, siempre adornada con arreglos florales.

El monumento al religioso suplanta a las figuras de los próceres patrios. Guízar, junto con su sobrino Marcial Maciel, es considerado el hijo predilecto de Cotija. Ahora fue llevado a los altares y el municipio ya tiene su santo.

Por eso, los festejos por su canonización comenzaron aquí antes de la ceremonia en el Vaticano, según cuenta José Cruz Moreno, cura de la iglesia de Nuestra Señora del Popolo:

“A través de nuestro consejo parroquial, iniciamos los festejos con 15 días de anticipación. Vinieron peregrinaciones de las 52 comunidades del municipio. También vinieron los sacerdotes que han pasado por las parroquias de aquí. Hubo hasta eventos culturales y deportivos.”

La multitud de peregrinos pasaba a visitar la enorme casona con fachada de piedra donde, el 26 de abril de 1878, nació Guízar y Valencia. Queda en el centro de Cotija, en la calle Colón.

Amplios corredores con columnas de cantera rosa, macizas puertas de pino, rejas de hierro forjado y, al fondo, la recámara donde nació monseñor; hoy convertida en un altar con las imágenes de la Virgen de Guadalupe y del Sagrado Corazón. Hay reclinatorios en recuerdo de su primera misa.

No es propiamente un museo, puesto que se exhiben muy pocos objetos personales de Guízar: un viejo sillón y algunas fotografías de su padre, Prudencio Guízar. Es todo.

La casona es más bien un centro de peregrinaje al que, hasta ahora, habían acudido principalmente los miembros de la Legión de Cristo que llegaban de visita desde varios países. Con la canonización se espera un gran incremento de peregrinos.

Una de las encargadas de cuidar el recinto dice al reportero: “La casa está idéntica a como la dejó monseñor. Las mismas vigas de madera, el mismo techo de tejamanil. Todo ha sido tratado para su conservación”.

Luego señala una estancia donde se venden estampitas, novenarios, llaveros y otros objetos que tienen la imagen de Guízar, y comenta:

“Aquí era la recámara donde vivía la madre de monseñor, doña Natividad Guízar. Ella murió de lepra a los 33 años de edad, cuando monseñor era apenas un niño de nueve años.”

–¿Cómo se contagió de lepra?

–Cuidando a los leprosos de la región. Les lavaba su ropa, les llevaba de comer. Era una mujer muy piadosa. Monseñor Guízar heredó de su madre la virtud de la caridad.

En 1896, el joven Guízar y Valencia se fue a estudiar al seminario de Zamora, donde se ordenó sacerdote en 1901. Cuando estalló la revolución, se fue con el ejército zapatista de capellán. Luego vivió en La Habana, Cuba, y en 1919 fue nombrado obispo de Veracruz. Solía visitar con frecuencia su pueblo.

Francisco Valencia Ayala, un sacerdote muy anciano, cuenta que él conoció al nuevo santo: “Era un hombre muy corpulento, alto, de ojos intensamente azules. Cuando venía a Cotija, los niños se asustaban al ver su imponente figura y pegaban la carrera, pero ya que lo conocían la cosa era distinta. Al obispo le gustaba cantarles a los niños tocando su acordeón. Sí, era muy bueno para el acordeón”.

Hoy, toda Cotija está vestida con banderolas y gallardetes lila y blanco. Se dice que son los colores que a Guízar y Valencia le gustaba lucir en su vestimenta. En las fachadas de las casas, aquí, allá, por todas partes, cuelga la imagen del primer obispo mexicano que ha llegado a los altares.

Y en la plaza de Cotija, los Legionarios de Cristo han colocado cuatro gigantescas pantallas a través de las cuales se trasmitirá en directo la ceremonia de canonización. Habrá después procesiones, juegos pirotécnicos y música.

Cotija tiene un santo. ?

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