lunes, julio 10, 2006

NewsWeek en Español Publica

NADA OFICIAL EL DOMINGO DE COMICIOS Las elecciones del 2 de julio en México se llevaron a cabo en tranquilidad.

Con un padrón electoral al que se agregaron casi 13 millones de jóvenes mayores de 18 años y una Lista Nominal de poco más de 71 millones, este domingo, finalmente, se abrieron las urnas. Tras cinco meses oficiales de campaña, y más de dos años de campañas extra oficiales, los mexicanos votaron para elegir presidente, diputados federales y senadores. Además, se eligieron gobernadores en los Estados de Morelos, Jalisco, Guanajuato y Jefe del Distrito Federal. También hubo votación para elegir a los representantes de los Congresos locales en 13 Estados y el Distrito Federal. El Instituto Federal Electoral (IFE), institución responsable de los comicios, informó el 2 de julio por la noche que debido a un margen demasiado cerrado entre el primer y segundo lugar, ocupado por los candidatos Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, para ocupar el cargo de presidente, era imposible declarar vencedor a uno de éstos. Los resultados oficiales no se darán antes del miércoles 5 de julio. En el momento de cierre de esta edición el Programa de Resultados Preeliminares del IFE, daba una ligera ventaja a Felipe Calderón. A continuación, un panorama de qué le puede esperar al país con Obrador o Calderón como presidente.

Dentro de los límites

Meticuloso, incluso perfeccionista, Andrés Manuel López Obrador deberá aprender a gobernar un país polarizado sin contar con una mayoría aplastante.
Por Federico Campbell

Por mucho énfasis que haya puesto en la necesidad de una transformación, no es previsible que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador realice cambios espectaculares o drásticos. No podría. Lo que sí es impostergable es una reforma fiscal a fondo como la principal previsión para enfrentar el cierre de la frontera con Estados Unidos y el primer paso para empezar a construir los nueve millones de empleos que el país irá demandando a lo largo de los siguientes seis años. Había antes un pacto perverso. Los empresarios e industriales más poderosos le decían al gobierno priísta: “No te pago impuestos porque te los robas”. Y a su vez el gobierno les respondía: “Muy bien, pero no me discutas quién tiene el poder y el control”.

López Obrador no ha manifestado ninguna pasión antiyanqui. No tiene ese prejuicio. Acepta la colaboración con ese país, la creación de fondos de inversión con Canadá y Estados Unidos, los dos socios del Tratado de Libre Comercio (TLC). Realista, sabe que en el mundo actual es imposible gobernar sin tomar el cuenta a los poderes fácticos, los poderes de hecho, como el capital financiero, bancario, mediático. Como lo ha reconocido la señora Bachelet al liderar un gobierno de izquierda moderada en Chile, al igual que Lula en Brasil.

Sería una locura romper lanzas con Estados Unidos, y lo comprueba el perfil de Rogelio Ramírez de la O, un prominente economista reconocido por sus actividades a favor de las empresas, quien es su principal asesor en materia económica. México es el segundo proveedor de petróleo de Estados Unidos. Y es también el segundo destino de exportación de Estados Unidos, después

de Canadá y China. Y al mismo tiempo, por lo menos hasta este año, ha recibido remesas de los emigrantes mexicanos que lindan en los 20 mil millones de dólares anuales. Los intereses económicos entre los dos países son tan grandes que cualquier desavenencia en el intercambio comercial sería contraria al interés nacional. Pero en caso de haberla, esa desavenencia se pondría en la mesa de las negociaciones, como en el caso de la liberación arancelaria del maíz y del frijol que se daría en el año 2008. López Obrador cree que el problema de los emigrantes mexicanos hacia Estados Unidos (durante los seis años del gobierno de Vicente Fox salieron de México al menos tres millones de trabajadores) se debe resolver aquí en México abriendo nuevas fuentes de trabajo y que de alguna manera, contaría mucho la colaboración de Estados Unidos para impulsar el empleo en el campo. Por eso mismo se opone a la apertura al comercio del maíz y del frijol que se abrirán a las importaciones sin aranceles en 2008. Si se lleva a la práctica, esta medida aumentaría la emigración a Estados Unidos porque la mayoría de los campesinos cultiva maíz y frijol. Lo que piensa López Obrador es proteger esos granos con precios de garantía suficientemente altos como para que los campesinos permanezcan en sus comunidades.

Oponerse a la apertura prevista en el TLC no es antinorteamericanismo.
Los mayores tenedores de deuda mexicana por lo demás, en el papel, son de capital estadounidense. Si no confiaran en la estabilidad mexicana, no ha-brían comprado papel me- xicano de deuda. Además, buena parte de la reserva mexicana de 76 mil millones de dólares se encuentra en bonos del Tesoro norteamericano.

En materia de energéticos ¿qué más podría querer Estados Unidos? Ya el 90 por ciento de la producción mexicana va a dar al país vecino, a lo que aspira López Obrador es a consumar una vieja tradición mexicana: el aprovechamiento de los hidrocarburos como recurso estratégico, que es una vieja aspiración desde los años de Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Lázaro Cárdenas. Bajo este espíritu, la concesión de la industria eléctrica a manos privadas no es garantía de una administración incorruptible, como quedó demostrado en el estado de California.

En otro ámbito de la relación binacional, si Estados Unidos llegara a presionar a México para otros fines, una intervención militar por ejemplo, allí sí López Obrador tendría que tomar partido por un país latinoamericano. Su actitud ante el mundo de los negocios será la misma que mostró como jefe de gobierno de una ciudad que tiene más habitantes que Cuba, Noruega o Cataluña.

En el Distrito Federal convocó a los inversionistas privados para la renovación del Centro Histórico, la arteria principal de la metrópoli, el Paseo de la Reforma, y la edificación de viaductos aéreos para desahogar el tránsito y ahorrar combustible. Durante su mandato, la capital mexicana se convirtió en la entidad de mayor inversión; consiguió una mayor recaudación impositiva y el turismo —sobre todo nacional— aumentó como nunca antes. Ha reiterado, por lo demás, que respetará la autonomía del Banco de México y apoyará a quienes pagan impuestos, arriesgan su capital y obtienen ganancias lícitas.

Hombre meticuloso, incluso perfeccionista, habrá de gobernar sin despilfarros, como lo hizo en el Distrito Federal. Está muy acostumbrado a delegar, a confiar en sus colaboradores, y a llegar a acuerdos. Todo esto sin dejar de estar consciente de que recibirá muchos ataques del sector privado y críticas constantes de la oposición política, porque la nueva circunstancia democrática mexicana indica que —como en otros países europeos y latinoamericanos— nadie gana en estos tiempo elecciones, ni gobierna, con una mayoría aplastante.

Federico Campbell es autor de “La invención del poder”, “La ficción de la memoria”, “Postscriptum triste” y “La Clave Morse”

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