viernes, octubre 20, 2006

Markus y el paradigma de la producción Economia Moral

Julio Boltvinik / I

Solecito Materialismo de Marx como proyecto radical de transformación práctica

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

Las ideas articuladas por Giörgy Markus en Marxismo y antropología1 fueron determinantes en el enfoque y desarrollo de mi tesis doctoral.2 En ella, sin embargo, no alcancé a analizar en profundidad otro libro posterior de Markus, Lenguaje y producción3 que es tan importante como el anterior. He llegado a una etapa de su estudio en la que me siento (casi) preparado para divulgar su contenido. Al hacerlo, comenzando hoy, continúo la tarea que empecé en la entrega del 29/9/06 de Economía Moral, que busca contribuir a la preparación teórica del ejército de renegados del que orgullosamente formo parte, como elemento importante en la larga batalla en la que estamos embarcados.

La grandeza de Markus es tan amplia como escasa es su fama en México. A decir de John Grumley (filósofo de la Universidad de Sydney), que fue su alumno, es

"un gran contador de historias. Sus cuentos son de la historia de la filosofía. Teje sus narraciones con un conocimiento sin par de la historia de la filosofía y la cultura y con un ojo agudo para las distinciones y matices filosóficos. Se deleita en la paradoja... Quiere conjurar la perplejidad, sacudir nuestras preconcepciones y nuestra complacencia, pero finalmente dejarnos un poco más sabios que antes."4

La primera parte de Lenguaje y producción aborda el paradigma del lenguaje; la segunda, la producción. En ellas -dice Markus en el prefacio- se "examinan las maneras fundamentales y competitivas a través de las cuales el pensamiento filosófico y social intenta dar cuenta de la situación de los individuos". Pasa a ubicar en la historia de la filosofía la discusión contenida en la obra. Al igual que los grandes maestros de la pintura, en muy pocos trazos ofrece un panorama muy esclarecedor. Primero identifica cómo surge la filosofía moderna:

En su desarrollo, la filosofía moderna (en el sentido más amplio de esta palabra) fue tanto un agente como un resultado del proceso al que Max Weber designó con el nombre de "desencanto": la disolución de los omni-comprensivos sistemas religiosos de interpretación del mundo que adscribían un significado único e integral a la existencia humana con referencia a un ser (o seres) trascendentes respecto de la vida humana. Las grandes filosofías de la Ilustración lucharon por encontrar en la Razón, entendida como característica o capacidad inherente del individuo, la fuente que con una fuerza igualmente vinculante puede conferir sentido y proveer valores para nuestras actividades. Intentaron remplazar la función de creación de significado, y por tanto también de integración social, de la religión, con una racionalmente unificada cultura secular,... capaz de descubrir e imponer a todos los procesos de cambio de una sociedad dinámica, una dirección única hacia el perfeccionamiento humano.

Y ubica el papel de ambos paradigmas en la situación actual de la reflexión:

Es el fracaso (percibido de maneras muy variadas) de este proyecto, lo que en buena medida determina nuestra presente situación cultural. La filosofía poshegeliana [posterior al famoso filósofo G.W.F. Hegel] ha intentado articular una concepción adecuada de la finitud humana... reconociendo la imposibilidad de interpretar el mundo desde el único punto arquimédico de la razón subjetiva, sin acudir al recurso de un intelecto absoluto e infinito. Tanto el paradigma del lenguaje como el de la producción derivan de tal esfuerzo y comparten algunas ideas como la de la constitución intersubjetiva de la subjetividad a través de los procesos de objetivación y reificación5... Sin embargo, en algunos cruciales aspectos los dos paradigmas son opuestos. La elección de modelar las relaciones de intersubjetividad sobre la base de la comunicación lingüística o sobre la interacción de los individuos en la reproducción institucionalizada de su vida material tiene consecuencias que van más allá de la teoría... La oposición entre los dos paradigmas no es de carácter lógico, sino de perspectiva. Cada una de ellas es legítima y, en principio, no incompatible con la otra... Sin embargo, los intentos de reconciliar ambos paradigmas han fracasado. Ambos hacen un llamado universalista y no hay criterios prestablecidos que nos permitieran determinar, de una vez por todas, los respectivos campos de su aplicación significativa (o legítima o fructífera).

Markus, después de demostrar así que, en efecto, es un gran contador de historias, termina el prefacio explicitando su postura con inusual claridad cuando dice: "Mi compromiso teórico, aunque crítico, con el paradigma de la producción debe ser claro para los lectores de este volumen". No presentaré la discusión de Markus, muy crítica, sobre el paradigma del lenguaje. La Parte II está compuesta de cinco capítulos. Hoy empiezo abordando algunas de las ideas básicas del primero, que se denomina "Sobre el significado del materialismo de Marx", comenzando el cual Markus afirma que éste es de carácter práctico. Esta afirmación central estará presente a todo lo largo de la Parte II.6 Por ello, tal materialismo concibe las condiciones materiales de vida de la sociedad y las actividades materiales de los hombres sociales no tanto como principios explicativos de una teoría sobre la estructura y el cambio social, sino, sobre todo, como el terreno de las luchas prácticas de una transformación social radical.

El materialismo marxiano 7 supone una crítica incesante de quienes pretenden que las ideas o el Estado son fuerzas sociales independientes, y niega su autonomía y autarquía. Concibe las ideas sociofilosóficas no como representaciones de hechos, sino como expresiones del proceso real de la vida activa de los individuos que las producen. También supone un cambio en la idea de verdad, sustituyendo la idea clásica, "correspondencia con el objeto de descripción y representación", por la noción de adecuación al sujeto social invocado de la comunicación, lo cual en el caso de la propia teoría de Marx significa que el proletariado puede reconocer en ella la articulación de sus necesidades e intereses emancipatorios, inducidos por su situación de vida material en la sociedad actual, pero que no se pueden satisfacer en su marco, ubicando así la teoría como elemento de la praxis social radical. La perspectiva del socialismo no es un añadido al materialismo marxiano, dice Markus, sino el principio de su constitución, es decir, el elemento central de la teoría que da sentido a todo lo demás.

Este significado práctico -crítico de la teoría marxiana de la ideología encuentra su expresión positiva en la tesis de la determinación de la conciencia por la vida, por la existencia social, que apunta al origen y destino (telos) de las actividades y los productos culturales en los conflictos de la vida social real. La conciencia no es más que la conciencia de la praxis y la pretensión del materialismo histórico no es filosófico-teórica, sino práctica: articular la posibilidad y promover la emergencia de una praxis social-radical, aquí y ahora, capaz de superar los límites históricos que se han convertido en barreras tanto para la vida como para la conciencia de los individuos. En particular, superar la fatídica brecha que divide las actividades económicas egoístas de las supuestamente "genéricas" de la cultura y la política.8 La teoría marxiana de la ideología y la conciencia social descansan en una presuposición más amplia: el carácter paradigmático de la producción material para el entendimiento de todas las manifestaciones de la vida humana social. Este paradigma es el que separa al materialismo marxiano de su tradición inmediata, la filosofía hegeliana y el idealismo clásico alemán en general.9

Marx se separa del idealismo de Hegel al acometer la destrucción crítica de la idea de un sujeto supraindividual. Esto lo logra sobre la base de una reinterpretación radical, basada en el paradigma de la producción, en la teoría marxiana de la objetivación, de la noción de inter-subjetividad, postulada como una forma de objetividad social (el entorno cultural hecho por la humanidad, sus construcciones, los bienes de consumo, los medios de producción, etcétera) que es resultado material de actividades humanas previas. En ese resultado material se hacen objetivas, se objetivan, las necesidades y capacidades humanas que están detrás de su producción (en el vaso, la sed y las capacidades del vidriero). Estos productos materiales se convierten en circunstancias sociales mediante su interiorización, su apropiación por los individuos actuantes, que re-transforman las fuerzas humanas objetivadas en ellos en sus propias necesidades y capacidades (el vaso en sed, y las herramientas y materias primas del vidriero, en capacidades productivas).

