jueves, junio 08, 2006

Perplejidad Guadalupe Loaeza.

Más que el debate entre los cinco candidatos a la Presidencia, lo que me tiene totalmente perpleja es el posdebate. No hay duda de que cada cabeza es un mundo, como tampoco la hay respecto a que somos muchos Méxicos. Así como cada ciudadano tiene su propia percepción de quién triunfó en el debate, así la tienen los analistas, los politólogos, los historiadores, los imagólogos, pero sobre todo, algunos medios de comunicación que se dieron a la tarea de realizar encuestas ya sea la misma noche del debate o al otro día. Por ejemplo, en el posdebate del canal 152 de Radio Monitor y MVS, conducido por José Gutiérrez Vivó, después de recibir 115 mil 552 llamadas telefónicas, le daban 56.42 por ciento a López Obrador, 36.95 por ciento a Felipe Calderón y 3.33 por ciento a Roberto Madrazo, 1.94 por ciento a Campa y 1.36 por ciento a Patricia Mercado. Escéptica como me he vuelto con la edad, antes de irme a la cama, verifiqué estos datos en la página de internet de Terra y allí leí que AMLO tenía, a esa hora, más del 57 por ciento de preferencias después del debate, mientras que sus adversarios quedaban muy atrás. Confieso que me dormí con estos resultados y con una enorme sonrisa. "Sonríe, vamos a ganar", me decía una y otra vez hasta que me dormí. Al otro día, muy tempranito (7:00 a. m.) vi el programa de Víctor Trujillo cuya encuesta telefónica (El Calambre), con la pregunta: "Después del debate, ¿a quién de todos los candidatos vio el más presidenciable?", le daba 71 por ciento a López Obrador, 21 por ciento a Calderón, el 6 por ciento a Madrazo y el 1 por ciento para Mercado y Campa. El total de las llamadas fue de 41 mil 372. Pero al bajar a desayunar y revisar varios diarios, cuál no fue mi sorpresa al ver que los resultados de sus respectivas encuestas le daban el triunfo a Calderón, hasta por 14 puntos de diferencia contra AMLO. Me quedé perpleja. "Ahora sí ya no entiendo nada", pensé con absoluta perplejidad.

Con este mismo sentimiento de confusión, a lo largo de la mañana de ayer, me devoré todos los periódicos. No obstante, ninguno de sus analistas ni cronistas ni reporteros lograron atenuar mis dudas. Había que hacer mi propia encuesta. Así lo hice. Empecé a llamar a varias personas a quienes considero suficientemente politizadas para preguntarles cómo habían visto el debate. Prácticamente todas me confesaron que les había parecido sumamente aburrido, no faltaron quienes criticaron el formato "como de los años sesenta", pero la mayoría reconocía a López Obrador como el triunfador gracias a su serenidad y la congruencia en sus propuestas. "Fue el único que habló de los pobres". Tres o cuatro vieron un empate, pero ninguno de mis encuestados consideró que Calderón había ganado. "Terminé odiando su sonrisita. Se comportó como el típico pica pleitos de la secundaria". Para tener un espectro todavía más plural decidí buscar la opinión por parte de los lectores anónimos de dos diarios. Allí sí que mi perplejidad se intensificó aún más. La diversidad de opiniones era apabullante. Después de leer no sé cuántos, quizá más de 100 o 200 correos, llegué a la conclusión, lo que ya se ha dicho en todos los tonos, de que la opinión pública está cada vez más polarizada: mientras unos afirmaban que Calderón había sido de-fi-ni-ti-va-men-te el ganón del debate, otros argumentaban con muchísima pasión que sin duda el mejor había sido AMLO. En tercer lugar se encontraba Madrazo, como un candidato a quien no se le podía creer bajo ninguna circunstancia, pero que, sin embargo, no dejaba de ser un político con oficio. Respecto a Roberto Campa, la opinión generalizada era que había sido, de lejos, el más aburrido. Y en relación a Patricia Mercado, muchos de estos cibernéticos se preguntaban, perplejos, qué le pudo haber pasado a la candidata si se comparaba su espléndida actuación del primer debate con el segundo. "Estaba muy nerviosa. No dejó de decir 'sinemburgo' por decir 'sin embargo'", decía un correo.

Por último, perpleja como me encuentro, no quisiera dejar de emitir mi opinión respecto a la actuación de cada uno de los candidatos en el debate.

Felipe Calderón. Lamenté que lo hubieran polveado demasiado. Lamenté que en cada intervención se hubiera visto obligado a hacer de cinco a tres propuestas, con lo cual al finalizar el debate sumaban decenas de ellas. Lamenté que hubiera sido el primero de los candidatos en ser rijoso, agresivo, gritón y peleonero, justamente de lo que se acusa a AMLO. Lamenté que nunca de los nuncas hubiera pronunciado la palabra "pobre" hablando de un país donde la mayoría de su población es pobre. Lamenté percibir en él un alma de acólito, pero de los cincuenta. Lamenté que hubiera tenido un "cuñado incómodo" tan millonario. Y lamenté que su presencia desafiante, su sonrisa sardónica y su lenguaje corporal, de alguna manera me recordaran al insigne Aznar. ¿Tendrá el mismo asesor de imagen que tenía el ex presidente del gobierno español? Si es así, de ahora en adelante habría que llamarle "Señorito Calderón", así como le decían al "Señorito Aznar" en España.

Roberto Campa. Mucha buena voluntad, pero desafortunadamente muy poco efectiva. Sus intervenciones parecían eternas, tediosas y repetitivas.

Roberto Madrazo. Respecto al candidato del PRI, difícilmente podía concentrarme en lo que decía ya que me recordaba demasiado a su "clon", es decir al actor Arath de la Torre que interpreta su papel en El privilegio de mandar. Su voz nasal era igualita, su mismo bigote y su mismo lenguaje corporal. Hay que decir, sin embargo, que Madrazo estuvo mucho mejor que en el primer debate. Como lo dijo Krauze en el programa de Víctor Trujillo El cristal con que se mira: "Roberto Madrazo tiene autoridad política, pero no autoridad moral".

Patricia Mercado. Me pregunto por qué se veía la candidata de Alternativa tan incómoda. Me pregunto si no fue a partir del momento en que se vio en el espejo y no se reconoció debido al maquillaje y al peinado. En este debate parecía como otra Patricia. No obstante, coincidí con muchas de sus propuestas.

Andrés Manuel López Obrador. Creo que el candidato "Por el bien de todos" demostró una actitud de una gran madurez política. Me gustó su serenidad, su seguridad y que no cayera en las provocaciones de Calderón. Suscribí una vez más sus propuestas, sobre todo, su compromiso con los pobres. Esa noche su imagen física me pareció particularmente óptima. En otras palabras, lo vi como el próximo presidente de la República mexicana.

Si no están de acuerdo conmigo, les diré como solía decir Humberto G. Tamayo, en su programa de tele: "Allí les dejo mi prestigio para que lo hagan pedazos...". Pero si se diera el caso de que uno de ustedes sí coincidiera conmigo, entonces ya no estés perplejo: "Sonríe, ¡vamos a ganar

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