Manuel Espino, el presidente del Partido Acción Nacional, completa hoy, en la fiesta del Santo, el Camino de Santiago. Se halla en Compostela no de vacaciones como podría pensar el vulgo, sino para dar gracias al Patrón de España por los resultados electorales mexicanos.
Cumple bien a Espino su culto al mayor de los hijos de Zebedeo, no por su condición de mártir, degollado en Jerusalén por Herodes Antipa en el año 44, 11 después de la crucifixión de Cristo, a quien siguió con su hermano y tocayo. Cuadran mejor al dirigente nacional panista los atributos que la tradición acredita al santo, como caudillo que encabeza tropas. No sólo se creó una orden militar bajo su advocación sino que en la Reconquista los jefes alentaban a sus hombres a la lanzarse a la batalla contra los sarracenos con la estentórea invocación "¡Santiago y a ellos!", lo que a menudo suscitaba el mito de que el apóstol mismo cabalgaba al frente de los soldados.
Desde el siglo IX, cuando se dijo haber hallado en Galicia el sepulcro del apóstol, que en su predicación antes de volver a Jerusalén habría estado en Hispania, se inició el culto que año con año culmina con la fiesta de hoy, donde está presente el dirigente nacional panista, tras haber recorrido el Camino de Santiago, una ruta de peregrinación que comienza en la frontera francoespañola y corre a lo largo de la costa cantábrica.
Espino fue a cumplir una manda, el compromiso que los creyentes hacen con quienes interceden ante Dios para el cumplimiento de un pedido cuya realización es deseada fervorosamente. Por eso carecen de razón quienes se extrañan de su ausencia en la coyuntura postelectoral. Lejos de abandonar sus deberes como dirigente político, Espino parece estar ultimando uno de ellos, agradeciendo la intercesión del patrón de España por el triunfo de su partido en México. Él sí realiza la gira de agradecimiento que estima necesaria, y no la aplazó o la canceló como Felipe Calderón hizo con el recorrido anunciado para el mismo propósito aunque los destinatarios de la gratitud en su caso serían personas y no un santo al que en un día como hoy se alaba entre el humo del botafumeiro, el enorme incensario que es uno de los atractivos de la formidable catedral gallega.
No quiero ser irrespetuoso. Pero dado el status del proceso electoral mexicano, en que todavía no se ha dicho la última palabra sobre el cómputo, y toda vez que hay serio cuestionamiento a las cifras y al modo como se arreglaron, en el orden de lo humano cabe todavía la posibilidad de que el resultado último fuera distinto del que hizo que Espino volara gozoso a España. ¿Volvería no a agradecer sino a reclamar si el desenlace fuese diverso del que hoy se festeja?
Como quiera que sea, convengamos en que Espino se halla no de vacaciones sino en gira de trabajo. Otros panistas, sin embargo, decidieron tomar un merecido asueto. La familia Calderón, que a decir de la revista Quién, editada por el Grupo Expansión, tiene "un pie en Los Pinos", viajó el fin de semana a Huatulco, en prolongación de la vieja tradición que hace de los presidentes (o quien, en la lógica de esa publicación, se encamina a serlo) y sus parientes invitados deseables a lugares de recreo lujoso, pues se les descubren atributos de simpatía, inteligencia y buen trato que antes no se apreciaban tanto.
Los diputados panistas que concluyen el trienio para el que fueron elegidos viajaron también. Y a todo trapo. Con una estancia en la Riviera Maya, acompañados de sus familias, los miembros de la bancada en San Lázaro festejaron el fin de sus tareas. No, en realidad estoy difamándolos: de creer al diputado Jorge Triana, no tienen nada que festejar porque en realidad están insatisfechos con su gestión. Se refugiaron en Cancún para evaluar su trabajo y dejar constancia de sus experiencias a la bancada que los reemplace, y eviten los errores cometidos por los que se van. Para aligerar el esfuerzo autocrítico (que quizá se emprendió con reglas semejantes a las muy fatigosas de los ejercicios ignacianos), los diputados salientes (136 de los 144 que integraron la bancada) visitaron el parque ecológico Xcaret y terminaron la reunión con una cena de gala.
La serenada conciencia con que todos los viajeros mencionados pudieron ausentarse del centro de sus responsabilidades ha de basarse, supongo, en la certidumbre de que hay quienes se encargan de defender la transparencia del triunfo de Calderón. Comenzaron a hacerlo, tres domingos después de ocurridos los comicios, militantes de a pie, encabezados por líderes locales. Mayor tranquilidad que ese noble activismo ha de producir a los viajeros la evidencia de que en nombre y representación del PAN hacen su tarea los funcionarios del Instituto Federal Electoral.