Un significado de sujeto totalmente nuevo: autonomía y creatividad como los constituyentes de la noción de sujeto; sujeto como una entidad cuyo predicado es su propia autorrealización.10 Como posibilidades históricas cuya realización depende del control que ejerzan los individuos sobre el resultado total de sus interacciones. La racionalidad no es la razón en la historia, sino la razón histórica corporizada en la actividad práctica de individuos asociados que ponen fin a las contradicciones que les impiden darle un significado a sus propias vidas.

El historicismo radical de Marx significa una transformación completa del problema básico de la filosofía moderna: la constitución subjetiva del mundo (las vías por las que la actividad humana constituye y determina el mundo vital cotidiano de los hombres como punto de partida autoevidente e inmediato de todo acto explícito de conocimiento). Marx acepta el carácter legítimo de este problema, lo que lo sitúa en la tradición de la Ilustración. Pero para él la constitución del mundo común y significativo de la experiencia humana no es el logro de la conciencia individual o trascendental, sino el resultado de actividades materiales prácticas. El paradigma de la producción sirve no sólo como modelo teórico-interpretativo a través del cual se logra un entendimiento radicalmente nuevo de la vida social, sino también como proyecto práctico de un futuro emancipado, desde cuyo punto de vista se hace posible una comprensión adecuada de la historia humana. Sólo desde el mirador de la posibilidad real de una organización socialista que dote a los productores del poder de decidir consciente y colectivamente sobre la formación de sus propias condiciones de vida, puede ser vista la historia no como marcha irresistible de la razón impersonal, sino como terreno de las luchas sociales para el despliegue de la racionalidad práctica y el significado de las vidas humanas finitas.

1 Giörgy Markus, Marxismo y "antropología", Ediciones Grijalbo, Barcelona 1973, México, 1985.

2 Julio Boltvinik, Ampliar la mirada. Un nuevo enfoque de la pobreza y el florecimiento humano, tesis de doctorado, CIESAS-Occidente, abril del 2005. Actualmente en preparación como libro.

3 Giörgy Markus, Language and Production. A Critique of the Paradigms (Lenguaje y producción. Una crítica de los paradigmas, no hay traducción al español), D. Reídle Publishing Company, Dordrecht, Países Bajos, 1986, 190 pp.

4 John Grumley, "Introduction. The Paradoxes of Philosophy: Giörgy Markus at Sydney University", en John Grumley, Paul Crittenden y Pauline Johnson, Culture and Enlightenment. Essays for György Markus, Ashgate, Aldershot, Reino Unido, 2002, pp. 1-11; p. 1.

5 No se asuste el lector. Estos términos se irán aclarando a medida que avancemos. Hoy el de objetivación. En próximas entregas el de reificación.

6 En toda la explicación que sigue dejo que hablen las ideas de Markus y sólo intervengo, cuando me parece necesario, para dar alguna explicación adicional si el texto requiere más claridad.

7 Markus usa el término Marxist para referirse a la corriente de pensamiento, y el de Marxian para aludir al pensamiento de Karl Marx. Respetaré esta distinción.

8 En Marxismo y antropología Markus iguala ser "genérico" con "ser social y comunitario", interpretación que le da mucho sentido a la frase del texto.

9 En el lenguaje cotidiano, paradigma es sinónimo de patrón o modelo. En filosofía de la ciencia se utiliza como una concepción amplia del carácter de la actividad científica en el cual un investigador o filósofo se ubica para hacer una investigación o reflexión particular. Se usa también en el sentido de enfoque que genera seguidores o escuela.

10 En esta frase está contenido el enfoque esencial de mi tesis doctoral, que escribí sin conocerla.


Markus y el paradigma de la producción/ II

Solecito "Reglas de la vida": reglas (técnicas) de uso y normas (sociales) de empleo

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

En la película Las reglas de la vida (título original: Cider house rules), los trabajadores negros analfabetos de una empresa agroindustrial (huerto de manzanos y fabricación de sidra) descubren, gracias a la incorporación de un joven y letrado trabajador blanco, que un viejo letrero colocado en su dormitorio colectivo contiene las reglas (prohibiciones) de la "casa de la sidra", donde trabajan estacionalmente. Conocidas las prohibiciones, proceden por primera vez a violarlas. La película (que espantó a las "buenas conciencias" panistas) es una hermosa metáfora sobre la vida: el médico que dirige un orfanato (y ama a los niños a quienes se refiere como "príncipes") practica abortos "ilegales" a las mujeres que lo necesitan. En la entrega de Economía Moral del 29/9/06 presenté la visión de Gyorgy Markus del carácter práctico del materialismo de Marx. Hoy presento su conceptualización de lo que podríamos llamar las "reglas de la vida".1

