sara lovera
México, D.F., 19 de octubre (apro).- Las elecciones para gobernador, Congreso local y ayuntamientos en Tabasco mostraron la coleta del antiguo partido de Estado. Aparecieron prácticas primitivas de persecución, amenazas, encarcelamientos y otras acciones de un PRI del siglo pasado, que aparentemente se había quebrado durante el proceso electoral del 2006.
Lo sucedido en la última semana antes de este domingo, en que a las nueve de la noche ya anunciaba su triunfo, no tiene parangón, no sólo por el método, los recursos y el cinismo que conocimos desde hace mucho tiempo, sino porque pensábamos que el PRI se estaba deshaciendo.
No hay explicación lógica para las acciones. Eso no tiene discusión. Es como el coletazo de un animal herido, sobre todo si consideramos que de esa entidad es originario el candidato perdidoso que dejó a su partido en el tercer lugar durante las elecciones del 6 de julio. A mí me da miedo. ¿Qué será del pueblo de Tabasco, tras esta inmoralidad e ilegalidad?
Cómo es que se puede hablar de algunos avances, y menos para las mujeres. Estamos volviendo a la época no sólo del fraude y la trampa electoral, sino al salvajismo en que todo el poder del Estado se usa para encarcelar y atropellar los derechos.
Me temo que en Tabasco se sembró no la semilla del odio, como la que el PAN plantó en el proceso presidencial, sino una semilla del más profundo de los atrasos políticos, lo que retrasará las esperanzas de la democracia y la ciudadanía.
A mí no me interesan los candidatos. Creo que el contendiente de la coalición Por el Bien de Todos cometió toda clase de errores, el primero haber insistido en jugar, a sabiendas de que no tenía arrastre suficiente; le faltaba equipo y esperó un milagro final con la presencia de Andrés Manuel López Obrador, quien se desgastó inútilmente.
La aparente ventaja en las urnas está manchada de violaciones electorales y a los derechos humanos. Pero eso, en tierra de nadie, donde lo único que cuenta es retener el poder y los intereses de unos cuantos, no importa. Como a unos y otros no importa el país.
Esta es una muy mala noticia para las fuerzas democráticas del país. Un choque con primitivismo político como signo de todo el proceso, contribuye lamentablemente a profundizar el enfrentamiento y ofrece un espacio para el conservadurismo empresarial y yunquero que traerá para las mujeres condiciones de mayor dificultad.
Pensando en ello, creo que hoy el movimiento feminista de avanzada, comprometido, en distintos frentes, tiene que tomar nota con mucho cuidado de estas circunstancias. Los enemigos están a la orden.
Nuestros derechos, alcanzados lenta y penosamente, podrán ser pisoteados sin consecuencias en los próximos tiempos, sobre todo si no tenemos mentes frescas y comprometidas con el proyecto histórico que nos podría asegurar una vida mejor, y libre de opresión y subordinación.
Es obligatorio repensar en nuestros pasos hacia la construcción de un nuevo pacto social, en el que la primera regla es no al pasado y no al salvajismo político.
Las advertencias de una zigzagueante situación son muy serias. Ya no hay plazos que cumplir. La sociedad mexicana atraviesa una verdadera crisis política y está amenazada por quienes sin moral, sin importar nada, pretenden manejar al país.
El proceso en Tabasco no estuvo exento del apoyo de los gobiernos estatal y federal, de los intereses económicos, del contubernio y de una corriente empresarial que busca controlarlo todo.
Veremos, todavía, qué tanto pueden pesar las observaciones ciudadanas al proceso, las violaciones a las leyes electorales, el uso desmedido de recursos económicos, al margen de las necesidades de la población, la falta absoluta de responsabilidad pública, el uso de los policías y las cárceles.
Las feministas no podemos estar al margen. Y no se trata esta vez de defender un proyecto alternativo, sino de un campo abandonado. No podemos estar calladas. Debemos denunciar la violencia y el horror, antes de que llegue a nuestros espacios.
Lo sucedido en la última semana antes de este domingo, en que a las nueve de la noche ya anunciaba su triunfo, no tiene parangón, no sólo por el método, los recursos y el cinismo que conocimos desde hace mucho tiempo, sino porque pensábamos que el PRI se estaba deshaciendo.
No hay explicación lógica para las acciones. Eso no tiene discusión. Es como el coletazo de un animal herido, sobre todo si consideramos que de esa entidad es originario el candidato perdidoso que dejó a su partido en el tercer lugar durante las elecciones del 6 de julio. A mí me da miedo. ¿Qué será del pueblo de Tabasco, tras esta inmoralidad e ilegalidad?
Cómo es que se puede hablar de algunos avances, y menos para las mujeres. Estamos volviendo a la época no sólo del fraude y la trampa electoral, sino al salvajismo en que todo el poder del Estado se usa para encarcelar y atropellar los derechos.
Me temo que en Tabasco se sembró no la semilla del odio, como la que el PAN plantó en el proceso presidencial, sino una semilla del más profundo de los atrasos políticos, lo que retrasará las esperanzas de la democracia y la ciudadanía.
A mí no me interesan los candidatos. Creo que el contendiente de la coalición Por el Bien de Todos cometió toda clase de errores, el primero haber insistido en jugar, a sabiendas de que no tenía arrastre suficiente; le faltaba equipo y esperó un milagro final con la presencia de Andrés Manuel López Obrador, quien se desgastó inútilmente.
La aparente ventaja en las urnas está manchada de violaciones electorales y a los derechos humanos. Pero eso, en tierra de nadie, donde lo único que cuenta es retener el poder y los intereses de unos cuantos, no importa. Como a unos y otros no importa el país.
Esta es una muy mala noticia para las fuerzas democráticas del país. Un choque con primitivismo político como signo de todo el proceso, contribuye lamentablemente a profundizar el enfrentamiento y ofrece un espacio para el conservadurismo empresarial y yunquero que traerá para las mujeres condiciones de mayor dificultad.
Pensando en ello, creo que hoy el movimiento feminista de avanzada, comprometido, en distintos frentes, tiene que tomar nota con mucho cuidado de estas circunstancias. Los enemigos están a la orden.
Nuestros derechos, alcanzados lenta y penosamente, podrán ser pisoteados sin consecuencias en los próximos tiempos, sobre todo si no tenemos mentes frescas y comprometidas con el proyecto histórico que nos podría asegurar una vida mejor, y libre de opresión y subordinación.
Es obligatorio repensar en nuestros pasos hacia la construcción de un nuevo pacto social, en el que la primera regla es no al pasado y no al salvajismo político.
Las advertencias de una zigzagueante situación son muy serias. Ya no hay plazos que cumplir. La sociedad mexicana atraviesa una verdadera crisis política y está amenazada por quienes sin moral, sin importar nada, pretenden manejar al país.
El proceso en Tabasco no estuvo exento del apoyo de los gobiernos estatal y federal, de los intereses económicos, del contubernio y de una corriente empresarial que busca controlarlo todo.
Veremos, todavía, qué tanto pueden pesar las observaciones ciudadanas al proceso, las violaciones a las leyes electorales, el uso desmedido de recursos económicos, al margen de las necesidades de la población, la falta absoluta de responsabilidad pública, el uso de los policías y las cárceles.
Las feministas no podemos estar al margen. Y no se trata esta vez de defender un proyecto alternativo, sino de un campo abandonado. No podemos estar calladas. Debemos denunciar la violencia y el horror, antes de que llegue a nuestros espacios.
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