Con una inversión considerable en comunicación, cuyo monto, previsión y autorización deben ser hechas saber al público, el IFE defiende la claridad del proceso en curso y la vituperada honra del millón de ciudadanos que recibieron la votación el 2 de julio. No sólo abulta la cifra de los mexicanos que realizaron tan meritoria labor (casi la mitad de lo dicho, unas 520 mil personas, pues un presidente, un secretario y dos escrutadores en cada una de las 130 mil casillas da esa cifra), sino que insiste en la falacia de que se sospecha de todo ese ejército de personas, cuando se trata sólo de comprobar que no se produjeron errores en número mayor de lo normal. Los ciudadanos sí pudieron equivocarse, como ocurre a todos
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com
Cumple bien a Espino su culto al mayor de los hijos de Zebedeo, no por su condición de mártir, degollado en Jerusalén por Herodes Antipa en el año 44, 11 después de la crucifixión de Cristo, a quien siguió con su hermano y tocayo. Cuadran mejor al dirigente nacional panista los atributos que la tradición acredita al santo, como caudillo que encabeza tropas. No sólo se creó una orden militar bajo su advocación sino que en la Reconquista los jefes alentaban a sus hombres a la lanzarse a la batalla contra los sarracenos con la estentórea invocación "¡Santiago y a ellos!", lo que a menudo suscitaba el mito de que el apóstol mismo cabalgaba al frente de los soldados.
Desde el siglo IX, cuando se dijo haber hallado en Galicia el sepulcro del apóstol, que en su predicación antes de volver a Jerusalén habría estado en Hispania, se inició el culto que año con año culmina con la fiesta de hoy, donde está presente el dirigente nacional panista, tras haber recorrido el Camino de Santiago, una ruta de peregrinación que comienza en la frontera francoespañola y corre a lo largo de la costa cantábrica.
Espino fue a cumplir una manda, el compromiso que los creyentes hacen con quienes interceden ante Dios para el cumplimiento de un pedido cuya realización es deseada fervorosamente. Por eso carecen de razón quienes se extrañan de su ausencia en la coyuntura postelectoral. Lejos de abandonar sus deberes como dirigente político, Espino parece estar ultimando uno de ellos, agradeciendo la intercesión del patrón de España por el triunfo de su partido en México. Él sí realiza la gira de agradecimiento que estima necesaria, y no la aplazó o la canceló como Felipe Calderón hizo con el recorrido anunciado para el mismo propósito aunque los destinatarios de la gratitud en su caso serían personas y no un santo al que en un día como hoy se alaba entre el humo del botafumeiro, el enorme incensario que es uno de los atractivos de la formidable catedral gallega.
No quiero ser irrespetuoso. Pero dado el status del proceso electoral mexicano, en que todavía no se ha dicho la última palabra sobre el cómputo, y toda vez que hay serio cuestionamiento a las cifras y al modo como se arreglaron, en el orden de lo humano cabe todavía la posibilidad de que el resultado último fuera distinto del que hizo que Espino volara gozoso a España. ¿Volvería no a agradecer sino a reclamar si el desenlace fuese diverso del que hoy se festeja?
Como quiera que sea, convengamos en que Espino se halla no de vacaciones sino en gira de trabajo. Otros panistas, sin embargo, decidieron tomar un merecido asueto. La familia Calderón, que a decir de la revista Quién, editada por el Grupo Expansión, tiene "un pie en Los Pinos", viajó el fin de semana a Huatulco, en prolongación de la vieja tradición que hace de los presidentes (o quien, en la lógica de esa publicación, se encamina a serlo) y sus parientes invitados deseables a lugares de recreo lujoso, pues se les descubren atributos de simpatía, inteligencia y buen trato que antes no se apreciaban tanto.
Los diputados panistas que concluyen el trienio para el que fueron elegidos viajaron también. Y a todo trapo. Con una estancia en la Riviera Maya, acompañados de sus familias, los miembros de la bancada en San Lázaro festejaron el fin de sus tareas. No, en realidad estoy difamándolos: de creer al diputado Jorge Triana, no tienen nada que festejar porque en realidad están insatisfechos con su gestión. Se refugiaron en Cancún para evaluar su trabajo y dejar constancia de sus experiencias a la bancada que los reemplace, y eviten los errores cometidos por los que se van. Para aligerar el esfuerzo autocrítico (que quizá se emprendió con reglas semejantes a las muy fatigosas de los ejercicios ignacianos), los diputados salientes (136 de los 144 que integraron la bancada) visitaron el parque ecológico Xcaret y terminaron la reunión con una cena de gala.
La serenada conciencia con que todos los viajeros mencionados pudieron ausentarse del centro de sus responsabilidades ha de basarse, supongo, en la certidumbre de que hay quienes se encargan de defender la transparencia del triunfo de Calderón. Comenzaron a hacerlo, tres domingos después de ocurridos los comicios, militantes de a pie, encabezados por líderes locales. Mayor tranquilidad que ese noble activismo ha de producir a los viajeros la evidencia de que en nombre y representación del PAN hacen su tarea los funcionarios del Instituto Federal Electoral.
Con una inversión considerable en comunicación, cuyo monto, previsión y autorización deben ser hechas saber al público, el IFE defiende la claridad del proceso en curso y la vituperada honra del millón de ciudadanos que recibieron la votación el 2 de julio. No sólo abulta la cifra de los mexicanos que realizaron tan meritoria labor (casi la mitad de lo dicho, unas 520 mil personas, pues un presidente, un secretario y dos escrutadores en cada una de las 130 mil casillas da esa cifra), sino que insiste en la falacia de que se sospecha de todo ese ejército de personas, cuando se trata sólo de comprobar que no se produjeron errores en número mayor de lo normal. Los ciudadanos sí pudieron equivocarse, como ocurre a todos
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com
1 comentario:
El comportamiento de Espino es ofensivo hasta para su propia religión. Hipócrita.
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