staba leyendo El arte de tener siempre la razón y otros ensayos de Arthur Shopenhauer en un ejercicio de humildad que me recetó el doctor que no me quiere devolver mi rebeldía, cuando caí en cuenta de que entre El Peje y Mel Gibson hay algo. Sobre todo una competencia por la mayor acumulación de culpas del momento. Por ejemplo Mad Max, luego de su arresto por conducir en estado de ebriedad en Los Ángeles donde repartió algunos improperios entre la comunidad judía —un deporte muy común desde que a los de la estrella de David les dio por bombardear Líbano—, los hijos de Israel casi casi lo acusan de pertenecer al Hezbolá. Ni aguantan nada. Están como los que le mientan la madre a AMLO e incluso lo quieren culpar hasta por lo de la tromba que azotó a la Ciudad de México, como si el tabasqueño, con tal de presionar todavía más al TEPJF, se hubiera puesto a bailar la danza de la lluvia para que Tláloc desatara su furia a favor del voto por voto.
Mi teoría sobre el origen de tamaño chaparrón es profundamente futbolística. Mientras escuchaba desde la intimidad de mi despacho aquella tormenta y pensaba “Allá afuera debe haber gente que la está pasando mal”, supe que unos brasileños golearon a las Chivas. Así que pensé que fue tal el dolor por la derrota del Rebaño Sagrado, que el cielo lloró desconsolado como mujer lo que como hombres los rayados no supieron defender.
Sigo leyendo a Shopenhauer: “Los falsos juicios son frecuentes, pero los falsos silogismos son extremadamente raros”, y no sé por qué me acordé de Jelipillo quien, contra su naturaleza, apoyó por vez primera a los intelectuales, claro, a los que defendieron al IFE envueltos en el lábaro patrio. Es interesante que para esos distinguidos héroes del eje Condesa-Coyoacán-Cultisur México, sin el IFE, sea, como diría Gloria Trevi, una papa sin catsup.
Digo, como si no tuviéramos instituciones suficientemente sólidas como el América, el IPAB, Vamos México, Bailando por la boda de tus sueños y los medios escritos y electrónicos que gritan ¡crispación! a la menor provocación. Además, tenemos a Chuy el de la tienda, doña Chole la de las quesadillas, don Ray el carnicero, ¿de qué se preocupan?
Cantando bajo la lluvia al ritmo shopenhaueriano de su himno a la dialéctica, pienso que el problema de los neuras políticos no es ideológico sino de bipolaridad
Mi teoría sobre el origen de tamaño chaparrón es profundamente futbolística. Mientras escuchaba desde la intimidad de mi despacho aquella tormenta y pensaba “Allá afuera debe haber gente que la está pasando mal”, supe que unos brasileños golearon a las Chivas. Así que pensé que fue tal el dolor por la derrota del Rebaño Sagrado, que el cielo lloró desconsolado como mujer lo que como hombres los rayados no supieron defender.
Sigo leyendo a Shopenhauer: “Los falsos juicios son frecuentes, pero los falsos silogismos son extremadamente raros”, y no sé por qué me acordé de Jelipillo quien, contra su naturaleza, apoyó por vez primera a los intelectuales, claro, a los que defendieron al IFE envueltos en el lábaro patrio. Es interesante que para esos distinguidos héroes del eje Condesa-Coyoacán-Cultisur México, sin el IFE, sea, como diría Gloria Trevi, una papa sin catsup.
Digo, como si no tuviéramos instituciones suficientemente sólidas como el América, el IPAB, Vamos México, Bailando por la boda de tus sueños y los medios escritos y electrónicos que gritan ¡crispación! a la menor provocación. Además, tenemos a Chuy el de la tienda, doña Chole la de las quesadillas, don Ray el carnicero, ¿de qué se preocupan?
Cantando bajo la lluvia al ritmo shopenhaueriano de su himno a la dialéctica, pienso que el problema de los neuras políticos no es ideológico sino de bipolaridad
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