La resistencia civil es respuesta a la resistencia senil al recuento electoral. ¿Qué es más agresivo: cerrar el tránsito de Paseo de la Reforma o bloquear la transición a la democracia plena? ¿Qué es más violento para una joven democracia: vivir en la desconfianza seis años o destinar seis días al recuento?
Hace dos años, Paseo de la Reforma estuvo cerrado en algunos tramos por remodelación. Un anuncio de la Secretaría de Obras del gobierno de la ciudad alertaba sobre el alcance de estos trabajos: “Disculpe las molestias que esta obra le ocasiona… Las molestias son temporales, pero los beneficios serán permanentes”.
Este es el aviso que procede colocar en las acciones de la resistencia civil pacífica que empezaron desde el pasado domingo con un campamento permanente en el zócalo y el bloqueo de algunas avenidas céntricas de la Ciudad de México. “Disculpe las molestias que la negativa a recontar los votos ocasiona… Las molestias son temporales, pero el beneficio para nuestra democracia será permanente”.
Paseo de la Reforma es hoy el paseo de la resistencia civil pacífica. En menos de un mes ha sido la vía para que más de un millón de personas se manifiesten con una sola demanda: voto por voto, casilla por casilla.
La demanda ha petrificado al IFE, a la Presidencia, al PAN, a las cámaras empresariales y al bloque de fuerzas políticas y económicas que apoyaron al candidato Felipe Calderón. “Los votos ya se contaron y se contaron bien”, es el clavo ardiente al que se aferran todos ellos.
Esa nueva prueba de nuestra democracia, el empate electoral, se aborda con argumentos y prácticas de la senilidad política, no de la civilidad democrática. “La ley no contempla el recuento”, pero tampoco lo prohíbe. “Un millón de ciudadanos ya contaron los votos”, pero hay 15 millones de ciudadanos que tienen duda del primer conteo. “El recuento no depende del candidato del PAN”, pero el acuerdo entre las partes allana la sentencia del juzgador. “El tribunal no debe aceptar chantajes ni presiones”, pero el candidato del PAN se apersona por la puerta de atrás del tribunal para exigir a los siete magistrados que califiquen ya, ya, hoy, hoy la elección “que ganamos… y punto”.
Le tienen pavor al recuento, como si las urnas fuesen nuestras cajas de Pandora de las cuales, una vez abiertas, escapen los peores fantasmas y conjuros para nuestro país. Ese es el tamaño de lo que ocultan. Se resisten políticamente al recuento y por eso hay resistencia civil. La resistencia se combate con su homólogo. Es un principio de la homeopatía. Y también es un principio de la teoría del caos. No hay nuevo orden permanente, sin un caos temporal.
El PAN y el IFE argumentan que allí donde se abrieron paquetes electorales durante el conteo distrital, Felipe Calderón amplió su ventaja. ¿Qué esperan entonces para solicitar la apertura no de una ni de 54 mil, sino de todas las 130 mil casillas? Así y no de otra forma actuaron Romano Prodi en Italia y Óscar Arias en Costa Rica cuando encabezaron elecciones cerradas en sus países y de inmediato solicitaron un recuento electoral, para ampliar su legitimidad. Prodi y Arias, en efecto, ampliaron su ventaja inicial con el recuento y hoy gobiernan sin sombra de duda.
En nuestro país, en cambio, el mundo gira al revés. El candidato oficialmente ganador se opone al recuento que validaría su triunfo, y el candidato oficialmente perdedor encabeza un movimiento a favor de un recuento que pondría punto final a su resistencia.
Es tal la negativa en el gobierno de Fox a abrir los paquetes que, si la disyuntiva para resolver el conflicto postelectoral se redujera al recuento, o a la anulación de la elección, preferirían lo segundo a lo primero. De ese tamaño es la resistencia incivil, la resistencia oficial a abrir las urnas electorales o los paquetes de Pandora.
Por supuesto, antes de llegar a ese extremo, el bloque de fuerzas políticas de derecha que hoy tiene secuestrada a la democracia mexicana tratará de imponer a Felipe Calderón a la “legalona”. Es decir, haciendo de la ley una lona para envolver, tapar y ocultar lo que realmente pasó el 2 de julio.