Markus parte de la idea marxiana que cada forma de producción debe ser vista como la unidad de: 1) procesos tecnológicos entre el hombre y la naturaleza y 2) la reproducción de un sistema de relaciones de producción entre los hombres: "Tomaré este carácter dual de la producción como constitutivo de la esencia de este paradigma marxiano y examinaré, desde esta perspectiva, el problema del consumo en el sentido del uso humano de objetos hechos por el hombre como 'momento intrínseco de la actividad productiva' (...tal definición del consumo incluye la producción propiamente dicha como consumo productivo...)". Sostiene que entender así el consumo significa concebirlo como la reproducción continua del individuo productivo [produce, se reproduce consumiendo, y puede volver a producir]. Aplicar al consumo la caracterización dual de la producción significa analizar los productos materiales del trabajo en su función de objetos de consumo como objetivaciones de las fuerzas esenciales humanas (necesidades y capacidades) y como materializaciones de las relaciones sociales. Son estas dos nociones de objetivación y materialización las que deben aclararse. La primera expresa una diferencia esencial de las relaciones del ser humano con los objetos naturales y sus relaciones con los hechos por él, lo que implica un nuevo tipo de relación entre el hombre y su medio ambiente.

Markus distingue entre reglas sociales de uso (técnicas por su contenido) y normas sociales de empleo de los productos del trabajo. Las primeras establecen "las relaciones entre las cualidades de los productos del trabajo y las necesidades humanas" en dos sentidos. Primero, el objeto "artificial" obtiene estas propiedades a través del trabajo humano que diseña y produce el objeto pensando en su uso apropiado y estas cualidades, acentuadas por las reglas de su uso, constituyen la naturaleza esencial del producto. Un vaso está destinado para beber y algo es un vaso cuando se usa como tal. Las reglas definidas que circunscriben el fin y la manera de su uso convierten los objetos de hechura humana en valores de uso sociales. Los arqueólogos enfrentan el hecho de que la interpretación y clasificación de sus hallazgos tendrán sentido sólo si se puede reconstruir el uso original de dichos objetos. Los objetos hechos por el hombre como objetivaciones tienen un significado inherente, constituido por las reglas de su utilidad: el reconocimiento social de su calidad de valor de uso, es decir, de su relación con alguna necesidad específica aceptada. Segundo, las mismas reglas prescriben y circunscriben acciones humanas significativas: el ejercicio de capacidades para la satisfacción de la necesidad plasmada de manera material en el producto.

Los elementos materiales del entorno cultural están, por tanto, siempre incrustados en una red social de reglas prácticas, que no son externas a los objetos mismos, continúa Markus. El objeto ha sido creado para su uso apropiado, lo que ha determinado el proceso de su producción y ha quedado incorporado en su estructura física. Por ello estas reglas no son conscientes ni explícitas; están fijadas en las propiedades del objeto. Los productos materiales de las actividades humanas como valores de uso representan y postulan necesidades (los fines de su utilización) y capacidades (la manera adecuada de su uso) socialmente reconocidas que deben ser apropiadas, interiorizadas, por los individuos.

Objetivación y apropiación son para Marx "determinaciones reflexivas", es decir, que tienen significado sólo en la mutua interrelación. Un producto es una objetivación sólo en referencia a un proceso de apropiación (real o potencial): las necesidades sociales y las capacidades corporizadas en el producto se transforman, mediante la apropiación, nuevamente en apetencias y habilidades personales vivas. La socialización del individuo consiste en buena medida en la apropiación práctica del mundo de cosas hechas por la humanidad, lo que constituye la base de la continuidad histórica y hace posible el progreso social.

