José Antonio Rojas Nieto (rojasags@yahoo.com.mx)
Desde los primeros días de noviembre, la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) disminuyó en poco más de un millón de
barriles diarios sus cuotas de producción. Hubo reacciones inmediatas.
Los precios detuvieron el descenso drástico que experimentaban desde
hace cerca de dos y medio meses, pero nuevamente comenzaron a subir.
Y es que no obstante los augurios de un freno significativo en la
economía estadunidense en general internacional, el alza invernal
del consumo es inminente y, con ella, la recuperación, al menos
temporal, de los precios. Los relativamente altos inventarios no
frenan el ascenso. En todo caso lo atenúan un poco.
Ahora bien, ¿de qué magnitud puede ser este ascenso estacional y
cuáles son sus efectos para el precio de 2007? Hay bastante consenso
al respecto. En el ambiente estadunidense se indica una elevación no
inferior a cinco o seis dólares mensuales para este invierno (con
referencia al mes de enero de 2007), en relación al precio de octubre,
por cierto, el más bajo del año: 59 dólares por barril para el
marcador West Texas Intermediate (WTI). Pero esta elevación se
compensaría con bajas estacionales en 2007, que llevarían el promedio
a dos o tres dólares los 66 por barril de 2006: cerca de 64 para el
mismo WTI (no menos de 50 dólares para nuestra mezcla que en 2006
promediará entre 53 y 54 dólares por barril).
Más particularmente, para la oficina gubernamental de energía de
nuestros vecinos, el crecimiento será más modesto en el invierno y la
disminución el año entrante no mayor a un dólar por barril.
La Agencia Internacional de Energía expresión fundamental de los
grandes consumidores de Europa también estima un crecimiento del
precio de entre dos y tres dólares para el invierno próximo. Y una
leve disminución para el año entrante, no superior a dos dólares. Y es
que no obstante la inminente desaceleración de la economía de nuestros
vecinos (que, también evidentemente, no permite hacer cuentas alegres
de nuestro crecimiento económico para 2007), el crecimiento mundial de
la demanda de crudo será superior al de 2006, aunque todavía lejos del
excepcional aumento de un consumo mundial del año 2004. Ese año la
demanda creció casi dos y medio millones de barriles al día, de los
cuales, por cierto, solamente China concentró la tercera parte. Este
año fue clave en la elevación sostenida de precios que continuó hasta
el pasado julio.
En 2005, la demanda creció millón y medio de barriles, con un descenso
ligero, pero sólo ligero, de la participación de China. En 2006 apenas
poco más de un millón, nuevamente con China como motor de este
aumento. Y para 2007 se estima en un millón y medio de barriles al día
el incremento absoluto de un consumo mundial de crudo que podría
alcanzar un promedio próximo a los 87 millones de barriles diarios.
Ahora bien, a pesar de que los incrementos anuales son más modestos
que en años anteriores al menos por el momento, se enfrentan a un
problema ya crónico: la decreciente capacidad excedentaria de
producción. Entre 1991 y 1997, esta capacidad excedentaria promedió
los dos y medio millones de barriles al día, siempre en relación al
consumo promedio de ese periodo. Entre 1998 y 2002, se elevó a cerca
de cuatro millones de barriles diarios, entre otras cosas por la
retracción de la demanda experimentada por el decaimiento económico de
Estados Unidos, de Europa y de Japón. La reactivación económica de
2003 en adelante nuevamente hizo descender esta capacidad
excedentaria. Por eso, el promedio 2003-2006 será de apenas poco más
de un millón de barriles al año. En buen romance esto significa que en
los próximos años especialmente en los inviernos habrá más, mucho
más presión de la demanda. Y, consecuentemente, de precios.
Y esto en tanto se despliegan los resultados de las inversiones en
reposición de reservas y en ampliación de la producción que
incuestionablemente se han incrementado desde 1999 por la elevación
de las cotizaciones internacionales del crudo, aunque no en los ritmos
y niveles que la demanda supondría.
Esta es la amenaza principal del mundo petrolero: la lenta ampliación
de la capacidad de producción. Es, asimismo y en consecuencia, la
amenaza principal para nuestra industria petrolera, incapaz como
ninguna de resarcir al ritmo y nivel adecuados sus reservas, por un
lado, y su capacidad de producción por el otro.
Es indudable que el entorno petrolero es relativamente alentador para
los productores que concurran al mercado mundial ya no sólo con
menores costos, sino con capacidad creciente de producción. Nosotros
ya estamos en el grupo de productores con costos crecientes y
capacidad decreciente. Y no hemos hecho nada en serio realmente en
serio para contravenir esta tendencia. La elevación de nuestros
costos de extracción de crudo, la saturación de nuestro nivel
productivo y la retracción de nuestras reservas debieran ponernos en
alerta máxima en este terreno. Alerta máxima en serio.
Las aves de rapiña de una renta petrolera mexicana muy abundante
aunque, sin duda, cada vez menor, siguen rondando los pasillos
burocráticos. Pretenden ubicarse en lugares clave para utilizar
nuestro decaimiento en su sólo provecho. Y amenazan con controlar una
deteriorada industria petrolera nacional que pese a todo y merced a
nuestro por siempre y para siempre amado mar de Campeche este año
entregará al Fisco no menos de 50 mil millones de dólares por Derechos
de Extracción de Hidrocarburos, renta petrolera pura. Con ello se
acumulará un monto sexenal cercano a los 200 mil millones de dólares
de 2006, que poco casi nada ayudó a modificar nuestros vicios y
debilidades seculares. Sí, casi nada. ¿Qué sigue? Resistir, proponer y
desarrollar alternativas virtuosas. No hay de otra. Sin duda
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