Autor: Marta Lamas
Fecha: 16-Jul-2006
1.
Estoy enojada, triste, deprimida. La depresión es una reacción universal, habitual y, desde una concepción psicoanalítica, absolutamente necesaria frente a las pérdidas significativas. Éstas pueden tratarse de una persona querida o de un proyecto existencialmente importante. En la depresión, la intensidad de la tristeza corresponde a la magnitud de lo perdido, y no hay una alteración bioquímica significativa (como existe en otro tipo de depresiones). Pero también la depresión expresa un enojo en respuesta a una pérdida, enojo que debería dirigirse hacia fuera pero que en ocasiones se vuelve contra una misma.
2.
Las emociones están en el centro de nuestras vidas privadas y, también, de nuestra vida pública. Las emociones siempre nos acompañan. En política, las que predominan expresan sobre todo sentimientos de solidaridad o, en el otro extremo, de odio.
3.
Hay emociones que degradan el proceso político democrático. Las demostraciones de odio muestran la debilidad de nuestra cultura política y la escasa capacidad ciudadana para responder políticamente.
Hace unos días, escuché contraponer a los perredistas como "violentos" con los panistas como "pacíficos". ¡Curiosa oposición! Cuando pegué la calcomanía a favor de AMLO en mi coche, descubrí la magnitud de la violencia de los simpatizantes de Calderón: me insultaban, se me cerraban o me hacían señas groseras. El día que acompañé a Elena Poniatowska a una comida en Las Lomas, un hombre "decente", bien trajeado, se nos emparejó en Reforma, nos hizo un gesto obsceno y se rió de nosotras. Cuando nos rebasó vimos el cartel de Calderón en la parte trasera de su camioneta. Sí, así también actúan los que se creen "pacíficos". Un día, al sacar mi auto del estacionamiento del Palacio de Hierro, se me acercó enfurecida una rubia mamá de treinta y tantos años, con un niñito de la mano y me gritó furiosa: ¡Qué irresponsable! ¡López es un peligro para México! Varias personas voltearon sorprendidas, pero ni ellas ni yo la increpamos mientras empujaba a su hijo y daba un portazo a su camioneta, también con el logo de Calderón.
Todavía hoy traigo pegada esa calcomanía, y ya me he cruzado con varios calderonistas que bajan sus ventanillas para gritarme "lero, lero" o para decirme socarronamente: "Ya no sonrías".
4.
Una dinámica política de enfrentamiento y descalificación constantes desata sentimientos de enojo, humillación, indignación y ofensa que se expresan de maneras peligrosas. México requiere formas más civilizadas de razonamiento político y de competencia electoral.
Miedo, ira, incertidumbre, son emociones que en sí mismas no son negativas, pero que en eso se convierten cuando se manipulan con fines políticos. El PAN usó, y abusó, del miedo en su campaña. Insultar y mentir no es la mejor manera de hacer política. Después de haber calificado a su adversario como "un peligro para México", ¿se vale ofrecer estrecharle la mano? ¿Lo irreversible puede revertirse?
5.
¿Adónde nos lleva el hecho de que millones de ciudadanos desconfíen de los resultados electorales? En un primer momento, a contar voto por voto.
6.
Si millones de mexicanos están enojados, desconfiados o tristes, ¿qué pueden hacer? Reunirse. Nelly Schnaith dice que el aislamiento es el callejón sin salida a que son empujados los seres humanos cuando se destruye la esfera política de sus vidas. No hay que aislarse. Hay que encontrarse con otras personas y compartir enojos, tristezas, resoluciones.
7.
Las palabras y los actos, materia prima de la política como dimensión de los asuntos comunes, necesitan un espacio público donde aparecer y ser vistos.
8.
La movilización ciudadana es la manifestación de un compromiso, pero también tiene un componente emocional. Lo que lleva a cientos de miles de personas a salir a la calle, a sacrificar su tiempo, incluso a arriesgarse físicamente, por un ideal, no es sólo un convencimiento racional, sino también un sentimiento. En ese sentido, la movilización es como un acting out, ese término psicoanalítico que denomina una forma de conducta que se ofrece para que otra persona la descifre. ¿Será labor del TEPJF descifrarnos?
9.
Según muchas personas que estuvieron en el Zócalo, el estado de ánimo era de indignación, de resolución y hasta de alegría por haberse encontrado, aunque fuera sólo para reconocerse como agraviados. O como renegados.
10.
Expresar emociones no suple el indispensable proceso de pensar políticamente, de reflexionar sobre las complicaciones de la política y de enfrentar las dificultades del proceso de hacer política. Pero si se expresa lo emocional vinculado a una reflexión política, se tendrá no sólo la claridad para abordar los conflictos que habrán de seguir, sino también la indignación para sostenerse. Y tal vez podremos sonreír.
