Ramón Cota Meza
06 de junio de 2006
El IPAB publicó hace dos semanas un informe sobre el Fobaproa que pretende ser definitivo. Las cuentas parecen razonables, pero uno se queda con la espina de los abusos cometidos por banqueros, funcionarios públicos y cómplices que trasladaron al fisco carteras de crédito injustificadas, las cuales ahora parecen irrecuperables porque el capital ya se consumió o se transfiguró en el laberinto financiero global. Así son las crisis de crédito comercial: la autoridad logra recuperar muy poco de lo que los free raiders o gorrones roban.
Por eso lo decisivo es contar con mecanismos de supervisión y control de crédito que corrijan a tiempo el desencadenamiento de las crisis. Y es en este punto donde el informe del IPAB muestra su mayor debilidad al afirmar que la crisis del Fobaproa de 1995 se debió a que la banca no contaba con calificadores de riesgo suficientes porque la nacionalización bancaria de 1982 los hizo emigrar a otras áreas de la economía. Esto parece un cuento de buenos y malos y es muy preocupante que la institución responsable de cuidar el ahorro bancario lo suscriba.
En primer lugar, la banca comercial anterior a 1982 no se caracterizó por sus estrictos análisis de riesgo crediticio, no por manirrota, sino por su promiscuidad con los negocios no bancarios de sus propios accionistas. Ya que había una gran concentración económica en los accionistas bancarios, el crédito fluía hacia ellos sin demasiados requisitos. Obtenían crédito a tasas inferiores a las del mercado en cantidades superiores a las establecidas en la ley, con renovación automática y sin garantía real.
Los bancos no constituían reservas para castigar adeudos irrecuperables ni para compensar las bajas de valores de renta variable. Tampoco contabilizaban los intereses penales causados por faltantes en su depósito legal en el banco central. Hacían préstamos sin interés a sus propios funcionarios, dinero que éstos depositaban a plazo en el mismo banco acreedor. Aun los estudios de economistas y abogados opuestos a la nacionalización de la banca admiten estos hechos y muchos más por el estilo.
El único riesgo que la banca reconocía era prestar dinero a usuarios ajenos a su círculo íntimo.
Por eso les imponía intereses muy altos. El análisis de riesgo no le quitaba el sueño. Por otra parte, el personal que emigró de la banca a la Bolsa de Valores y otras actividades financieras tampoco se caracterizó por su prudencia, como lo demostró el crack bursátil de 1987. Está claro que fue ese mismo personal el que regresó a la banca privatizada a principios de los 90, de modo que la afirmación del IPAB carece de fundamento.
En segundo lugar, si la banca privada de los 90 careció de calificadores de riesgo no fue porque no los hubiera, sino porque la calificación del riesgo misma no fue su interés prioritario. Tampoco lo fue del gobierno ni del banco central, como lo demuestra la eliminación del encaje legal, que había sido el principal instrumento de supervisión del crédito comercial. El encaje legal fue sustituido por el Fobaproa, constituido por aportaciones de los bancos, las cuales resultaron ridículas ante la explosión de la cartera vencida al final del gobierno de Salinas.
Así que el diagnóstico del IPAB es un autoengaño muy preocupante en vista del nuevo ciclo de expansión crediticia. Semana tras semana leemos cifras del crecimiento de morosidad en pagos a tarjetas de crédito, hipotecas y otros rubros ante la complacencia del banco central y los bancos comerciales, los cuales siguen repartiendo tarjetas de crédito a diestra y siniestra, a pesar de los nubarrones financieros globales. El aumento gradual de la tasa de interés por la Reserva Federal de Estados Unidos ya está erosionando la cartera de la banca mexicana.
Pero la banca ya conoce el caminito. Sabe que ante una crisis el gobierno tendrá que asumir los pasivos para evitar que la banca colapse y el caos económico tome lugar. Y como los bancos son ahora extranjeros y globales, sus medios de defensa son mucho más poderosos que antaño. El nuevo gobierno podría enfrentar una situación más crítica que la de 1995.
blascota@prodigy.net.mx
Analista político
No hay comentarios.:
Publicar un comentario