domingo, junio 11, 2006

El sexto día del sexto mes del sexto año Don mIguel Angel Granados Chapa.



Al segundo debate sí se presentó Andrés Manuel López Obrador, reacio a participar en el primero. La pregunta de la noche era cómo se conduciría. ¿Despotricaría como un charlatán o se mostraría como un posible jefe del Ejecutivo?
Porque, refugiado en la isla de Patmos san Juan evangelista numeró 666 al Anticristo (Nerón, en su tiempo) esa cifra adquirió carácter diabólico, temible. En todas partes, menos en México, donde un sano escepticismo condujo a que, durante largo tiempo, privara en el mercado un expectorante llamado precisamente así, 666. Y no era el producto de un laboratorio casero, clandestino: su propaganda en vistosos letreros de lámina se multiplicaba montada en los postes del alumbrado público de muchas ciudades.

De cualquier forma, los prejuicios llegados de otros sitios hicieron temer que el martes pasado, en cuya fecha se concretaba la cifra satánica (aprovechado para reestrenar una película de Hollywood sobre el tema, La profecía), fuera propicio para la maldad o por lo menos para el mal fario. Y pareció que así sería: poco después de las seis de la mañana a través del número telefónico de emergencia 066 fue recibida en la policía una llamada: un vehículo blindado había recibido una andanada de balazos que por fortuna no produjo víctimas. Pero sí causó escándalo. Es que las probables, presuntas víctimas eran la señora Cecilia Gurza y sus hijos, la familia de Carlos Ahumada. Y es que ella mostraría horas después videos donde, a decir de su esposo, se mostraba de nuevo la corrupción de Andrés Manuel López Obrador.

La fecha era deliberadamente oportuna. Por la noche se efectuaría el segundo debate entre candidatos presidenciales, único a que acudió el ex jefe de Gobierno con quien, desde comienzos del año antepasado, tiene establecido un combate el propietario del Grupo Quart, destinado a conservar sus privilegios en gobiernos delegacionales. En prisión desde hace cerca de dos años, cuando fue deportado de Cuba, donde buscó refugio al huir, Ahumada se proclama preso político del gobierno capitalino, y desde su trinchera, por medio de su esposa, se disponía a una nueva escaramuza. Sus municiones no eran de grueso calibre, según quedó claro en una conversación telefónica que sostuvo la víspera, desde su celda, con Rosario Robles, según la grabación publicada por El Universal. El ataque armado matutino originó que se suspendiera la función prevista para el mediodía. Se especula -en una conjetura que me choca, porque nada hay más pérfido que culpar a las víctimas- que el atentado pudo ser realmente un montaje para justificar la cancelación del acto anunciado. El hecho es que, no obstante que el gobierno capitalino urge a Ahumada a presentar los nuevos ejemplares de su videoteca, permanecen bajo llave.

La novedad, en el debate de esa noche, era la presencia de López Obrador, ausente no sin costos en el primer debate, seis semanas atrás. Por lo tanto, era sujeto digno de especial atención. Se trataba de ver cómo se conducía, si de un modo sensato que lo mostrara como un posible presidente de la República o como un orador de plazuela capaz de invocar a las chachalacas. El candidato de la coalición Por el bien de todos aplicó la estrategia correcta y se mostró sereno y conciliador, dirigiendo mensajes a los sectores que probablemente hayan resentido los efectos de la propaganda negra que lo presenta como un peligro para México por su incapacidad de atenerse a la ley, lo que pone a personas y bienes en riesgo de ser afectados por su arbitrariedad. Llamó a los empresarios, a las iglesias, a los obreros, los campesinos, los indígenas, los intelectuales, los profesionistas y a la sociedad civil en general a convenir un nuevo pacto social. Y dijo que no impondría medidas destinadas a hacer realidad su lema "Por el bien de todos primero los pobres", sino que buscará persuadir sobre las ventajas de una política de esa naturaleza. Siempre la razón, nunca la fuerza, puntualizó, juarista.

