México, D.F., 31 de julio (apro).- En la última intervención pública de Manuel Gómez Morín, fundador del Partido Acción Nacional (PAN), publicada en el diario Excélsior, el 9 de enero de 1970, expresó una idea tan vigente como entonces:
“México necesita una revolución real, estructurada, que no sea solamente el cambio de grupos personales. No hablo de lucha armada, porque no creo en ella… En el fondo de todo, lo imprescindible es un cambio de actitud, un paso hacia la autenticidad, hacia la sinceridad. Esto implica una profunda cuestión de orden moral, perdida de vista en medio de una larga, muy larga simulación.”
Al final de su vida, que ocurrió dos años después --el 19 de abril de 1972, a los 75 años de edad--, Gómez Morín tenía la misma idea de cambio que cuando impulsó la fundación del PAN, en 1939, que se propuso ir al fondo en las reformas.
“Un simple cambio de personas de nada serviría, aun podría hacer más grave la situación si no está acompañado por ese resuelto propósito de revisión total”, decía en ese año y, anteponiendo los logros electorales, definía las bases para la acción: “Nunca transigir en principios, no aliarnos con quienes pretendan defraudar la opinión pública (y) no estar por supuesto con quienes salgan de esa cloaca que es el P.R.M.”
Se refería, obviamente, al Partido de la Revolución Mexicana, nombrado tal cual por Lázaro Cárdenas, y antecedente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a cuya oposición nació el PAN y cuya herencia, se supone, recoge ese ideario que, de alguna manera, todavía conserva en el papel.
Los escasos panistas que tienen memoria o que todavía suelen leer los documentos básicos del PAN, ya no digamos los fundacionales, se encogen de hombros por lo que están presenciando en este turbulento momento de la vida del país, cuando no existe certeza, al margen de intereses, del ganador de la elección presidencial.
Su ánimo no es por los bloqueos que, desde ayer domingo 30, instrumentan seguidores de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo y en el emblemático Paseo de la Reforma, y que, de suyo fastidiosos, tienen el mismo sentido de la lucha que emprendieron los ciudadanos de Chihuahua, en 1986, como lo describe Luis H. Álvarez en su libro Medio siglo, andanzas de un político a favor de la democracia.
No, la zozobra de panistas auténticamente preocupados por el país tiene que ver con lo que ocurre en su propio partido: Además de la desconcertante conducta del “jefe nacional” del PAN, Manuel Espino --quien ha tomado unas largas vacaciones en Europa--, ya causa alarma que Felipe Calderón se abrace y se bese con personajes de “esa cloaca” a la que se refería Gómez Morín.
Víctor Flores Morales y Elba Esther Gordillo, un par de rufianes que lucran con las cuotas de los sindicatos que han controlado mediante la violencia, son los apoyos democráticos del candidato presidencial y presunto heredero del ideario fundacional del PAN, que se acoge, además, a las mismas fórmulas autoritarias que dan continuidad a esa “larga, muy larga simulación” de la que hablaba Gómez Morín antes de su muerte.
No extraña que López Obrador sea acompañado por expriistas como él, al fin y al cabo la imputación de panistas y filopanistas tiene esta lógica, pero que Calderón se acoja a la escoria que repugnaba Gómez Morín sólo se entiende en la idea de consagrarse a pactos que nada tienen que ver con la “revolución real” de la que éste hablaba, una “profunda cuestión de orden moral”.
Los panistas con memoria lo saben: Sólo por poner un ejemplo, Elba Esther Gordillo instrumentó, precisamente en la Chihuahua de 1986, acciones fraudulentas a través de las “Brigadas de promoción del voto”, en su calidad de presidenta de la Comisión Nacional de Vigilancia del sindicato magisterial, entonces encabezado por Carlos Jonguitud Barrios, y secretaria de Organización del PRI.
De la “cloaca” del PRI salieron, además, de Gordillo y Víctor Flores, otros personajes clave en el entorno íntimo de Calderón: Florencio Salazar Adame e Israel Soberanis Nogueda, guerrerenses ambos y hábiles para maniobras de alteración de resultados electorales. No queda al margen el ejército de expriistas en todos los estados, incorporados a la tan priista “cargada”, como el secretario general de la salinista Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), José Luis González Aguilera.
Los panistas tienen elementos para estar preocupados, también porque el partido de la legalidad --el PAN-- acepta sin chistar que sus nuevos prosélitos proclamen “presidente electo” a Calderón, pese a que es facultar exclusiva del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) previo desahogo de los juicios de revisión constitucional.
Los panistas que saben su origen --no los ultraderechistas de El Yunque, que siguen calificando de ¡judío y masón! a Gómez Morín, ni los magnates que han mudado su filiación para proteger sus parcelas de poder-- están alarmados, porque el hombre, su candidato, va ante los magistrados a explicar las razones de su triunfo, pero también para imitar a su patrocinadora, a exigir que lo declare “presidente electo” sin más miramientos.