El desgaste por el uso de los objetos de hechura humana conlleva la necesidad de (al menos) remplazarlos. Para que este requisito de la supervivencia social sea posible, se requieren proporciones definidas entre los varios elementos del medio creado por el hombre (y las necesidades que satisfacen), por un lado, y los varios tipos de actividad humana [que crean y usan tales elementos], por el otro, así como una correspondencia entre ellos. Mediante mecanismos institucionales diversos, cada sociedad ha de asegurar el mantenimiento de las "proporciones correctas de las diversas funciones del trabajo respecto a las diversas apetencias". Estos mecanismos crean y presuponen la existencia de otro conjunto de reglas asociadas a los objetos de uso humano, reglas que determinan y circunscriben las condiciones sociales en las cuales se pueden o no usar los objetos (aplicando las reglas de su uso), a las que Markus llama normas sociales de empleo. Mientras las reglas de uso son técnicas y no tienen contenido de valor, las normas sociales permiten, demandan o prohíben prácticas específicas dependiendo del sujeto o de la circunstancia. Así, mientras la regla (implícita) de uso de un cigarrillo es que debe encenderse con fuego y el humo debe ser aspirado, la norma social de su empleo prohíbe fumar a los menores y a todos hacerlo en ciertos lugares. Los objetos de hechura humana adquieren así una significación social, en el sentido que pueden o deben ser empleados en ocasiones y situaciones sociales específicas, por personas que desempeñan ciertos roles, para propósitos sociales definidos. Si a través de las reglas de uso los productos son postulados como objetivaciones, lo que constituye su contenido material, a través de las normas de empleo aparecen como portadores o materializaciones de relaciones sociales específicas, que constituyen su "forma social". 2

Markus explica la función social de las normas de empleo con base en sociedades precapitalistas [porque, como argumentará en el Capítulo 3 de su libro, estas normas tienen escasa vigencia en el capitalismo] donde son directas y explícitas, se refieren a todos los objetos de uso (productivo o de consumo) y están inmersas en un amplio marco de derechos y obligaciones mutuas. A través de diversas sanciones establecen una relación entre las formas fijas de actividad y el sistema de necesidades y sus objetos, asegurando la correspondencia entre el "consumo productivo" de objetos [producción] y la "producción consumidora" de individuos [consumo y reproducción de individuos].

Markus hace notar otras diferencias entre ambos tipos de reglas. Mientras las reglas de uso, que definen modos apropiados de actividad intencional en relación con algún objeto de necesidad, tienen un carácter constitutivo-constructivo, las normas sociales de empleo, que regulan tales modos de actividad, permitiendo, exigiendo, prohibiendo, tienen un carácter regulador-restrictivo. Las reglas de uso casi nunca son formuladas explícitamente, carecen de contenido de valor y no están asociadas a sanciones específicas. Las normas sociales de empleo, en cambio, son con frecuencia explícitas y tienen algún grado de legitimación y justificación a través de la ideología, son de validez obligatoria, regulan conductas correctas e incorrectas, inherentemente cargadas de valor, como expresión de derechos y obligaciones, buenas o malas maneras, y su violación conlleva sanciones.

De manera más general, las reglas de uso (técnico utilitarias) definen el universo de capacidades y necesidades que, a la par del universo de objetos producidos, caracterizan el nivel alcanzado de dominio sobre la naturaleza alcanzado por una sociedad. Estos universos se constituyen en un fondo común que circunscribe la gama de actividades prácticas significativas posibles, en las cuales cada individuo, mediante su apropiación (desarrollo de necesidades y capacidades) participa. Este fondo común tiene al menos un núcleo -el uso de objetos cotidianos útiles- que debe ser igualmente apropiado por cada uno de los individuos normales.3 Si bien los elementos individuales de estas reglas por su carácter instrumental no tienen valor específico, la totalidad de las objetivaciones materiales constituye un valor tan básico que ha de ser tomado como un hecho, como algo que no debe cuestionarse por ningún individuo racional. La neutralidad valorativa de los objetos de hechura humana como objetivaciones se funda en que representan el "elemento dado" de la existencia humana que debe ser asimilado. El cambio en esta materia tiene lugar como acumulación, como proceso continuo de herencia y de expansión del fondo social de necesidades y capacidades.

