lunes, agosto 28, 2006

No Negociable Crisis de instituciones electorales, crisis de medios

Una pluma respetable y respetada........ en estos tiempos tan asiagos, en esta epoca que nos ha tocado... pobre del cantor que un dia la historia lo borre sin haber dejado huella......

Tulio Moreno Alvarado

Verdaderamente es difícil entrarle a la crítica a los medios de comunicación, pues se tocan sensibilidades extremas, aunque es un tema que no puede dejarse de lado en el contexto de la crisis institucional por la que atraviesa el país.

La crítica a los medios no tiene buena aceptación, es más, la mirada descarnada siempre incomoda a pesar de que la prensa se percibe a sí misma como uno de los actores esenciales en el equilibrio de cualquier régimen democrático.

Por eso resulta extraño que el periodista que investiga, critica, denuncia los “problemas de la sociedad” –aquellos que los poderes públicos y los actores políticos han abandonado o ignorado– ponga poco ardor en criticarse a sí mismo y soporta peor aún que otros lo hagan.

Este viejo hábito, aunado a la idea de la infalibilidad del periodista, no es un secreto y resulta una de las primeras causas que han llevado a los medios a acompañar en su caída libre a los órganos democráticos del país.

Mientras que la sociedad ha avanzado infatigablemente hacia transformaciones importantes, las instituciones formales, incluida la prensa, parecen un tanto ajenas a esta mutación, que en el caso que nos ocupa se debe, principalmente, a la ausencia de una seria autocrítica.


En abono del papel de los medios, puede decirse que no es fácil ni cómodo porque es cierto que éstos se encuentran atrapados en entresijos mercantiles, dependencias políticas, absorción intelectual y, sobre todo, en el aumento de la precariedad entre quienes se dedican a este quehacer, lo que ha ocasionado no sólo una gran confusión hacia su interior sino que, de paso, ha afectado la percepción ciudadana.

Suena duro pero es necesario aceptar el descrédito creciente de los medios de comunicación, y los electrónicos con mayor notoriedad, por su involucramiento en el debate postelectoral, del cual no han salido bien librados, a raíz de las sospechas de la alianza política que encabeza Andrés Manuel López Obrador y sus reiterados señalamientos acerca de la manipulación informativa que, por otro lado, le ha servido para justificar sus afirmaciones de que es víctima de una persecución de estado y le da los argumentos para sustentar su reclamo por el recuento total de la elección.

Más allá de que este componente del discurso lopezobradorista tiene visos propagandísticos, lo cierto es que por su parte se aprecia la mano del Gobierno Federal y del PAN para articular una estrategia encaminada a desacreditar y desprestigiar al tabasqueño y, al mismo tiempo, magnificar los efectos económicos y sociales del cierre de las principales calles del centro de la Ciudad de México.

Por supuesto que el método y el medio vienen juntos, y es así como la radio y la televisión se han convertido en los ejecutores de la propaganda oficial, alineándose del lado de quien tiene el poder y menospreciando en el camino el carácter e identidad, se simpatice o no con él, del movimiento social que define el plantón perredista de la capital.

Al margen de estas consideraciones políticas, es difícil para los medios sustentar una propuesta de equilibrio informativo, máxime cuando el derecho a la información es en el país una entelequia que será difícil construir debido a la mentalidad de los políticos de izquierda y derecha que se disputan fieramente el poder.

Junto al Gobierno Federal como ente centralista y antidemocrático, las instituciones electorales y el entramado legal que rige su operación, el orden mediático construido a través de las dos grandes corporaciones televisivas, los grupos radiofónicos y algunos medios impresos afines al stablishment, enfrentan una crisis colectiva en la que los patrones y los grandes medios de comunicación parecen estar dispuestos a sacrificar la democracia.

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