Apuntes
Cierto, las tentaciones del poder cancelan el propósito de la “revisión total” de México que proponía Gómez Morín y se perfila la imposición de un “simple cambio de personas”. La mecánica es sencilla: Un candidato más o menos conocido, con un discurso políticamente correcto y el dinero de los poderes fácticos lubricando a las mafias que controlan todas las estructuras para operar procesos impolutos en la forma. Y ya. Ahí está el nuevo gerente de la República de la “larga, muy larga simulación”.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y www.proceso.com.mx
“México necesita una revolución real, estructurada, que no sea solamente el cambio de grupos personales. No hablo de lucha armada, porque no creo en ella… En el fondo de todo, lo imprescindible es un cambio de actitud, un paso hacia la autenticidad, hacia la sinceridad. Esto implica una profunda cuestión de orden moral, perdida de vista en medio de una larga, muy larga simulación.”
Al final de su vida, que ocurrió dos años después --el 19 de abril de 1972, a los 75 años de edad--, Gómez Morín tenía la misma idea de cambio que cuando impulsó la fundación del PAN, en 1939, que se propuso ir al fondo en las reformas.
“Un simple cambio de personas de nada serviría, aun podría hacer más grave la situación si no está acompañado por ese resuelto propósito de revisión total”, decía en ese año y, anteponiendo los logros electorales, definía las bases para la acción: “Nunca transigir en principios, no aliarnos con quienes pretendan defraudar la opinión pública (y) no estar por supuesto con quienes salgan de esa cloaca que es el P.R.M.”
Se refería, obviamente, al Partido de la Revolución Mexicana, nombrado tal cual por Lázaro Cárdenas, y antecedente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a cuya oposición nació el PAN y cuya herencia, se supone, recoge ese ideario que, de alguna manera, todavía conserva en el papel.
Los escasos panistas que tienen memoria o que todavía suelen leer los documentos básicos del PAN, ya no digamos los fundacionales, se encogen de hombros por lo que están presenciando en este turbulento momento de la vida del país, cuando no existe certeza, al margen de intereses, del ganador de la elección presidencial.
Su ánimo no es por los bloqueos que, desde ayer domingo 30, instrumentan seguidores de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo y en el emblemático Paseo de la Reforma, y que, de suyo fastidiosos, tienen el mismo sentido de la lucha que emprendieron los ciudadanos de Chihuahua, en 1986, como lo describe Luis H. Álvarez en su libro Medio siglo, andanzas de un político a favor de la democracia.
No, la zozobra de panistas auténticamente preocupados por el país tiene que ver con lo que ocurre en su propio partido: Además de la desconcertante conducta del “jefe nacional” del PAN, Manuel Espino --quien ha tomado unas largas vacaciones en Europa--, ya causa alarma que Felipe Calderón se abrace y se bese con personajes de “esa cloaca” a la que se refería Gómez Morín.
Víctor Flores Morales y Elba Esther Gordillo, un par de rufianes que lucran con las cuotas de los sindicatos que han controlado mediante la violencia, son los apoyos democráticos del candidato presidencial y presunto heredero del ideario fundacional del PAN, que se acoge, además, a las mismas fórmulas autoritarias que dan continuidad a esa “larga, muy larga simulación” de la que hablaba Gómez Morín antes de su muerte.
No extraña que López Obrador sea acompañado por expriistas como él, al fin y al cabo la imputación de panistas y filopanistas tiene esta lógica, pero que Calderón se acoja a la escoria que repugnaba Gómez Morín sólo se entiende en la idea de consagrarse a pactos que nada tienen que ver con la “revolución real” de la que éste hablaba, una “profunda cuestión de orden moral”.
Los panistas con memoria lo saben: Sólo por poner un ejemplo, Elba Esther Gordillo instrumentó, precisamente en la Chihuahua de 1986, acciones fraudulentas a través de las “Brigadas de promoción del voto”, en su calidad de presidenta de la Comisión Nacional de Vigilancia del sindicato magisterial, entonces encabezado por Carlos Jonguitud Barrios, y secretaria de Organización del PRI.
De la “cloaca” del PRI salieron, además, de Gordillo y Víctor Flores, otros personajes clave en el entorno íntimo de Calderón: Florencio Salazar Adame e Israel Soberanis Nogueda, guerrerenses ambos y hábiles para maniobras de alteración de resultados electorales. No queda al margen el ejército de expriistas en todos los estados, incorporados a la tan priista “cargada”, como el secretario general de la salinista Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), José Luis González Aguilera.
Los panistas tienen elementos para estar preocupados, también porque el partido de la legalidad --el PAN-- acepta sin chistar que sus nuevos prosélitos proclamen “presidente electo” a Calderón, pese a que es facultar exclusiva del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) previo desahogo de los juicios de revisión constitucional.
Los panistas que saben su origen --no los ultraderechistas de El Yunque, que siguen calificando de ¡judío y masón! a Gómez Morín, ni los magnates que han mudado su filiación para proteger sus parcelas de poder-- están alarmados, porque el hombre, su candidato, va ante los magistrados a explicar las razones de su triunfo, pero también para imitar a su patrocinadora, a exigir que lo declare “presidente electo” sin más miramientos.
Apuntes
Cierto, las tentaciones del poder cancelan el propósito de la “revisión total” de México que proponía Gómez Morín y se perfila la imposición de un “simple cambio de personas”. La mecánica es sencilla: Un candidato más o menos conocido, con un discurso políticamente correcto y el dinero de los poderes fácticos lubricando a las mafias que controlan todas las estructuras para operar procesos impolutos en la forma. Y ya. Ahí está el nuevo gerente de la República de la “larga, muy larga simulación”.
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