Elecciones y crisis social
EL NORTE
Alfonso Elizondo
Columnista.
Si los votantes seleccionaran a sus líderes políticos mediante un proceso racional, en México tendrían que votar por los candidatos que proponen un cambio en el modelo económico del País. Desde que la comunidad financiera internacional impuso a México el modelo neoliberal a fines de los 80, los principales cambios que operaron en la actividad económica fueron el crecimiento desmesurado de la economía informal y la quintuplicación del flujo migratorio a los Estados Unidos, mientras que la población de la economía formal permanecía sin cambio.
Estos factores visibles y comprobables condujeron al País a una paradoja social de éxito aparente en las cifras de la macroeconomía y a un proceso de empobrecimiento que ya alcanza al 40 por ciento de la población. Es fácil comprenderlo cuando los ingresos petroleros se triplicaron (por factores exógenos) y las remesas de migrantes subieron de mil 980 millones de dólares en 1990 a más de 20 mil en el 2005. No obstante, la economía informal había crecido de 10 millones en 1990 a 28 millones a mediados del 2005. Ahora mismo, dos terceras partes de la población económicamente activa no pagan impuestos.
En los hechos, la humanidad entera no utiliza el proceso racional para elegir a sus líderes políticos. Es por eso que quienes triunfan en la actualidad son aquellos que contratan a los consultores electorales más brillantes, quienes logran comprender los paradigmas individuales o de grupo de la gran mayoría de los votantes y los estimulan mediante el uso de imágenes a través de los medios de comunicación masiva, principalmente el televisivo.
Para el caso específico de México, la religión católica y la unión familiar son quizá los dos elementos más característicos de la mente colectiva nacional, por lo que cualquier propaganda que se fundamente en esos paradigmas conservadores tendrá éxito. No obstante, la pérdida de esperanza propiciada por la pobreza creciente y la separación de la familia como consecuencia de la migración pueden convertirse en un factor determinante en las próximas elecciones. Cuando un individuo percibe que no hay bienestar en el futuro de su familia, sus paradigmas cambian y obviamente renuncia a seguir por el mismo camino que lo ha conducido a esa frustración.
Por su condición de extranjeros o de pertenecer a una clase social alta no parece que ninguno de los consultores electorales de los candidatos a la presidencia de México haya percibido esa desesperanza en grado extremo que polariza a la sociedad mexicana y la puede llevar a la radicalización y a la violencia. Por fortuna, la renuncia unilateral al uso de la violencia de la izquierda mexicana (1988), más el inminente proceso electoral pudieran desactivar ese peligro potencial de crisis social.
La sola posibilidad de un cambio en la dirección de la economía da un poco de esperanza a las sufridas clases populares de México.
Tan preocupados están los asesores electorales en explotar el miedo de los votantes conservadores y las características personales de sus candidatos, que no se han dado cuenta de que con 40 millones de personas que han perdido la esperanza, México vive un momento crítico de su historia en el que se puede terminar el largo periodo de paz social que es el verdadero fundamento del bienestar.
Sería un gran trastorno para los nuevos ricos del neoliberalismo tener que ir a disfrutar de sus riquezas en el extranjero.
aelizondo@att.net.mxEstos factores visibles y comprobables condujeron al País a una paradoja social de éxito aparente en las cifras de la macroeconomía y a un proceso de empobrecimiento que ya alcanza al 40 por ciento de la población. Es fácil comprenderlo cuando los ingresos petroleros se triplicaron (por factores exógenos) y las remesas de migrantes subieron de mil 980 millones de dólares en 1990 a más de 20 mil en el 2005. No obstante, la economía informal había crecido de 10 millones en 1990 a 28 millones a mediados del 2005. Ahora mismo, dos terceras partes de la población económicamente activa no pagan impuestos.
En los hechos, la humanidad entera no utiliza el proceso racional para elegir a sus líderes políticos. Es por eso que quienes triunfan en la actualidad son aquellos que contratan a los consultores electorales más brillantes, quienes logran comprender los paradigmas individuales o de grupo de la gran mayoría de los votantes y los estimulan mediante el uso de imágenes a través de los medios de comunicación masiva, principalmente el televisivo.
Para el caso específico de México, la religión católica y la unión familiar son quizá los dos elementos más característicos de la mente colectiva nacional, por lo que cualquier propaganda que se fundamente en esos paradigmas conservadores tendrá éxito. No obstante, la pérdida de esperanza propiciada por la pobreza creciente y la separación de la familia como consecuencia de la migración pueden convertirse en un factor determinante en las próximas elecciones. Cuando un individuo percibe que no hay bienestar en el futuro de su familia, sus paradigmas cambian y obviamente renuncia a seguir por el mismo camino que lo ha conducido a esa frustración.
Por su condición de extranjeros o de pertenecer a una clase social alta no parece que ninguno de los consultores electorales de los candidatos a la presidencia de México haya percibido esa desesperanza en grado extremo que polariza a la sociedad mexicana y la puede llevar a la radicalización y a la violencia. Por fortuna, la renuncia unilateral al uso de la violencia de la izquierda mexicana (1988), más el inminente proceso electoral pudieran desactivar ese peligro potencial de crisis social.
La sola posibilidad de un cambio en la dirección de la economía da un poco de esperanza a las sufridas clases populares de México.
Tan preocupados están los asesores electorales en explotar el miedo de los votantes conservadores y las características personales de sus candidatos, que no se han dado cuenta de que con 40 millones de personas que han perdido la esperanza, México vive un momento crítico de su historia en el que se puede terminar el largo periodo de paz social que es el verdadero fundamento del bienestar.
Sería un gran trastorno para los nuevos ricos del neoliberalismo tener que ir a disfrutar de sus riquezas en el extranjero.
"http://www.elnorte.com/editoriales/nacional/642644/default.shtm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario