En los apoyos sociales, el programa más importante en su costo y en la percepción nacional, es el de adultos mayores. Pero también hay otros apoyos para sectores desprotegidos.
En el anuncio que hizo López Obrador el 30 de mayo ilustró cómo estos programas afectarían positivamente el ingreso disponible de las familias. Para las familias de menores ingresos, hasta de 2 mil 500 pesos mensuales de ingreso disponible, el aumento sería de 22%. Para las familias con ingreso de 5 mil pesos mensuales, el incremento sobre el ingreso disponible sería de 16% y para las familias de 9 mil pesos sería de 11.7%.
Estimamos el costo de las reducciones de precios de la electricidad en 10 mil millones y el de la gasolina en 15 mil millones. El costo de los programas de adultos mayores y otros apoyos a grupos desprotegidos, sería de 55 mil millones. En total, el costo es de 80 mil millones de pesos.
Este programa es financiable mediante reducciones de gasto burocrático. Lo anterior puede apreciarse al observar el gasto corriente, mismo que aumentó de 67 mil millones de dólares a finales de la administración del presidente Zedillo, hasta 109 mil millones en 2005. La expansión del gasto corriente es nociva para la economía. Hasta ahora se ha podido financiar con mayores precios del petróleo y sólo por ello la economía no ha entrado en crisis.
Nuestra propuesta es reducir el gasto corriente en 100 mil millones en el primer año, sabiendo que dicha reducción continuaría en el segundo año. Curiosamente, la mayor crítica a nuestra propuesta viene del PAN, en donde se argumenta que una reducción de tal escala no es factible.
Creemos que la reducción de 100 mil millones no sólo es factible, sino deseable. Sabemos que cuando alguien se incorpora a una burocracia, ya sea pública o privada, crea resistencias a cualquier racionalización de gasto y con frecuencia a cualquier aumento de la productividad. Esto explica la actitud defensiva en el PAN: aceptan que si el gasto se puede reducir así, estarían reconociendo que cometieron un abuso al haber permitido en primer lugar que aumentara tanto y con ello al haber sido parte del dispendio mismo de los últimos años.
Pero al objetar la reducción de gasto el PAN daña aun más su credibilidad como un partido en favor de la eficiencia y la modernidad. Se trataría del primer caso en la historia de un partido de derecha que defiende un gobierno obeso.
Y que se trata de un gobierno obeso no hay duda. Las cifras de expansión del gasto corriente indican una inercia imperdonable en el gasto. Las anécdotas son por demás condenatorias. Por ejemplo, el número de mandos superiores (secretarios, subsecretarios, oficiales mayores y coordinadores) en esta administración aumentó de 2 mil 417 personas en 2000 a 3 mil 563 personas, ¡nada más 47%! El número de asesores aumentó de mil 634 a 2 mil 252, es decir, 38%. Con los altos mandos no sólo viene el sueldo de esta persona, sino toda la estructura de apoyo, sus oficinas, sus gastos de viaje, uso de vehículos, y muchos otros.
El crecimiento ha sido desorbitado en las áreas de comunicación social y asuntos internacionales. Para cumplir la ley de transparencia, por ejemplo, el gobierno creó nuevos puestos, cuando podía haber cumplido esta función con muy pocos recursos adicionales, pues esta ley simplemente requiere tener la información de sus actividades disponible y proporcionarla cuando le es requerida. Sin embargo, la burocracia dedicada a este fin ha hecho que el cumplimiento de la norma de transparencia sea ahora el más caro entre los países del mundo que incurren en dicho gasto.
Las compras de vehículos, los viajes al extranjero, las representaciones en el exterior, la contratación de servicios de consultoría y otros hábitos desarrollados por "la administración del cambio" no cesan de indicarnos un patrón de operación que debió haber sido distinto desde el comienzo, si querían identificarse con la modernidad.
El gasto puede y debe reducirse, no sólo para hacer posible una mayor inversión pública en infraestructura, energía y programas sociales. También debe reducirse porque una expansión tan alta como la que ha tenido, que llegará a dos puntos del PIB entre el comienzo y el fin de esta administración, nunca termina bien; acaba en crisis. El gasto excesivo se refleja en el déficit externo o en el déficit presupuestal. Ambos balances muestran un gran deterioro en los últimos años, cuando les quitamos el efecto de los mayores precios del petróleo. Así fue en los años en los que el gobierno mexicano tuvo que hacer ajustes dramáticos en el gasto, en 1983, 1985-87, y en 1995.
Que los altos precios del petróleo deben corregirse en algún momento futuro no hay ninguna duda. Entonces, ¿para qué esperar a que haya una crisis si hoy podemos hacer el recorte de gasto? Más aún, el mejor momento es cuando lo podemos hacer de manera selectiva, pues sería un error recortar todo en el mismo porcentaje.
El proyecto de Andrés Manuel López Obrador no es recortar los puestos ni los sueldos de la baja burocracia. Se trata de recortar los de la alta burocracia sobrante, la que no cumple una función necesaria. También se trata de reducir sus prestaciones y excesos de gastos, tales como dos vehículos con choferes y con "ayuda" para gastos de gasolina de más de 10 mil pesos por mes, o el pago del club deportivo.
Una sana economía exige ante todo realismo, reconocer lo que debe corregirse, lo que no es compatible con la eficiencia y la sana asignación de recursos. La propuesta de AMLO para reducir el gasto y asignarlo a mejores fines, incluyendo la mejoría del ingreso disponible de la mayoría, es consistente con el proyecto de mejorar las bases económicas y sociales de México.
Analista económico
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