Las normas sociales de empleo de los objetos, en contraste, aparecen como un mecanismo a través del cual los diversos valores de uso, las necesidades y capacidades, son distribuidos entre grupos de individuos, transformándolos en agentes sociales (por ejemplo, las cajas de herramientas para los hombres, los utensilios de cocina para las mujeres, transformándolos en mecánicos y en cocineras). En correspondencia, en referencia a estas normas, los objetos mismos aparecen bajo cierta definida forma social como su materialización, como objetos que sólo pueden usarse de cierta manera circunscrita (usados, heredados, pero no intercambiados; intercambiados pero contra un grupo específico de valores de uso y con personas pertenecientes a un cierto grupo social, etcétera.)

Después de exponer este importante desarrollo, Markus hace honor a su rasgo esencial de filósofo crítico (y escéptico, diría Agnes Heller) y, como veremos en próximas entregas, lo pone en duda todo y con él, el materialismo de Marx en su conjunto, para preguntarse al final si sigue siendo posible la teoría crítica, es decir, una teoría al servicio de la transformación radical del mundo.

1 En la entrega anterior presenté las ideas centrales del capítulo 1 de la segunda parte del libro de Markus, Language and Production (D. Reidl Publishing Company, Dordrecht, Países Bajos, 1986). No hay traducción al español. Hoy presento las ideas centrales del capítulo II de dicha parte. Aunque en general no pongo entre comillas sus palabras, todo lo que sigue son sus ideas. Mis aclaraciones o comentarios van entre corchetes.

2 Estas normas, añade Markus, también permean la forma material específica del producto a través de las normas de urbanidad y gusto. [Pero sobre estas últimas normas Markus no abunda].

3 Hay aquí implícita una fundamentación de la definición de los umbrales de pobreza


Markus y el paradigma de la producción/ III

Solecito La separación entre lo técnico y lo social como proyecto socialista

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

En la entrega anterior analicé la contribución de Giörgy Markus (GM) al materialismo histórico al formular las "reglas de la vida" objetivadas en los objetos de creación humana, que el autor clasifica en reglas (técnicas) de uso, asociadas a la noción de fuerzas productivas, y normas (sociales) de empleo, asociadas a la noción de relaciones sociales de producción, y que ejemplifica con el cigarrillo: la regla de uso (implícita) es enciéndase con fuego y aspírese; las normas sociales de empleo prohíben fumar a los menores y a todos en lugares públicos.

Sin embargo, más adelante GM indica que el análisis previo del paradigma de la producción1 como proceso dual no es sólo muy abstracto, sino que es también deficiente porque ofrece una distinción tajante e inmediata cuando lo que existe, según Marx, es una dialéctica entre los conceptos de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, conceptos cuyas fronteras están por determinarse. Rechaza como simplistas las asociaciones antes presentadas entre reglas de uso y relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, por una parte, y la de normas de empleo y relaciones sociales, por la otra. Este simplismo falla según GM porque: 1) Las reglas técnicas se refieren tanto a la relación sujeto-objeto como a la relación sujeto-sujeto: hay reglas técnicas (y capacidades asociadas) referidas a las relaciones interpersonales (saludar, presentarse o bailar con alguien). 2) Hay algunos objetos especiales, los símbolos materiales de la interacción humana (bandera, cruz, corona), en los cuales no se puede separar la pregunta sobre cómo deben usarse de la de quién puede usarlos.

