Una vez más, entre las incontables veces que salieron los espectros, los invisibles. A los que por todos los medios posibles se intenta marginar, apartar de la sociedad establecida con todos los males que erróneamente son considerados inherentes. A quienes se les ponen palabras en la boca y no se les permite responder. Una vez más salieron vistiendo camisetas con consignas, sosteniendo cartulinas con dibujos, ondeando banderas. La marea multicolor que camina y grita, con conciencia histórica.
Y el coordinador de las tropas de paz les habla de amor. Del amor, que debe ser el valor fundamental para sostener la lucha y resistir el odio y la polarización. El amor de una madre que camina para asegurar la educación de sus nietos. El amor del hombre que, con el recuerdo fresco de las vejaciones que ha sufrido la patria, se aferra a lo último, que podría ser irreversible, para darle un respiro a sus congéneres. El amor por eso que para muchos se ha convertido en un motor de vida porque niegan el destino manifiesto y buscan construir donde sólo quedan pedazos. Amar donde se erige el odio como disolvente de los lazos que unen a una sociedad.
¿Cuánto se habla todos los días del amor? Pues esta vez, no se habló del amor malentendido entre personas buscando obtener un beneficio de la convivencia, ni del amor que después de unos años se torna en rencor. No es ese amor plástico que se expresa como si se tratara de un bien adquirido en una transacción económica. Esta vez se habló del amor que se extiende en una sociedad unida por triunfos y derrotas comunes, del amor que nos han robado haciéndonos creer que estamos solos y buscamos molinos de viento. Esta vez, la lucha también es interna, para que las agresiones externas no nos insensibilicen ni nos cansen, ni nos aparten del eje que es, precisamente, el amor al prójimo.
Todos los días alguien es encarcelado injustamente, una mujer es golpeada, se corrompe al hombre honesto, y a un niño se le priva de su derecho a la educación. Y al hombre común se le dice que todo esto no importa mientras él viva cómodamente. Por eso es particularmente importante que el líder del movimiento social nacional hable de amor. Porque mientras la lucha de los adversarios tiene como motor un pragmatismo avaricioso que hace invisible al desahuciado, el movimiento social tiene como motor el amor por cada hombre y mujer; pobre, clasemediero, obrero, campesino, artista, profesionista. Evitar que se lleven el último bastión de la sociedad como la concebimos, para dejar abierta la posibilidad de recuperar lo que nos ha sido arrebatado, para dejar abierto ese hueco que impide que el hermetismo nos consuma de una vez por todas. Para no tener qué aprender después a amar, un grillete que nos dejará irremediablemente inválidos.
Entonces se nos invita a coser lo que está roto, destrozando masivamente en el camino, los paradigmas antinaturales que con odio y fuego nos han grabado en la piel. ¿Y qué mejor arma para combatir el odio, que el amor?
Y el coordinador de las tropas de paz les habla de amor. Del amor, que debe ser el valor fundamental para sostener la lucha y resistir el odio y la polarización. El amor de una madre que camina para asegurar la educación de sus nietos. El amor del hombre que, con el recuerdo fresco de las vejaciones que ha sufrido la patria, se aferra a lo último, que podría ser irreversible, para darle un respiro a sus congéneres. El amor por eso que para muchos se ha convertido en un motor de vida porque niegan el destino manifiesto y buscan construir donde sólo quedan pedazos. Amar donde se erige el odio como disolvente de los lazos que unen a una sociedad.
¿Cuánto se habla todos los días del amor? Pues esta vez, no se habló del amor malentendido entre personas buscando obtener un beneficio de la convivencia, ni del amor que después de unos años se torna en rencor. No es ese amor plástico que se expresa como si se tratara de un bien adquirido en una transacción económica. Esta vez se habló del amor que se extiende en una sociedad unida por triunfos y derrotas comunes, del amor que nos han robado haciéndonos creer que estamos solos y buscamos molinos de viento. Esta vez, la lucha también es interna, para que las agresiones externas no nos insensibilicen ni nos cansen, ni nos aparten del eje que es, precisamente, el amor al prójimo.
Todos los días alguien es encarcelado injustamente, una mujer es golpeada, se corrompe al hombre honesto, y a un niño se le priva de su derecho a la educación. Y al hombre común se le dice que todo esto no importa mientras él viva cómodamente. Por eso es particularmente importante que el líder del movimiento social nacional hable de amor. Porque mientras la lucha de los adversarios tiene como motor un pragmatismo avaricioso que hace invisible al desahuciado, el movimiento social tiene como motor el amor por cada hombre y mujer; pobre, clasemediero, obrero, campesino, artista, profesionista. Evitar que se lleven el último bastión de la sociedad como la concebimos, para dejar abierta la posibilidad de recuperar lo que nos ha sido arrebatado, para dejar abierto ese hueco que impide que el hermetismo nos consuma de una vez por todas. Para no tener qué aprender después a amar, un grillete que nos dejará irremediablemente inválidos.
Entonces se nos invita a coser lo que está roto, destrozando masivamente en el camino, los paradigmas antinaturales que con odio y fuego nos han grabado en la piel. ¿Y qué mejor arma para combatir el odio, que el amor?
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