Autor: josé gil olmos/apro Fecha: 27-Jul-2006
México, D.F., 26 de julio (apro).- Violencia llama violencia, y ésta se acentúa cuando se promueve desde el poder o desde los sectores más poderosos como los empresarios, los medios, la iglesia y los partidos políticos.
Como durante la campaña, cuatro actores nuevamente han aparecido en el conflicto poselectoral para motivar el miedo en la sociedad de que si el Tribunal Electoral no le da el triunfo a Felipe Calderón habrá inestabilidad social y económica en el país.
La Presidencia de la República, organizaciones civiles de ultraderecha, los empresarios y algunos medios lideran la campaña que está centrada nuevamente en señalar al PRD y a Andrés Manuel López Obrador como los responsables directos de que una eventual violencia.
Estos cuatro actores están tomando el papel de voceros de Calderón, defendiendo su victoria y denostando cualquier posibilidad de anulación. Es más, bajo el lema de “respeto a la ley” –olvidan que ellos violaron la ley electoral al hacer campaña por Calderón– sostienen que no es posible el recuento de votos ni la anulación de la elección, con la consabida llegada de un presidente interino.
Con expresiones como la de Rubén Aguilar, vocero de la Presidencia, se conculca nuevamente la ley al considerar como “absurda” la posibilidad de una presidencia interina, puesto que en el artículo 85 de la Constitución se prevé el escenario para la llegada de un presidente interino, nombrado por el Congreso en caso de que no haya presidente electo al momento de que el nuevo periodo legislativo inicie sus actividades.
Cual jinetes del Apocalipsis, estos cuatro protagonistas sociales vienen propalando el fin de la democracia si el Tribunal Electoral falla en contra de Calderón; en los hechos están manejando escenarios tremendistas de ingobernabilidad.
¿Qué más violencia puede haber que estas amenazas difundidas en radio y televisión todo el día, en una propaganda goebbelsiana que nos machaca todo el tiempo una mentira hasta convertirla en verdad mediática?
Los cuatro amigos de Calderón acusan de “revoltosos” a los ciudadanos que han demandado pacíficamente en las calles el recuento de voto por voto, casilla por casilla, demanda cuyo fondo apunta a que se limpie la elección presidencial del 2 de julio para que el próximo mandatario se legitime y pueda gobernar con amplios espacios de negociación.
Y en esta descalificación está inmanente la proclama de la violencia.
Es una violencia que tarda en expresarse, que se va incubando y sale a la superficie en cualquier momento, en cualquier circunstancia: la marcha del próximo domingo, por ejemplo, sería el instante más propicio para que grupos ultrarradicales o provocadores profesionales hicieran de las suyas.
La actuación del IFE durante y después de los comicios no ha ayudado en nada a tranquilizar los ánimos sociales. Al contrario, al salir en televisión con spots a defender el resultado a favor de Felipe Calderón sólo ha acendrado la animadversión que hay en un sector de la sociedad que ve a dicho instituto como un fracaso por la serie de yerros en la organización del proceso electoral.
Tampoco la Presidencia de la República ha desempeñado un papel imparcial o neutro en este conflicto político que puede convertirse en social. Los llamados de Vicente Fox “a defender las instituciones” y las expresiones del vocero Rubén Aguilar de llamar “absurdo” lo que en la Constitución se prevé como es el nombramiento de un presidente interino en caso de que al inicio de la nueva legislatura no haya presidente electo, sólo le echa más leña al fuego, pues corroboran la idea generalizada de que desde Los Pinos se organizó la campaña de Felipe Calderón.
En tanto que la campaña televisiva de empresarios y organizaciones civiles de derecha exigiendo que ya no haya manifestaciones públicas ni políticas para el recuento de votos, solamente están conduciendo a la radicalización de los grupos de simpatizantes de Calderón que ya empiezan a manifestarse con violencia por distintas vías en contra de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador. Los casos más claros son las recientes amenazas que han recibido Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis.
Pero si estos cuatro actores han creado condiciones para que se exprese la violencia, otros más han hecho declaraciones igualmente peligrosas.
La maestra Elba Esther Gordillo, pasándose por el arco del triunfo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, llamó a Felipe Calderón “Presidente Electo”. No obstante que luego dijo que había sido un “error”, la expresión de la dirigente del SNTE fue lanzada con toda intención, fue un mensaje a los magistrados de que para ella ya estaba decidido y el panista será el próximo presidente.
En tanto que la declaración de López Obrador a la cadena de televisión estadunidense de que es ya es el Presidente de México “por voluntad de la mayoría”, seguramente radicalizará más a sus seguidores, lo cual abona las posibilidades de expresiones violentas en las próximas “asambleas informativas”.
