Cómo no lo voy a querer si contagiado por el patriotismo de nuestro Presichente que, en la mejor imitación de Hugo Chávez, declaró en la Cumbre Iberoamericana que tanto “Bush y el Capitolio son torpes y poco inteligentes” debido al muro de muros que nuestros amables vecinos construirán en la frontera norte, escribo estas líneas sintiéndome Niño héroe.
Cómo no lo voy a querer si don Manuelito Espino es como una de esas perras que por su bravura hasta a los de la casa muerde. No le basta con ser el panista incómodo hasta para Jelipillo, sino que ahora se fue a Venezuela a encabezar marchas contra el chavismo voluntario. Es como El Che de ultraderecha que encabeza algo así como el internacionalismo yunquista nada leninista.
Cómo no voy a querer a Ulises Ruin si es tan adorable y tierno como un osito de peluche en el día de San Valentín. Sobre todo cuando lo ve uno en conferencia de prensa ahí, solito y desamparado enmarcado por una imagen del benemérito que lo mira con la misma ternura que debe tenerle Flavio Sosa. Y es que Ulises Ruin sabe cómo conmover a las personas cuando se lo propone, sobre todo cuando dice cosas como que el conflicto oxaqueño se limita a una colonia, que es tanto como afirmar que la Guerra de los Pasteles se desató por unos pingüinos Marinela.
¿No es maravilloso? Mientras la histeria y la paranoia en su formato colectivo cunde porque todo el mundo piensa que la oaxacalifornication y el Appocalipshit alcanzan niveles insospechados y terribles, el buen Ulises con su lenguaje de encantador de serpientes nos dice que nos tomemos nuestras raciones de Prozac y que al unísono cantemos a manera de mantra ese clásico de la relajación existencial que dice “Don’t worry, be happy”.
Y todo mientras caravanas anarcodarketamacheteras y priistaspunketas avanzan hacia la Vieja Antequera. ¡Qué temple, qué macho! Con esa calma chicha tendría que ser él y no Hugo Sánchez el principal candidato para dirigir a la Selección, un puesto mucho más demandante, peligroso y polémico que el de gobernador de una entidad como la oaxaqueña que, además, no sabe valorar a un góber precioso cuando lo tiene.
Por eso y muchas cosas más, la Ruinlandia de Ulises Ruin hace ver a la hermana e idílica república de Foxilandia como un lugar aburrido y sin gracia como lo que previsiblemente será México bajo el gobierno de Jelipillo Calderón.
¡Cómo nos los voy a querer!
Cómo no lo voy a querer si don Manuelito Espino es como una de esas perras que por su bravura hasta a los de la casa muerde. No le basta con ser el panista incómodo hasta para Jelipillo, sino que ahora se fue a Venezuela a encabezar marchas contra el chavismo voluntario. Es como El Che de ultraderecha que encabeza algo así como el internacionalismo yunquista nada leninista.
Cómo no voy a querer a Ulises Ruin si es tan adorable y tierno como un osito de peluche en el día de San Valentín. Sobre todo cuando lo ve uno en conferencia de prensa ahí, solito y desamparado enmarcado por una imagen del benemérito que lo mira con la misma ternura que debe tenerle Flavio Sosa. Y es que Ulises Ruin sabe cómo conmover a las personas cuando se lo propone, sobre todo cuando dice cosas como que el conflicto oxaqueño se limita a una colonia, que es tanto como afirmar que la Guerra de los Pasteles se desató por unos pingüinos Marinela.
¿No es maravilloso? Mientras la histeria y la paranoia en su formato colectivo cunde porque todo el mundo piensa que la oaxacalifornication y el Appocalipshit alcanzan niveles insospechados y terribles, el buen Ulises con su lenguaje de encantador de serpientes nos dice que nos tomemos nuestras raciones de Prozac y que al unísono cantemos a manera de mantra ese clásico de la relajación existencial que dice “Don’t worry, be happy”.
Y todo mientras caravanas anarcodarketamacheteras y priistaspunketas avanzan hacia la Vieja Antequera. ¡Qué temple, qué macho! Con esa calma chicha tendría que ser él y no Hugo Sánchez el principal candidato para dirigir a la Selección, un puesto mucho más demandante, peligroso y polémico que el de gobernador de una entidad como la oaxaqueña que, además, no sabe valorar a un góber precioso cuando lo tiene.
Por eso y muchas cosas más, la Ruinlandia de Ulises Ruin hace ver a la hermana e idílica república de Foxilandia como un lugar aburrido y sin gracia como lo que previsiblemente será México bajo el gobierno de Jelipillo Calderón.
¡Cómo nos los voy a querer!
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