En dicho desplegado, el grupo de intelectuales afirma no haber encontrado evidencia sólida de un fraude maquinado a favor o en contra de algún candidato. No sabemos cuál haya sido su análisis, o si en lugar de análisis lo que prevaleció en su razonamiento es la idea de que en tanto son ciudadanos los que cuentan los votos, pudo haber irregularidades y errores, pero no un fraude.
En efecto, la ciudadanización de los órganos electorales y de los funcionarios de casilla durante la jornada electoral ha sido una conquista democrática que muchos sacrificios costó a la sociedad (por ejemplo, al PRD alrededor de 600 muertos), y que debemos cuidar. Pero precisamente por ello, hay que mantenerla bajo rigurosa observancia.
Pareciera que las certezas preconcebidas de los intelectuales firmantes no les permiten analizar lo que sucedió en casillas sin representantes de la coalición Por el Bien de Todos; tampoco lo que sucedió en los casos de sustitución de funcionarios que no se presentaron; o la manera en que actuaron los grupos comandados por Elba Esther Gordillo. Seguramente es más cómodo pensar que ninguna triquiñuela existió, y que la construcción de la democracia electoral en nuestro país es tarea terminada.
Ahora, supongamos sin conceder que no hubo fraude, y que sólo existieron errores e irregularidades como ellos afirman. ¿Cuántos y de qué tamaño fueron como para incidir o no en el resultado final de una contienda tan reñida? Esta circunstancia bastaría para reclamar la apertura de todas las casillas y el recuento de voto por voto, precisamente para fortalecer las instituciones que tanto nos ha costado construir.
Pero nuestros intelectuales predescartesianos piensan que es la duda la que lesiona a las instituciones, y no al contrario. ¡Qué intelectuales tan raros que anteponen la fe a la razón!
En efecto, el país ya no es el de 1988, pero las reacciones de algunos intelectuales son semejantes a las de aquel entonces, cuando pedían, antes que limpiar la elección, el acuerdo político civilizado para dejar atrás el encono. Posición por cierto muy semejante a la del PAN de Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos: "¿Para qué insistir en que Salinas hizo fraude?, mejor dejémoslo gobernar; si no se legitimó con votos, ya se legitimará con acciones de gobierno". Tampoco es casual que hoy Felipe Calderón se sume al pronunciamiento de esos 131 intelectuales.
De no haber sido por los millones de necios que en aquel entonces insistieron (insistimos) en que hubo fraude, y en que era necesario arrancar de manos del gobierno la organización de los procesos electorales, en este momento esos intelectuales no tendrían un IFE tan cercano a sus aprecios.
Pero claro, progresistas como son, afirman que "el espectacular crecimiento de la izquierda en estas elecciones confirma que es a través del sufragio como las distintas fuerzas políticas pueden expandir su influencia en la agenda nacional". ¿Así que la izquierda tiene el derecho sólo a expandir su influencia, pero no a acceder al poder? ¿No será que su fe en las instituciones no es más que el velo a su temor de que no llegue a la Presidencia el candidato de la derecha?
1 comentario:
Hasta la Garavito tiene más nivel que esos pseudointelectuales. O, por lo menos, mejor comprensión de su entorno.
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