sábado, julio 22, 2006

La obsesión panista

Jorge Eugenio Ortiz Gallegos *

A partir de la Independencia en 1810, el voto era una especie de tributo de la relación amistosa o dependiente de algún noble en las dinastías imperiales europeas.

Salvo algunas farsas o casos regionales, como fueron los congresos convocados por José María Morelos, México no tuvo autoridades que fuesen producto de una elección. En el siglo XIX, tuvo tres imperios y muchas repúblicas. No podemos dejar de considerar imperio el que se consolidó con la dictadura de don Porfirio Díaz, quien duró en el poder como príncipe heredero de una supuesta corona más de 30 años. Los otros dos fueron el efímero e insípido imperio de Agustín de Iturbide y el del vienés Maximiliano de Austria, quien llegó para quedarse como emperador y que estaría sepultado en tierras mexicanas si, con su fusilamiento, Benito Juárez no lo hubiera mandado al destierro permanente en los sótanos de los reyes y nobles en Viena.

Pero dos siglos -el XIX y el XX- no le dieron a México ni siquiera la fachada de una especie de democracia. Al principio se seguía la costumbre establecida en España: no se permitía votar sino al que sabía leer y escribir.

Y ahí se quedó nuestra democracia hasta que el licenciado Manuel Gómez Morín, con su visión genial, ejerció presión, a través del partido que fundó en 1939, Acción Nacional, contra la dictadura del partido único o partido oficial que, con sus sucesivos nombres, terminó llamándose PRI en el gobierno del presidente Miguel Alemán. Y no fue sino su sucesor en los años cincuenta, el veracruzano Adolfo Ruiz Cortines, el adicto al juego del dominó, quien otorgó el voto a todos los mexicanos, incluyendo a las mujeres.

Pero luego el partido oficial inventó, en 1990, la credencial de elector para los fines aviesos de la antidemocracia, y le fue suficiente que todos los mexicanos mayores de edad trajesen consigo esa credencial ciudadana, que serviría como identificación para cualquier uso, desde entrar a un baño público hasta hacerse presente en la casilla de votación.

Es de preguntarse si las maniobras pudieron actualizarse en las elecciones del 2 de julio pasado, a fin de que el Instituto Federal Electoral, que teóricamente es una dependencia que no pertenece al gobierno, cayera en la red y se convirtiera en un instrumento más para el fraude colectivo que ha sido el voto ciudadano a lo largo de la historia de México.

En los Principios de Doctrina del Partido Acción Nacional, actualizados en la XVIII Convención Nacional de mayo de 1965, se asienta que "en los partidos políticos la normalidad política interna exige que la actividad y las instituciones políticas estén organizadas para la realización del bien común, y que la legitimidad de la autoridad se funde en la representación del pueblo expresada mediante el voto libre y respetado".

El voto libre y respetado representó desde el principio de Acción Nacional la exigencia central para una democracia: que no fuese tan sólo una teoría, sino una práctica. Por eso en los Principios de Doctrina citados resultaba "inadmisible la existencia de un partido oficial que, mediante privilegios y con características inequívocas de dependencia administrativa, se mantiene en México para asegurar la continuidad de un grupo en el poder, con los pretextos de la estabilidad política, de la impreparación y subdesarrollo político del pueblo y de la necesidad de una eficacia gubernativa de la que el régimen pretende tener el monopolio".

El informe presentado a la Asamblea Constituyente de Acción Nacional el 14 de septiembre de 1939 se refería a la gestación: "Nació la idea de un grupo de jóvenes, de jóvenes en el umbral de la vida pública, puestos ante la encrucijada de caminos y de solicitaciones, de obstáculos y de repugnancias que siempre, pero más particularmente ahora, se presentan al que empieza a vivir. Más particularmente ahora, porque la preparación previa es más deficiente, más llena de elementos contradictorios, más insegura y vacilante; porque la vida es más contrastada de dificultades y amenazas de un lado, de fáciles satisfacciones del otro; porque la sociedad actual está sacudida desde sus cimientos y parece haber perdido la noción misma de trayectoria y de destino; porque México pasa por una época de especial confusión, y los problemas tradicionales, trágicamente intactos, se agravan con problemas nuevos de extrema gravedad; y porque una pesada tolvanera de apetitos desencadenados, de propaganda siniestra, de 'ideologías' contradictorias, de mentira sistemática, impide la visión limpia de la vida nacional".

Y añadía: "El voto libre y respetado lo hicieron realidad los fundadores de Acción Nacional desde los años de 1909. La vida pública ha sido tan frecuentemente una mera explotación del poder, una simple sucesión de luchas y traiciones entre los profesionales de esa explotación, que la mayoría ciudadana, la que conserva y se inspira en la verdadera tradición nacional, la que piensa, trabaja, cree y construye, no ha tenido otro contacto con la acción política que el de sufrir su violencia y sus exacciones. El grupo de hombres adueñados del gobierno, cada vez más alejado del interés nacional, se preocupa exclusivamente por la retención del poder mediante la corrupción y el engaño a que se presta nuestra primaria democracia legal, o mediante el uso de la violencia física o de los medios múltiples de coacción que pueden usarse en nombre del Estado y burlando el derecho".

La tradición de los principios inspiró al Partido Acción Nacional desde los años treinta, y parte fundamental era "el voluntariado". El tiempo al servicio del partido fue sustituido por la magia que hoy representa la continua alimentación de fondos públicos otorgados a los partidos. Los dirigentes de la institución en los estados y hasta en los municipios reciben dineros que prolongan la crisis moral del voto no expresado.

No pudo conservarse el ideal del "voluntariado" porque se traicionó el pensamiento expresado por Gómez Morín: "Todo el trabajo se hace a base de voluntarios. Y la manera de incitar a los ciudadanos para cumplir sus deberes es simplemente decirles que es su deber y darles el ejemplo. Son exclusivamente estímulos intelectuales los que podemos usar; no tenemos otro tipo de estímulos".

Yo corrí la experiencia estimulante, como candidato del Partido Acción Nacional en 1962, de dejar un libro de mi campaña titulado Manifiesto al pueblo de Michoacán: "No te diré que las elecciones de junio / fueron la farsa / urdida con el texto / de la boleta electoral. / Que no es farsa, / que es un crimen, / como quitar el pan / de manos de la madre que alimenta a su hijo. / Sufragio es el sustento de la Patria / por lustros y lustros / esperado, / perseguido, / amado por los hijos mexicanos. / Cuando las ánforas / recargadas con el previo relleno / una vez más han danzado / al canto del soborno / y la argucia de mesas soberanas, / el tinglado plural es la tragedia / que consuma otra vez / el agrietar la fe de un pueblo, / quebrantar la esperanza, / hacer añicos ya de la perseverante / fortaleza de Michoacán... Y digo que no soy / un candidato derrotado / (no hay en mi decir / contradicción, / ni truco / ni mentira, / sólo apenas la paradoja / de una sabia lección que en su meandro / como la verde hierba es / regalo perfumado / que alguien -oh Walt Whitman- / ha dejado caer / con intención devota, / pañuelo de Dios, / bandera del amor / tejida con sustancia / de madura esperanza). / -El triunfo es el esfuerzo, / en el final habrá los desenlaces / para sorpresa de tu sueño. / Pero tú y yo estamos apenas al comenzar de los caminos".

Poco antes de su muerte, acaecida el 19 de abril de 1972, después de un mitin de una campaña municipal en la ciudad de Chihuahua, me señaló don Manuel Gómez Morín, complacido, que existía ya una base formal de hombres morales que entregaban su esfuerzo íntegramente para los planes del partido.

Pero apenas unos años antes de su muerte, el maestro tuvo que soportar la dolorosa experiencia del 2 de octubre de 1968, que segó la vida de miles de estudiantes, inquietos por la libertad.

No es posible ignorar que los movimientos dictatoriales de la dirección del partido motivaron la renuncia de uno de los grandes maestros y líderes de Acción Nacional. Diputado de la LI Legislatura del H. Congreso de la Unión, don Luis Calderón Vega comenzaba así su carta de renuncia: "Porque 'la Dirección' del partido ha venido sosteniendo una interpretación conservadora y obsoleta de los Principios de Doctrina, contra el espíritu e intención que dieron vida a Acción Nacional, (...) desde este día, 1º de marzo de 1981, renuncio a ser miembro del Partido Acción Nacional...".

El voto libre y respetado termina una vez más como el sueño de los fundadores de Acción Nacional. Y con "el gobierno del cambio" elegido en el año 2000 se avanza en lo que lamentablemente, desde el comienzo de Acción Nacional, alertó la conciencia de los mexicanos: el desastre nacional, donde 70% de la población tiene una vida precaria de pobreza y de angustia en el horizonte de la Patria. l

* Escritor. Fue miembro del PAN de 1945 a 1992. Candidato al gobierno de Michoacán en 1962. Exdiputado Federal. Integrante del Partido del Foro Doctrinario y Democrático (jodeortiz@netra.net)

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