José Luis Calva
02 de junio de 2006
La estrategia económica neoliberal -puesta en marcha a partir de 1983- arrancó del diagnóstico de que el endeudamiento externo que desembocó en la crisis de la deuda de 1982, fue provocado por las características del proceso de industrialización sustitutiva de importaciones, que -al basarse en la regulación del comercio exterior y en políticas activas de fomento sectorial- hizo surgir una planta fabril ineficiente, poco articulada en su interior e incapaz de cubrir con sus exportaciones el importe de sus bienes de capital e insumos importados. En consecuencia, la nueva estrategia se propuso elevar la eficiencia competitiva de la industria nacional e impulsar las exportaciones manufactureras, superando de este modo la necesidad permanente de financiamiento externo.
Para lograr su objetivo, el nuevo gobierno procedió a liberalizar nuestro comercio exterior y a suprimir la mayoría de los instrumentos de fomento sectorial, en espera de que los agentes privados y las fuerzas espontáneas del mercado optimizaran la asignación de recursos, puesto que la exposición a la competencia externa obligaría a los empresarios mexicanos a introducir cambios tecnológicos y a elevar aceleradamente la productividad.
De hecho, la apertura comercial fue realizada con extraordinario celo y dinamismo, de manera que en escasos cuatro años (entre 1984 y 1987) quedó prácticamente concluida, dejando que los industriales mexicanos se las arreglaran como pudieran, cada uno por su cuenta, con la transformación tecnológica de sus empresas. Como dijo Jaime Serra Puche: "La mejor política industrial es no tener política industrial".
Los resultados del experimento neoliberal, sin embargo, han sido muy diferentes de los esperados. En primer lugar, la precipitada apertura comercial (que la política estabilizadora ha hecho acompañar cíclicamente de una política cambiaria que utiliza la paridad peso/dólar como instrumento antiinflacionario y desemboca, una y otra vez, en sobrevaluaciones de nuestra moneda), en vez de reducir el déficit comercial manufacturero (que durante el año previo al colapso financiero de 1982 había alcanzado la cifra récord de 17 mil 939 millones de dólares (mdd), sin incluir maquiladoras), lo hizo crecer dramáticamente hasta alcanzar los 30 mil 034.7 mdd en 1994. Después del colapso financiero de 1994, el déficit comercial manufacturero descendió hasta 6 mil 416.7 mdd y 8 mil 864.5 mdd, en 1995 y 1996, en gran parte debido a la competitividad cambiaria restaurada durante esos años. Pero después de la apreciación real del tipo de cambio observada a partir de 1997, el déficit comercial manufacturero (siempre sin maquiladoras) volvió a crecer dramáticamente hasta 34 mil 334.5 mdd en 2000, para alcanzar los 44 mil 733 mdd en 2005.
En segundo lugar, el aumento de las exportaciones manufactureras, presentado por la tecnocracia neoliberal como su carta triunfo (falsamente, puesto que entre 1966 y 1981 las exportaciones manufactureras, en dólares constantes, crecieron a una tasa media de 13.4% anual, mientras que en el periodo 1983-2005 su tasa media de crecimiento real fue de 11.2%, sin incluir maquiladoras; y las "exportaciones" de maquiladoras crecieron a una tasa media de 38.5% anual en el periodo 1967-1981, contra 13.1% anual en el periodo 1983-2005), en realidad agudizó, en vez de superar, la desarticulación interna y la desigualdad en el desarrollo de las ramas fabriles, al crecer vertiginosamente el componente importado de la producción manufacturera, desplazando componentes nacionales: la relación importaciones manufactureras/PIB manufacturero, que en 1981 fue de 41.2%, pasó a 75.8% en 1994 y a 100.4% en 2005, sin incluir maquiladoras. (Si se incluyen las internaciones temporales de bienes por las maquiladoras, la relación importaciones manufactureras/PIB manufacturero saltó de 45.4% en 1981, a 161.8% en 2005).
Como resultado, se han roto eslabones completos de las cadenas productivas; y las exportaciones manufactureras han reducido progresivamente su efecto de arrastre sobre la industria nacional, aumentando en cambio sus efectos multiplicadores sobre la producción, la inversión y el empleo fuera del país. En tercer lugar, se han observado inferiores tasas de crecimiento de la productividad laboral. Durante 1951-1982, la productividad del trabajo en la manufactura creció a una tasa media de 3.5% anual, mientras que en el lapso 1983-2005 la productividad laboral manufacturera apenas creció a una tasa de 2.4% anual. Sin duda, algunas empresas han logrado elevar su productividad a ritmos acelerados bajo el neoliberalismo, pero lo relevante es que en el conjunto de la industria manufacturera los resultados efectivos de la estrategia neoliberal difieren de sus promesas eficientizadoras.
En cuarto lugar, los resultados agregados del experimento neoliberal en materia de producción industrial, se plasman en la fuerte caída del ritmo de crecimiento del PIB sectorial: mientras en el periodo 1951-1982 el PIB manufacturero creció a una tasa media de 6.8% anual (y a 6.7% anual entre 1934 y 1982), durante el periodo 1983-2005, el PIB manufacturero sólo creció a una tasa media de 2.7% anual. Las discrepancias entre los objetivos anunciados y los resultados reales de la estrategia neoliberal evidencian la necesidad de someterla a revisión profunda.
Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM
4 comentarios:
ya ves? ya le estás agarrando la onda al html... nada mas sugiero que hagas la letra mas chikita =D
saludines
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