A partir de esta relativización de la distinción entre reglas de uso y normas de empleo, GM se pregunta si pueden distinguirse del todo. Antes de contestar precisa que el objeto en su estructura física es tanto la objetivación de necesidades y capacidades como la materialización de relaciones socio-económicas, y que la distinción entre "forma material" y "contenido social" es una distinción analítica. GM reformula en los siguientes términos, claros y prácticos, la pregunta: ¿por qué es la demanda de un mundo sin dinero, cañones y banderas nacionales, una demanda radical racional, mientras la demanda de un mundo sin máquinas es Ludismo2 irracional? Y añade, como contrapunto, que es muy claro que la banda de transmisión (el símbolo mismo de la fragmentación deshumanizante de las tareas) en su misma forma física define capacidades productivas de un sistema de división del trabajo basado en la separación del trabajo manual e intelectual y en la dominación del segundo sobre el primero (es decir que lo social, separación y dominación, está materializado en la forma física misma). Dicho esto, aborda las preguntas anteriores indicando que la doble cuestión sobre lo que ha de considerarse contenido material y ha de asimilarse como base irrenunciable de la vida social, constitutiva del desarrollo de las fuerzas productivas, y lo que debe considerarse como materialización de relaciones sociales y que debe ser cambiado, no se puede contestar teóricamente, ya que constituye una pregunta práctica cuya respuesta depende de la perspectiva histórica3 en la que nos situemos. Así, no hay datos fijos que deban aceptarse sin cuestionarse y a los que uno deba adaptarse, porque no hay ningún elemento del medio cultural que no pudiera ser concebido, en su forma concreta, no sólo como el portador de ciertas relaciones sociales separables de su valor de uso como contenido4, sino como la objetivación de esas relaciones en su contenido mismo.

Con base en esta inseparabilidad entre lo técnico y lo social, Markus modifica el análisis previo que sostenía que el paradigma marxiano de la producción ancla y justifica la racionalidad de las necesidades radicales (necesidades generadas por el capitalismo pero que no se pueden satisfacer en éste) en y por la demarcación entre "contenido material" y "forma social", y concluye que por la interpenetración práctica de los dos aspectos, la manera que uno haga la distinción entre relaciones con la naturaleza y relaciones entre personas, depende principalmente de qué necesidades y demandas sociales uno conciba como racionales.5

Esta inseparabilidad resulta aún más marcada al analizar la aplicabilidad histórica de las categorías dicotómicas, ya que las reglas de uso no encajan con las sociedades precapitalistas y las normas de empleo no lo hacen con el capitalismo. En las sociedades precapitalistas incluso el conocimiento técnico sobre el uso de un objeto, especialmente un instrumento de trabajo, suele ser materia de normas valorativas explícitas con sus respectivas sanciones, lo que se puede expresar también indicando que las capacidades en dichas sociedades cobran el carácter de obligaciones sociales. Esto se debe a que en estas sociedades lo económico está inmerso en relaciones de dependencia como las de parentesco, y lo técnico está subsumido en formas específicas de contacto social. Sólo el capitalismo libera al trabajo, como actividad técnica, de las normas sociales y desarrolla la racionalidad instrumental, pero al hacerlo lleva ésta más allá de la esfera técnica a las relaciones sociales propiamente dichas, al postular la riqueza social sólo en la forma de objetos, como trabajo abstracto social objetivado, como valor.

El capitalismo vuelve a fusionar lo técnico y las determinaciones sociales, pero lo hace ahora al subordinar las decisiones sociales concernientes a los fines a los mecanismos de valorización. Por ello es que en el capitalismo las normas sociales dejan de jugar un papel central en el balance de la producción y el consumo, que queda en manos del mercado que actúa como si fuese un automatismo natural.6 Esto no significa que los objetos de hechura humana pierdan su "forma social" en el capitalismo, sólo que ahora todos son reducidos al significado social de ser mercancías, lo que expresa que pueden ser adquiridos, usados y desechados por cualquiera que pueda comprarlos, es decir, la disolución de las restricciones directas al consumo. No obstante, también en el capitalismo la conducta económica está determinada por normas ya que, al convertirse la forma de valor en la significación social del objeto, el valor determina cuando vale la pena (en el sentido económico) usar un objeto y qué objeto debe uno usar. Sólo en la sociedad burguesa, dice Markus, ciertas máximas de conducta económica, como el principio de maximización de la ganancia, aparecen no en la forma de derechos y deberes, sino como principios de racionalidad universales, "despojados" de valores. Por tanto, si un individuo viola estos principios su actividad fracasará de modo similar a si hubiese violado las reglas técnicas del uso de un instrumento.