Por su parte, Felipe Calderón fue el primero en plantear directamente preguntas, dirigidas sólo a López Obrador, y obviamente sarcásticas, sobre cómo hizo para que la Ciudad de México fuera al mismo tiempo la más insegura y la más corrupta. Y luego insistiría en que es la más endeudada del país y la que menos creció económicamente y donde se creó un menor número de empleos. El candidato perredista se había alegrado de que se pudiera debatir civilizadamente, como en efecto ocurría. Salvo los puyazos citados de Calderón, y su válida imputación a Arturo Núñez, líder de los diputados priistas que aprobaron el rescate bancario y ahora candidato del PRD a senador en Tabasco, y al elevado sueldo de Leonel Cota como gobernador en Baja California Sur (lo que el mismo líder perredista desmentiría con documentos al día siguiente), el debate era una sucesión de monólogos con diagnósticos y propuestas, o palabrería inocua. Ya casi para concluir, sin embargo, López Obrador convirtió una de sus frases usuales, "los que están arriba no pagan impuestos", en un señalamiento concreto: "el cuñado de Felipe no paga impuestos y obtuvo dos mil quinientos...".

No pudo concluir la frase. Llegaba al límite de su tiempo y se lo hizo notar Adriana Pérez Cañedo, la presentadora de noticias del Canal Once que conducía el debate. Le fue preciso, por ello, emplear segundos de su último turno, apto para una conclusión y una invitación al voto, para anunciar que entregaría "un expediente donde el cuñado de Felipe, cuñado incómodo, tiene una empresa que le trabaja al gobierno, que ha recibido contratos precisamente de la Secretaría, mejor dicho del sector energético, cuando Felipe fue secretario, tuvo ingresos por 2 mil 500 millones de pesos y no pagó impuestos".

Calderón esperó a que hablaran Patricia Mercado y Roberto Madrazo para saltar con la respuesta: "Nuevamente miente usted, señor López Obrador. Categóricamente niego lo que usted dice. Bajo mi mandato en la Secretaría de Energía ni un solo contrato fue otorgado discrecional o en los términos de la propia reglamentación a algún pariente mío. Y por si usted no lo sabe, cualquier empresa que realiza licitaciones con el servicio público necesita tener en regla sus impuestos. De tal manera que miente usted y miente además en el ingreso: 2 mil 500 millones de pesos, ¡ni soñando! ¡Hágasela buena!"

Al día siguiente el PRD presentó el expediente anunciado. Con base en él, que incluye información procedente de la página web de la propia empresa principal y de registros públicos, quedaron claros algunos extremos de la afirmación de López Obrador: Diego Zavala encabeza la empresa Hildebrando, SA de CV, que se ha ramificado en otras empresas cuyos accionistas son empresas, es decir personas morales, no físicas. Aunque fue creada en 1986, su auge ha ocurrido en los cinco años recientes, en que muestra una prosperidad al alza: obtuvo en 2001 ingresos por 145.7 millones de pesos, que crecieron a 170 en 2002; a 433 en 2003, a 871.5 en 2004, y a 992.1 en 2005, todo lo cual suma 2,542.3 millones, un poco más de lo dicho por López Obrador. Y si bien entre 2002 y 2004 Hildebrando cubrió al fisco 35.7 millones de pesos por impuesto sobre la renta, en 2005 declaró en ceros, es decir no pagó un centavo por ese gravamen.

Calderón insistió al día siguiente en que él no otorgó un solo contrato en la Secretaría, no obstante que López Obrador no lo acusó de haberlo hecho. Diego Zavala, por su lado, explicó que su crecimiento en los años recientes se basó en financiamiento que les otorgó "un fondo de inversiones", que es ahora el principal accionista de su compañía, lo que les permitió expandirse, y adquirir empresas como Meta Data, que ya tenía contratos con Pemex. Este organismo público y la Comisión Federal de Electricidad informaron también el miércoles que no otorgaron ningún contrato a Hildebrando en el tiempo en que Calderón fue secretario: de septiembre de 2003 a mayo de 2004. Reiteró una y otra vez que López Obrador mentía. Y para probarlo, aunque nada tenía que ver con el dicho del candidato perredista, mostró cifras sobre el creciente volumen de sus exportaciones y el escaso peso relativo en las finanzas de sus empresas (de las que ahora es sólo parcialmente dueño, según informa) de las ventas al gobierno.

Zavala se proponía demandar a López Obrador por la vía civil para obtener la reparación del daño moral que la declaración del candidato le infligió. También ha propuesto que si el ex jefe de Gobierno no prueba sus dichos lo reconozca en cadena nacional

No hay comentarios.: