Más de 80 mil millones de dólares en remesas ha obtenido la economía mexicana a lo largo del "cambio", monto al que se agregarán alrededor de 12 mil millones en los últimos seis meses de 2006, ya concluido el gobierno foxista, el gran expulsor de mano de obra.
Tan sólo en 2005 las remesas sumaron poco más de 20 mil millones de dólares, y se espera que 2006 concluya con una captación cercana a 25 mil millones, cuyo impacto en la economía mexicana es innegable. Sin embargo, el de nuestro país no es fenómeno aislado. El año pasado alrededor de 54 mil millones de dólares ingresaron a las economías latinoamericanas y caribeñas, y se espera que en el presente ese monto supere los 60 mil millones, cantidades que superan la inversión extranjera directa y la ayuda externa para la región.
Aún así, el de las remesas sólo es uno de los elementos asociados a la migración. El Banco Interamericano de Desarrollo señala que familia por familia, trabajador por trabajador, los emigrantes están trazando un nuevo mapa de los mercados laborales mundiales. Más de 25 millones de emigrantes latinoamericanos y caribeños forman parte de una enorme y creciente diáspora mundial. De éstos, alrededor de 22 millones se encuentran en las economías desarrolladas de América del Norte, Europa y Japón, mientras que entre 3 y 5 millones trabajan en países limítrofes de América Latina y el Caribe. Por ejemplo, ahora existe una importante concentración de bolivianos en Argentina, nicaragüenses en Costa Rica, guatemaltecos en México, haitianos en la República Dominicana, colombianos en Venezuela y peruanos en Chile.
Si bien el aumento más rápido en el porcentaje de remesas a América Latina y el Caribe corresponde a Europa occidental (España, Italia y Portugal), Estados Unidos sigue siendo decididamente el principal destino para los latinoamericanos emigrantes. Al menos 12 millones de adultos de América Latina y el Caribe -más de 60 por ciento del total que vive en Estados Unidos- envían dinero a sus familiares con regularidad, generalmente una vez por mes (además, entre 2 y 3 millones lo hacen ocasionalmente). Este proceso permanente implica que ingresen a esta región cerca de 40 mil millones de dólares anuales por concepto de remesas provenientes de Estados Unidos.
Dentro de este último país, el mapa de trabajadores extranjeros también está cambiando. De hecho, anualmente se envían montos considerables desde 37 estados y Washington DC, lo que indica que la dispersión de esta fuerza laboral se extiende mucho más allá de los tradicionales estados fronterizos. Los inmigrantes que se hallan en los destinos más recientes para trabajadores latinoamericanos (Georgia, Carolina del Norte, Virginia, Colorado, Massachussets, Maryland, Nevada y Washington) tienden a mandar dinero a su país de origen con mayor frecuencia que los inmigrantes que viven en otras entidades.
En consecuencia, América Latina y el Caribe conforman el mercado de remesas de mayor volumen en el mundo, de las que aproximadamente el 40 por ciento se envían a México. De hecho, el hemisferio occidental en su totalidad funciona cada vez más como un mercado laboral integrado. Este desplazamiento de mano de obra a través de las fronteras constituye un mercado internacional en el que las personas se mueven racionalmente hacia los lugares donde hay empleo. Sin embargo, lo que motiva este proceso es una conexión fundamentalmente humana: los trabajadores emigran para mantener a miembros de su familia y asegurar su futuro en su país de origen. Los millones de decisiones de ir al extranjero y enviar dinero al país de origen obedecen tanto a la falta de oportunidades en sus naciones de origen, como a una mezcla de objetivos perseguidos de forma pertinaz y que se identifican con la búsqueda de seguridad. Sin embargo, el compromiso con la familia sigue siendo el componente central de estos flujos.
Frente a la limitación creciente de las oportunidades registrada durante las últimas dos décadas en el país de origen, los trabajadores de América Latina y el Caribe -de áreas rurales, principalmente- han pasado por alto sus propias ciudades y se han trasladado directamente al extranjero. Si bien consideran su destino inmediato como un lugar donde pueden ganar un salario mejor, posiblemente crean que su país natal es un lugar mejor para criar a sus hijos o jubilarse más adelante.
Desde este punto de vista, los remitentes de remesas y sus familiares están forjando un nuevo tipo de familia -la familia trasnacional- que vive y aporta en dos culturas, países y economías en forma simultánea. Este patrón y esta nueva ola de movilidad laboral difieren de los anteriores. En un pasado no muy lejano, dejar el país de origen implicaba cortar prácticamente todos los vínculos.
Las rebanadas del pastel:
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