El ambiente social se viene crispando y paradójicamente los mismos que llaman a la paz, al orden y a la armonía son los primeros en sentar las bases para un estallido social. Se olvidan que la violencia oficial es, antes que todo, el precursor de toda inconformidad socia
México, D.F., 26 de julio (apro).- Violencia llama violencia, y ésta se acentúa cuando se promueve desde el poder o desde los sectores más poderosos como los empresarios, los medios, la iglesia y los partidos políticos.
Como durante la campaña, cuatro actores nuevamente han aparecido en el conflicto poselectoral para motivar el miedo en la sociedad de que si el Tribunal Electoral no le da el triunfo a Felipe Calderón habrá inestabilidad social y económica en el país.
La Presidencia de la República, organizaciones civiles de ultraderecha, los empresarios y algunos medios lideran la campaña que está centrada nuevamente en señalar al PRD y a Andrés Manuel López Obrador como los responsables directos de que una eventual violencia.
Estos cuatro actores están tomando el papel de voceros de Calderón, defendiendo su victoria y denostando cualquier posibilidad de anulación. Es más, bajo el lema de “respeto a la ley” –olvidan que ellos violaron la ley electoral al hacer campaña por Calderón– sostienen que no es posible el recuento de votos ni la anulación de la elección, con la consabida llegada de un presidente interino.
Con expresiones como la de Rubén Aguilar, vocero de la Presidencia, se conculca nuevamente la ley al considerar como “absurda” la posibilidad de una presidencia interina, puesto que en el artículo 85 de la Constitución se prevé el escenario para la llegada de un presidente interino, nombrado por el Congreso en caso de que no haya presidente electo al momento de que el nuevo periodo legislativo inicie sus actividades.
Cual jinetes del Apocalipsis, estos cuatro protagonistas sociales vienen propalando el fin de la democracia si el Tribunal Electoral falla en contra de Calderón; en los hechos están manejando escenarios tremendistas de ingobernabilidad.
¿Qué más violencia puede haber que estas amenazas difundidas en radio y televisión todo el día, en una propaganda goebbelsiana que nos machaca todo el tiempo una mentira hasta convertirla en verdad mediática?
Los cuatro amigos de Calderón acusan de “revoltosos” a los ciudadanos que han demandado pacíficamente en las calles el recuento de voto por voto, casilla por casilla, demanda cuyo fondo apunta a que se limpie la elección presidencial del 2 de julio para que el próximo mandatario se legitime y pueda gobernar con amplios espacios de negociación.
Y en esta descalificación está inmanente la proclama de la violencia.
Es una violencia que tarda en expresarse, que se va incubando y sale a la superficie en cualquier momento, en cualquier circunstancia: la marcha del próximo domingo, por ejemplo, sería el instante más propicio para que grupos ultrarradicales o provocadores profesionales hicieran de las suyas.
La actuación del IFE durante y después de los comicios no ha ayudado en nada a tranquilizar los ánimos sociales. Al contrario, al salir en televisión con spots a defender el resultado a favor de Felipe Calderón sólo ha acendrado la animadversión que hay en un sector de la sociedad que ve a dicho instituto como un fracaso por la serie de yerros en la organización del proceso electoral.
Tampoco la Presidencia de la República ha desempeñado un papel imparcial o neutro en este conflicto político que puede convertirse en social. Los llamados de Vicente Fox “a defender las instituciones” y las expresiones del vocero Rubén Aguilar de llamar “absurdo” lo que en la Constitución se prevé como es el nombramiento de un presidente interino en caso de que al inicio de la nueva legislatura no haya presidente electo, sólo le echa más leña al fuego, pues corroboran la idea generalizada de que desde Los Pinos se organizó la campaña de Felipe Calderón.
En tanto que la campaña televisiva de empresarios y organizaciones civiles de derecha exigiendo que ya no haya manifestaciones públicas ni políticas para el recuento de votos, solamente están conduciendo a la radicalización de los grupos de simpatizantes de Calderón que ya empiezan a manifestarse con violencia por distintas vías en contra de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador. Los casos más claros son las recientes amenazas que han recibido Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis.
Pero si estos cuatro actores han creado condiciones para que se exprese la violencia, otros más han hecho declaraciones igualmente peligrosas.
La maestra Elba Esther Gordillo, pasándose por el arco del triunfo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, llamó a Felipe Calderón “Presidente Electo”. No obstante que luego dijo que había sido un “error”, la expresión de la dirigente del SNTE fue lanzada con toda intención, fue un mensaje a los magistrados de que para ella ya estaba decidido y el panista será el próximo presidente.
En tanto que la declaración de López Obrador a la cadena de televisión estadunidense de que es ya es el Presidente de México “por voluntad de la mayoría”, seguramente radicalizará más a sus seguidores, lo cual abona las posibilidades de expresiones violentas en las próximas “asambleas informativas”.
El ambiente social se viene crispando y paradójicamente los mismos que llaman a la paz, al orden y a la armonía son los primeros en sentar las bases para un estallido social. Se olvidan que la violencia oficial es, antes que todo, el precursor de toda inconformidad socia
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