En este punto Giörgy Markus resume lo discutido señalando que en toda la historia enfrentamos una coalescencia irresoluble de lo técnico y lo social, aunque de diferente tipo en diferentes sociedades. Si en las sociedades precapitalistas la utilidad instrumental de los objetos hechos por la humanidad está con frecuencia ligada normativamente a la posición social específica y función de sus usuarios, en la sociedad capitalista la forma universal de mercancía-valor de los productos determina en los hechos el sistema existente de relaciones sociales y aparece como cualidad adicional y misteriosa de carácter natural y técnico.

Esta coalescencia de las relaciones sociales con la relación humana práctica con la naturaleza es para Marx una de las principales características de la prehistoria humana, quien designa este fenómeno, según GM, al menos en su versión capitalista, como reificación. Markus une el concepto de reificación al de alienación, definido éste como el "involuntario e inconciente proceso de socialización, que resulta en el dominio que ejercen los productos de las actividades sociales cooperativas sobre sus productores", para conformar el concepto de inversión (o transposición) de la relación entre el sujeto y el objeto, que llega a su apogeo en el capitalismo: el dominio del trabajo vivo por el trabajo pasado, lo que expresa el hecho que los seres humanos en su asociación no han logrado convertirse en los sujetos reales de la historia determinando su destino mediante sus propias decisiones.

La indisoluble coalescencia entre lo técnico y lo senso stricto social no es para Marx, dice Markus, un problema teórico sino la tarea práctica de hacer esta distinción, de efectuar una separación donde no ha habido una, entendiendo el socialismo como una sociedad que es capaz de hacer esta distinción en la práctica, es decir de dividir institucionalmente la postulación de las metas sociales que determinan la dirección, el carácter y el ritmo del desarrollo económico y social, de la planeación como transformación de estas metas sociales preestablecidas en tareas productivas.7 La fórmula de Engels de contraponer la administración de las cosas al gobierno sobre los hombres, añade Markus, expresa sucintamente el concepto básico de la fórmula marxista y Marx tiene muy claro que si la separación de lo "técnico" y lo "social" no se cumple, si subsiste la reificación, entonces el órgano central de administración se convierte necesariamente en el "gobernante despótico de la producción y en el administrador de la distribución".

Como se aprecia , hay mucho que aprender de este formidable pensador húngaro, alumno del célebre Lukács y compañero y amigo de la muy conocida Agnes Heller.

1 El análisis previo a que se refiere es el contenido en los capítulos 1 y 2 de la segunda parte de su libro Language and Production. A Critique of the Paradigms, (D. Reidl Publishing Company, Dordrecht, Países Bajos, 1986; no hay edición en español). El contenido de dichos capítulos fue sintetizado en las entregas del 6 y 13 de octubre pasados de Economía Moral. El material comentado y discutido hoy es el del capítulo 3 de dicha parte.

2 Ludismo es el movimiento de artesanos británicos que destruía máquinas (1811-1816) identificándolas como la causa del desempleo.

3 La banda de transmisión parece un elemento puramente negativo en los términos descritos por Markus antes, pero si uno se sitúa en una perspectiva en la cual la automatización (robotización) total de las actividades industriales es un escenario deseable, como forma de eliminar, a largo plazo, las actividades humanas repetitivas y monótonas, la banda de transmisión se podría concebir como elemento indispensable de transición para hacer posible la robotización.

4 La separabilidad de las cualidades de un valor de uso respecto de las normas sociales que materializa, me parece que es un elemento muy importante, pero Markus sólo lo introduce en este pasaje. ¿El trigo cultivado por el jornalero se distingue como valor de uso, del cultivado por el campesino independiente?

5 En efecto, si consideramos racional la necesidad radical de trabajo creativo para todos hoy, la banda de transmisión y, con ella buena parte de la división técnica del trabajo, tendría que ser considerada como materialización de relaciones sociales de producción (y no como objetivación de capacidades y necesidades humanas) y estaría sujeta a ser eliminada.

6 He aquí el origen de la subordinación de lo social a lo económico, de las necesidades al mercado y a la valorización del capital.

7 La definición de cuáles valores de uso han de producirse (definición de fines sociales) en el segundo campo institucional y su operacionalización técnica (definición de medios) en el primero.


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