A la primera elección cerrada de nuestra historia, de la que podemos emerger como demócratas maduros, se le quiere dar un cerrojazo judicial, para dejarnos anclados una vez más en el trauma histórico del fraude electoral. Por eso vale la pena oponer la resistencia civil a la resistencia senil
Hace dos años, Paseo de la Reforma estuvo cerrado en algunos tramos por remodelación. Un anuncio de la Secretaría de Obras del gobierno de la ciudad alertaba sobre el alcance de estos trabajos: “Disculpe las molestias que esta obra le ocasiona… Las molestias son temporales, pero los beneficios serán permanentes”.
Este es el aviso que procede colocar en las acciones de la resistencia civil pacífica que empezaron desde el pasado domingo con un campamento permanente en el zócalo y el bloqueo de algunas avenidas céntricas de la Ciudad de México. “Disculpe las molestias que la negativa a recontar los votos ocasiona… Las molestias son temporales, pero el beneficio para nuestra democracia será permanente”.
Paseo de la Reforma es hoy el paseo de la resistencia civil pacífica. En menos de un mes ha sido la vía para que más de un millón de personas se manifiesten con una sola demanda: voto por voto, casilla por casilla.
La demanda ha petrificado al IFE, a la Presidencia, al PAN, a las cámaras empresariales y al bloque de fuerzas políticas y económicas que apoyaron al candidato Felipe Calderón. “Los votos ya se contaron y se contaron bien”, es el clavo ardiente al que se aferran todos ellos.
Esa nueva prueba de nuestra democracia, el empate electoral, se aborda con argumentos y prácticas de la senilidad política, no de la civilidad democrática. “La ley no contempla el recuento”, pero tampoco lo prohíbe. “Un millón de ciudadanos ya contaron los votos”, pero hay 15 millones de ciudadanos que tienen duda del primer conteo. “El recuento no depende del candidato del PAN”, pero el acuerdo entre las partes allana la sentencia del juzgador. “El tribunal no debe aceptar chantajes ni presiones”, pero el candidato del PAN se apersona por la puerta de atrás del tribunal para exigir a los siete magistrados que califiquen ya, ya, hoy, hoy la elección “que ganamos… y punto”.
Le tienen pavor al recuento, como si las urnas fuesen nuestras cajas de Pandora de las cuales, una vez abiertas, escapen los peores fantasmas y conjuros para nuestro país. Ese es el tamaño de lo que ocultan. Se resisten políticamente al recuento y por eso hay resistencia civil. La resistencia se combate con su homólogo. Es un principio de la homeopatía. Y también es un principio de la teoría del caos. No hay nuevo orden permanente, sin un caos temporal.
El PAN y el IFE argumentan que allí donde se abrieron paquetes electorales durante el conteo distrital, Felipe Calderón amplió su ventaja. ¿Qué esperan entonces para solicitar la apertura no de una ni de 54 mil, sino de todas las 130 mil casillas? Así y no de otra forma actuaron Romano Prodi en Italia y Óscar Arias en Costa Rica cuando encabezaron elecciones cerradas en sus países y de inmediato solicitaron un recuento electoral, para ampliar su legitimidad. Prodi y Arias, en efecto, ampliaron su ventaja inicial con el recuento y hoy gobiernan sin sombra de duda.
En nuestro país, en cambio, el mundo gira al revés. El candidato oficialmente ganador se opone al recuento que validaría su triunfo, y el candidato oficialmente perdedor encabeza un movimiento a favor de un recuento que pondría punto final a su resistencia.
Es tal la negativa en el gobierno de Fox a abrir los paquetes que, si la disyuntiva para resolver el conflicto postelectoral se redujera al recuento, o a la anulación de la elección, preferirían lo segundo a lo primero. De ese tamaño es la resistencia incivil, la resistencia oficial a abrir las urnas electorales o los paquetes de Pandora.
Por supuesto, antes de llegar a ese extremo, el bloque de fuerzas políticas de derecha que hoy tiene secuestrada a la democracia mexicana tratará de imponer a Felipe Calderón a la “legalona”. Es decir, haciendo de la ley una lona para envolver, tapar y ocultar lo que realmente pasó el 2 de julio.
A la primera elección cerrada de nuestra historia, de la que podemos emerger como demócratas maduros, se le quiere dar un cerrojazo judicial, para dejarnos anclados una vez más en el trauma histórico del fraude electoral. Por eso vale la pena oponer la resistencia civil a la resistencia senil
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