Fecha: 16-Jul-2006
1.
Estoy enojada, triste, deprimida. La depresión es una reacción universal, habitual y, desde una concepción psicoanalítica, absolutamente necesaria frente a las pérdidas significativas. Éstas pueden tratarse de una persona querida o de un proyecto existencialmente importante. En la depresión, la intensidad de la tristeza corresponde a la magnitud de lo perdido, y no hay una alteración bioquímica significativa (como existe en otro tipo de depresiones). Pero también la depresión expresa un enojo en respuesta a una pérdida, enojo que debería dirigirse hacia fuera pero que en ocasiones se vuelve contra una misma.
2.
Las emociones están en el centro de nuestras vidas privadas y, también, de nuestra vida pública. Las emociones siempre nos acompañan. En política, las que predominan expresan sobre todo sentimientos de solidaridad o, en el otro extremo, de odio.
3.
Hay emociones que degradan el proceso político democrático. Las demostraciones de odio muestran la debilidad de nuestra cultura política y la escasa capacidad ciudadana para responder políticamente.
Hace unos días, escuché contraponer a los perredistas como "violentos" con los panistas como "pacíficos". ¡Curiosa oposición! Cuando pegué la calcomanía a favor de AMLO en mi coche, descubrí la magnitud de la violencia de los simpatizantes de Calderón: me insultaban, se me cerraban o me hacían señas groseras. El día que acompañé a Elena Poniatowska a una comida en Las Lomas, un hombre "decente", bien trajeado, se nos emparejó en Reforma, nos hizo un gesto obsceno y se rió de nosotras. Cuando nos rebasó vimos el cartel de Calderón en la parte trasera de su camioneta. Sí, así también actúan los que se creen "pacíficos". Un día, al sacar mi auto del estacionamiento del Palacio de Hierro, se me acercó enfurecida una rubia mamá de treinta y tantos años, con un niñito de la mano y me gritó furiosa: ¡Qué irresponsable! ¡López es un peligro para México! Varias personas voltearon sorprendidas, pero ni ellas ni yo la increpamos mientras empujaba a su hijo y daba un portazo a su camioneta, también con el logo de Calderón.
Todavía hoy traigo pegada esa calcomanía, y ya me he cruzado con varios calderonistas que bajan sus ventanillas para gritarme "lero, lero" o para decirme socarronamente: "Ya no sonrías".
4.
Una dinámica política de enfrentamiento y descalificación constantes desata sentimientos de enojo, humillación, indignación y ofensa que se expresan de maneras peligrosas. México requiere formas más civilizadas de razonamiento político y de competencia electoral.
Miedo, ira, incertidumbre, son emociones que en sí mismas no son negativas, pero que en eso se convierten cuando se manipulan con fines políticos. El PAN usó, y abusó, del miedo en su campaña. Insultar y mentir no es la mejor manera de hacer política. Después de haber calificado a su adversario como "un peligro para México", ¿se vale ofrecer estrecharle la mano? ¿Lo irreversible puede revertirse?
5.
¿Adónde nos lleva el hecho de que millones de ciudadanos desconfíen de los resultados electorales? En un primer momento, a contar voto por voto.
6.
Si millones de mexicanos están enojados, desconfiados o tristes, ¿qué pueden hacer? Reunirse. Nelly Schnaith dice que el aislamiento es el callejón sin salida a que son empujados los seres humanos cuando se destruye la esfera política de sus vidas. No hay que aislarse. Hay que encontrarse con otras personas y compartir enojos, tristezas, resoluciones.
7.
Las palabras y los actos, materia prima de la política como dimensión de los asuntos comunes, necesitan un espacio público donde aparecer y ser vistos.
8.
La movilización ciudadana es la manifestación de un compromiso, pero también tiene un componente emocional. Lo que lleva a cientos de miles de personas a salir a la calle, a sacrificar su tiempo, incluso a arriesgarse físicamente, por un ideal, no es sólo un convencimiento racional, sino también un sentimiento. En ese sentido, la movilización es como un acting out, ese término psicoanalítico que denomina una forma de conducta que se ofrece para que otra persona la descifre. ¿Será labor del TEPJF descifrarnos?
9.
Según muchas personas que estuvieron en el Zócalo, el estado de ánimo era de indignación, de resolución y hasta de alegría por haberse encontrado, aunque fuera sólo para reconocerse como agraviados. O como renegados.
10.
Expresar emociones no suple el indispensable proceso de pensar políticamente, de reflexionar sobre las complicaciones de la política y de enfrentar las dificultades del proceso de hacer política. Pero si se expresa lo emocional vinculado a una reflexión política, se tendrá no sólo la claridad para abordar los conflictos que habrán de seguir, sino también la indignación para sostenerse. Y tal vez podremos sonreír.
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