domingo, octubre 15, 2006

El destino del magisterio Carlos Monsiváis

El magisterio en el SNTE o la CNTE, organizado facciosa o sectariamente -en la imposición o en la resistencia- ha sido un elemento de primer orden en la configuración de la política en 2006. Una parte central de la apretadísima y cuestionadísima victoria del PAN se le debe al SNTE que acaudilla Elba Esther Gordillo, a sus redes clientelares, a su disciplina priista de los mejores tiempos de "la alquimia". Y los profesores vinculados a la Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación han impulsado en Oaxaca el movimiento contra Ulises Ruiz, el Gobernador tan defendido por el PRI ("Si cae Ulises sigue Calderón", vaticina el gobernador de Colima) y por el PAN ("Defendemos a Ulises precisamente porque ha sido un gobernante atroz, y si algo nos distingue es la congruencia moral").

Por lo demás, el porvenir del País ya se aseguró y con detalle hasta 2030, de acuerdo a la filantropía de un partido y su liderazgo.
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Las urgencias estrepitosas de la política relegan una vez más el análisis nacional de un tema: el significado del magisterio de enseñanza elemental y secundaria. ¿Cuál ha sido su trayectoria histórica? ¿Por qué el abandono del Estado? ¿Qué importa su condición si el control ya está garantizado? ¿Por qué a nadie (que sea Alguien) le incumben las certificaciones de la educación, "zona de desastre"? ¿Cuál es la responsabilidad de la burocratización impecable y cuál la del sectarismo magisterial? ¿Son comparables los efectos de una y de otra?

Las preguntas suelen contener parcialmente las respuestas pero no son por ello menos agudas. ¿Por qué la disidencia magisterial no ha examinado a fondo las campañas de desprestigio contra la educación pública, que llevan ya casi medio siglo de existencia? ¿Qué es ser maestro o maestra en 2006 cuando los análisis de FISO, de la ONU, sitúan de modo tajante a México en los últimos lugares de la lista?

Este proceso tiene un número grande de antecedentes. Cito uno hoy al parecer olvidado pero extraordinario: la disidencia magisterial de 1958-1960.
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En 1957 se inicia en la Ciudad de México, y con menos fuerza en otras regiones, el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), cuyo impulso dura hasta que en 1960 lo extingue la represión. Su líder: Othón Salazar. En un manifiesto de 1958, los profesores argumentan: "de acuerdo con las cifras oficiales, en julio de 1956 ganábamos el 14 por ciento menos que en 1939, en tanto que en marzo de 1958 la diferencia es más del 35 por ciento". Concluyen:

"Esta situación que señalamos sólo ha conducido a que los maestros resintamos los perjuicios consiguientes en nuestra salud y en la de nuestros familiares, carezcamos de la posibilidad de educar a los hijos, y a que desmerezca nuestra capacidad profesional. Tal estado de cosas exhibe que le pongamos punto final mediante nuestra lucha unida y combativa.

"Proponemos a todos los maestros de primaria luchar por:

a) Elevación del sueldo nominal a mil 200 pesos.
b) Sueldo móvil al ritmo del alza de los precios.
c) Jubilación a los 30 años de servicio sin límite de edad, con el último sueldo y extensión de los aumentos a los pensionados.
d) Servicio médico extensivo a los familiares del maestro, con pago íntegro de medicinas.
e) Escalafón que considere la antigüedad y méritos del maestro, elección democrática de las comisiones de escalafón.
f) Pasajes de los maestros en general".

Estas demandas no informan de la lucha por modernizar, sino del paso previo; evitar que se profundice el anacronismo, devolverse siquiera al nivel de 1939. El Gobierno responde con ferocidad, y las autoridades educativas con el desprecio evidente que verbaliza el humanista profesional Jaime Torres Bodet, Secretario de Educación Pública del Presidente Adolfo López Mateos.

El 4 de agosto de 1960, una marcha sale de la Normal en Rivera de Cosme, y es agredida por la policía montada, la policía uniformada, los agentes judiciales. A la golpiza bárbara la acompañan detenciones. El mensaje es nítido: los profesores de educación básica carecen de derechos. El afán por reconstruir la profesión se minimiza o se destruye. ¿A quién le interesa una profesión reducida a su mínima y humillada expresión?

Un problema es el envío de los profesores al resto del País (de los profesores no favorecidos por el SNTE). Muchos no quieren salir del DF). Y la furia gubernamental se desdobla en campañas de insultos y calumnias, agresiones, cárcel a Othón Salazar, represiones laborales. En 1960 se produce el enfrentamiento final. El Secretario de Educación Pública Jaime Torres Bodet censura a los profesores rebeldes de la generación 1959 de la Escuela Normal de Maestros, rechaza sus peticiones e insiste: "para la verdadera vocación, ningún lugar de la patria es ajeno".

Manes del darwinismo social

Sin poder reaccionar, los profesores atestiguan el proceso de las degradaciones múltiples, aislados en el salario mínimo, sin estímulos, bajo la férula de caciques y caciquillos, carne de acarreo, obligados con frecuencia a la mínima corrupción que es la defensa contra la gran corrupción. Y también contemplan el ascenso implacable de los egresados de escuelas privadas, y el destino de sus alumnos, obligados a la deserción, el exterminio de sus talentos previsibles, la calificación no tan ocasional de sí mismos como "mano de obra barata", el ahogo cultural que halla salidas en los cómics, periódicos deportivos, las publicaciones alarmistas y la decepción ante los resultados de su paso por la escuela primaria o secundaria. Estos jóvenes se saben limitados "fatalmente" por lo que no se aprende en la escuela (los contactos, las ventajas del medio de origen), y se frustran por su declarada ineptitud ante las redes de la burocracia, los laberintos del trámite y los recursos legales y administrativos. Cada Secretario de Educación Pública felicita a la Revolución por sus logros, y la Revolución (en su versión cotidiana de prensa subsidiada y funcionarios menores) felicita a la Revolución por su Secretario de Educación Pública, pero los alfabetizados no disponen de apoyos para ejercerse como tales, no hay bibliotecas en el ejido, en el municipio, en el pueblo, en la ciudad cercana; no hay nada que, social o gubernamentalmente, anime a la lectura y a tomarse en serio como sujetos de aprendizaje.

Y el magisterio se vuelve, para muchísimos, la chamba que permitirá llegar algún día a la profesión, el complemento del trabajo de taxista o de las ilusiones migratorias, aquello que se tiene cuando no se tiene nada, el trámite burocrático rodeado de alumnos que, por lo común, también carecen de porvenir concebible

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