A principios de la semana que termina, el Instituto Federal Electoral (IFE) afirmó que había abierto paquetes electorales, pero sólo para sacar documentos de inconformidad y otros, sin abrir los sobres que contienen las boletas electorales. Esto, claro, se podrá comprobar en la medida en que se abran los paquetes. Pero en general echa abajo la idea de que, alterada la fuente básica para el recuento de voto por voto, éste se hacía menos confiable. Ahora es más claro que un recuento así puede reconocer el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Durante la semana se han hecho públicos numerosos casos de alteración de resultados en favor de Felipe Calderón, muchos de ellos en las actas que dejarían de corresponder al contenido de los sobres con las boletas. Y se hicieron públicos los supuestos errores aritméticos. Por ejemplo, la votación total en las actas fue mayor que el número de boletas depositadas, en 5 mil 652 casillas. Alguien agregó votos en el acta, que no eran reales en la urna.
Otro ejemplo. La votación total (se supone que cada voto es una boleta) más las boletas sobrantes, deberían ser iguales en número a las papeletas recibidas; pero fueron mayores en el acta. También aquí alguien agregó votos en el documento, que no eran reales en la urna. Esto se dio en 22 mil 932 casillas.
Para resguardar las boletas, se refuerzan los campamentos fuera de los comités distritales, donde están los paquetes que contienen a su vez los sobres con las papeletas.
Desde la derecha se rebasan los niveles del absurdo. Se pretende satanizar las múltiples inconformidades de López Obrador y sus partidarios, y se dice que eso es descalificar a las instituciones e inclusive a los ciudadanos que participaron en la organización del proceso electoral, cuando que el propio PAN interpuso alrededor de un tercio de las inconformidades.
Poco a poco se dan los primeros pasos en el tribunal electoral. Es mucho el trabajo por delante, como vemos. Y es fundamental que ese trabajo se traduzca en el reconocimiento del verdadero ganador: López Obrador.
Queremos mencionar un antecedente reciente: Haití, que ha padecido dictaduras de décadas. Por fin el pasado febrero tuvo elecciones.
Los fraudes de allá fueron burdos. Como aquí, fueron encontradas pilas de boletas de votación no contabilizadas en varios basureros. Y, antes de que se hiciera la declaratoria final, miles de ciudadanos tomaron las calles y paralizaron la capital, Puerto Príncipe, durante varios días. El CEP (Consejo Electoral Provisional, versión haitiana del IFE), se vio obligado a declarar presidente al candidato opositor: Préval.
Esto nos lleva a reflexionar que si se impone la derecha en el poder, electoralmente estaremos atrás de Haití. Por otro lado, ese ejemplo nos muestra que se debe respetar la ley y recontar voto por voto.
¿Qué tenemos por delante? La posibilidad de que el fraude se consolide, pese a todo lo dicho y a una mayor presencia de López Obrador en los medios (seis entrevistas en total en radio y televisión entre el lunes y el viernes), es más difícil, y políticamente más costosa. La posibilidad de que se reconozca el triunfo de López Obrador se ve apoyada por muchos argumentos y pruebas, y por las movilizaciones sin precedente; pero es claro que quienes detentan el poder político y los multimillonarios que gozan de privilegios están haciendo todo lo posible para evitarlo. Y la posibilidad de anulación se ve debilitada en relación con la semana anterior, porque sólo se vale anular cuando no es posible corregir, y lo que parece ahora es que en la mayoría de los casos, en la medida en que se abran los paquetes, se podrá corregir sobre la base de los votos reales de los sobres que se vayan abriendo. Sin embargo, es una salida posible desde el punto de vista político, si se le ve como intermedia entre las otras dos, por más que le cause muchos problemas al país y por más que no reconozca al triunfador.
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