jueves, agosto 03, 2006

Las gallinas no van al cielo Caixto Almazan

Si yo fuera tan egoísta como esos clones panistas nerds que se agarran del Estado de Derecho como a un clavo ardiente (reto a cualquiera a que encuentre las diez diferencias entre César Nava y Germán Martínez, secretario general adjunto y representante del PAN ante el IFE respectivamente), cuyo único interés en la vida es arrancarnos de cuajo la diversión que se ha desatado gracias al plantón pejista, escribiría, sin el menor asomo de piedad por el congestionamiento dispépsico que se vive en las calles del DF que, por mí, los manifestantes se pueden a quedar a vivir en el Paseo de la Reforma y hacer ahí su territorio autónomo. Desde que inició esta medida he visto reducidos de manera sensible los tiempos de transportación desde mi humilde palacete hasta las instalaciones de MILENIO. Como todo el mundo cree que es imposible recorrer la geografía defeña y por caer en la histeria colectiva andan en metro, nos dejaron las calles sólo para los intrépidos que no tenemos atole en las venas.

Pero no soy panista, thanks God, ya que si yo fuera blanquiazul iría al voto por voto sin esconderme tras las faldas de Ugalde con tal de acallar al naquerío perredista y demostrarles de qué lado masca la iguana. Pero ya se sabe la máxima del póker: “Las gallinas no van al cielo”.

En ese sentido y para mayores referencias tenemos a Lázaro Cárdenas Batel, gobernador se supone que perredista en Michoacán, quien valientemente se desmarcó de las protestas, alegando que los bloqueos afectan a la ciudadanía, como si las balaceras, muertitos y el narco en Michoacán tuvieran muy contentos a sus gobernados

Como quiera que sea y para no ser díscolo con el resto de la humanidad y estar al nivel de los intelectuales orgánicos y orgásmicos que critican el estrangulamiento vial calificándolo de inadmisible, también me pronuncio en contra de la campamentización boyscautesca del DF (que no secuestro como dice Jelipillo cuyas exageraciones suelen colindar con el tono telenovelesco de Marga López. Para dramas, los de Líbano, digo). Sobre todo debido a que se me dificulta ir a tomar mi capuchino late deslactosado con vainilla en el Starbucks Alameda. Eso sí, cuando consigues llegar al lugar tienes una bonita vista panorámica de las animadas cascaritas panboleras donde hasta los yuppies y snobs más derechosos le quieren entrar aunque sea como porteros ambulantes.

No hay comentarios.: